sábado, 29 de marzo de 2008

Experiencia 21

El conocimiento surge de la experiencia. Experiencia y ser son dos maneras de ver lo mismo en dos perspectivas, interna y externa, del sujeto. La experiencia puede considerarse un sistema de alimentación para la convivencia y, semejante al sistema alimenticio de los seres orgánicos, implica un descarte o desecho de material no asimilable, con la diferencia de que el sistema de excreción de la experiencia es la conciencia y está condicionado por el ser apetitivo o el ser trascendente, según el estado de desarrollo de la conciencia del sujeto que tiene las experiencias particulares constitutivas de la experiencia o ser de dicho sujeto.
El conocimiento y la experiencia se diferencian en la manera de constituirse. El conocimiento utiliza la facultad discursiva (entendimiento), característica del ser humano apetitivo, mientras que la experiencia utiliza todas las facultades conscientes del ser humano en un determinado estado de desarrollo individual. El conocimiento es aquella parte de la experiencia que es posible comunicar conceptualmente, mientras que la experiencia solamente puede compartirse con la esperanza de transmitir lo que el sujeto ha logrado asimilar de las experiencias particulares en las que ha participado. Aunque la conceptualización comenzó desde la creación del lenguaje, mediante la asignación de vocablos, palabras habladas, a objetos, situaciones y circunstancias, su comienzo, socialmente consciente en mi opinión, puede situarse en Sócrates, filósofo griego cuya actividad puede compararse a la de los maestros espirituales de otras sociedades. En efecto, Sócrates manejaba principalmente términos relativos a las virtudes y otros términos que no tienen una presencia física y material sino, más bien, espiritual: templanza, belleza, valentía y similares. En tal sentido, en los diálogos de Platón, que recordaban los diálogos que Sócrates sostenía con cuantos le rodeaban, se ve la manera en la que Sócrates conducía a sus interlocutores por una serie de preguntas que contribuían a delimitar (definir) el concepto o aplicación de los términos que surgían espontáneamente a la consideración de los asistentes. En ningún diálogo, que yo recuerde, se llegaba a la definición, sino que permanecía en suspenso, aun cuando se lograba un cierto camino de búsqueda para los interesados en dicha temática. Solamente en el caso de la justicia se logra una cierta "definición" que no es tal sino, más bien, una ejemplificación del término mediante una analogía con la constitución de La República; señalando la necesidad de que cada individuo y grupo de individuos se ocupara en realizar las tareas que les correspondía dentro de la estructura de La República: los agricultores, los comerciantes, los guerreros y los gobernantes, cada uno cumpliendo a cabalidad con sus tareas con el objeto de lograr la integridad y supervivencia de La República en el tiempo. Es así como vemos que la tarea de Sócrates es semejante a las de otros maestros espirituales, puesto que su tarea consiste en compartir su experiencia en términos que puedan ser interpretados, y asimilados en forma personal, por cada discípulo o interesado en las enseñanzas del maestro. El maestro espiritual no intenta convencer (definir, conceptualizar), sino, más bien, guiar al discípulo para que encuentre el camino que, siendo el mismo, tiene muchos senderos que conducen a la conciencia interior que permita ver aquello que está oculto a los sentidos físicos, pero que puede ser accedido desde la experiencia del ser apetitivo mediante una guía experta en el camino espiritual.
El concepto alimenta a la experiencia mediante el señalamiento de "variables" que debe recorrer el aprendiz de la ciencia en su aspiración de "conocer" el mundo físico material que le rodea. El camino espiritual debe ser recorrido en forma individual, sin más guía que las "descripciones" o analogías que el maestro espiritual plantea. El conocimiento tiene que ver con el mundo físico material, mientras que el camino espiritual tiene que ver con la experiencia, que incluye, de alguna manera, el mundo del conocimiento. Esta es la misma diferencia que existe entre ciencia y filosofía, considerando a esta última como la representación más próxima a lo material de lo que la religión, en sus orígenes como espiritualidad, pretendía cubrir. La filosofía intentaba acceder, desde lo comunicable mediante el lenguaje, lo que los primeros líderes (maestros) religiosos intentaban enseñar en parábolas y analogías. Incluso los preceptos, que podemos incluir en el "conocimiento", tiene la carencia propia de la conceptualización. Solamente mediante una descripción, semejante a la que utilizaba Sócrates en los diálogos platónicos, puede aproximarse a lo que intenta señalar (enseñar) el maestro espiritual para que el discípulo o aspirante pueda acceder a la experiencia espiritual. Cuando tomamos el primer mandamiento de la ley judeo-cristiana y lo observamos en su conceptualización, no nos queda otro recurso que ir a los restantes mandamientos para tratar de entender a qué se refiere su conceptualización apretada. E, incluso, cuando vamos a los mandamientos que detallan al primero, solamente encontramos nuevas conceptualizaciones que solamente son visibles en algunos casos, como en el de no tomar la vida o los bienes de los semejantes. En general, el camino espiritual requiere de mucho tesón, perseverancia y constancia para acceder a unos primeros vislumbres de aquello que los maestros espirituales y los santos ven con tanta claridad y no pueden convertir en conceptos o palabras, salvo descripciones, historias, parábolas y ejemplos tomados de las actividades cotidianas, para ser traducidos en modos y maneras de encontrarse con el mundo y los semejantes.
La descripción apunta, señala, aquello que se desea mostrar, mientras que la conceptualización universaliza términos para representar cosas y hechos, presencias y secuencias en el mundo físico material. El concepto delimita y define mientras que la descripción señala. El concepto tiene una pretención de estabilidad y solidez, mientras que la descripción tiene la indefinición propia de todo aquello que el "ser" humano experimenta, y que solamente tiene el valor de referencia para que otros seres humanos puedan, individualmente, acceder a algo semejante a la experiencia asimilada. Solamente la conciencia puede acceder a la descripción, mientras que el concepto es accesible desde la mente discursiva. Cuando la anécdota cuenta el caso de Pitágoras en su "descubrimiento" del teorema que lleva su nombre, o Arquímedes "descubre" el principio que lleva su nombre, la emoción que embarga a ambos es señal de una "manera de ver", de un "ver" que los sucesores en el ámbito de la ciencia solamente "ven" con el proceso discursivo y no con la claridad de la experiencia que a ambos conmovió por encima de lo normal. Por supuesto que los sucesores llegaron a la experiencia, pero su "ver" es discursivo no experiencial, hasta acceder a la experiencia mediante la demostración o diseño de experiencias. Esta misma claridad de un "ver" que está por encima del ver sensorial, es la de Sócrates cuando afirma "Yo sólo sé que no sé nada...", sobrepasada, para quienes lo vemos desde nuestro nivel de conciencia en proceso de desarrollo, por su claridad en someterse al dictamen de sus conciudadanos, que no ven su sabiduría y superioridad espiritual, de suicidio forzoso, bebiendo el veneno denominado cicuta; con la peculiaridad de que, previo a su beber la cicuta, departe tranquila y sosegadamente con sus discípulos acerca de un mundo más allá de la muerte.

viernes, 28 de marzo de 2008

Experiencia 20

Experiencia y conciencia son dos caras de la misma moneda. Sin embargo no es equivalente a que la experiencia implique el más elevado nivel de conciencia. En efecto, el ser humano, desde su nacimiento, tiene que utilizar sus medios físicos (exteriores) e interiores para desenvolverse en el mundo que le rodea, por consiguiente requiere de un mínimo de conciencia en el uso de sus recursos individuales para sobrevivir y relacionarse con el entorno inmediato. La conciencia se desarrolla en niveles: físico, imaginativo (astral), emocional (causal), mental y etérico (reactivo sub e inconsciente), y cada nivel representa un nivel de experiencia, siempre que el individuo adquiera maestría en la utilización de los recursos de dichos niveles y utilice respuestas conscientes (no automatizadas) en su desempeño. Este no es el caso para la mayor parte de los seres humanos, cuyo comportamiento, en gran cantidad de áreas, no responde al mayor bien de todos los involucrados, incluido el entorno.
El conocimiento no es conciencia. Es, sencillamente, información pertinente para la adquisición de experiencia mediante el uso de las reglas que dicho conocimiento implica. En particular, las reglas de conducta heredadas de las religiones carecen de suficientes elementos que permitan su práctica con la finalidad de adquirir la experiencia requerida. Tomemos, por ejemplo, el primer mandamiento (que origina los restantes) de la Ley Judía y Cristiana: "Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo". Lo primero que tenemos es la palabra "amar", cuya connotación más cercana es la pareja, los hijos y los amigos. La significación de amar en todos estos casos es un asunto de afinidad por motivos biológicos y empáticos, cuyo origen causal desconocemos, incluso a nivel científico. Más aun, cuando atendemos a la cotidianidad, podemos observar que las personas más cercanas a nosotros, que son las que se supone que "amamos", reciben maltratos físicos y emocionales de nuestra parte. En consecuencia, no está claro lo que significa "amar". Por supuesto que esta posición extrema puede atenuarse diciendo que el respeto, la aceptación, la gentileza, la amabilidad y las buenas palabras y actitudes de nuestra parte son garantía de lo que podríamos entender como "amor". Sin embargo, queda indefinido lo que debemos conocer como "amor" porque, incluso en la referencia final de la expresión: "como a tí mismo", el término se diluye, pues "amarnos a nosotros mismos" es algo que no tiene una contraparte significativa que el lenguaje pueda aportarnos, salvedad hecha del egoísmo natural que se origina en el instinto de supervivencia propio del ser apetitivo y que, consiguientemente, no puede utilizarse como referencia válida . El "amor", por otra parte, no se refiere al suscitado en forma natural por la pareja, hijos, amigos y personas afines, sino que se solicita hacia cualquier prójimo (semejante) sin poner limitación alguna. Al respecto tenemos la parábola del samaritano de los evangelios cristianos que intenta ilustrar esta última característica: sin limitaciones ni restricciones. Así que la experiencia del amor, que podríamos reconocer en el buen trato, la amabilidad, gentileza y atención por el prójimo, requiere de una práctica que es casi nula, con excepción de las denominadas "buenas costumbres" que hemos dado en denominar "hipocresía social" porque no reflejan los verdaderos "instintos" de supervivencia del ser apetitivo. Así que, después de miles de años de convivencia social y grupal, carecemos de la experiencia requerida para ejemplificar suficientemente lo que podríamos entender por "amar", aunque tenemos conocimiento de algunas características que podrían servir de referencia para iniciar, después de miles de años, la práctica que conduzca a la experiencia de amar.
El siguiente término utilizado es "Dios". Hoy en día nos dividimos, y así ha sido a lo largo de la historia, en creyentes y no creyentes (en Dios). Por consiguiente la práctica del amor se hace más cuesta arriba, pues no tenemos una referencia apropiada. Aun cuando podríamos considerar que el término "Dios" hace referencia a todo cuanto nos rodea, incluida la naturaleza, y señala que El Universo, por darle otro nombre a "Dios", requiere de nuestro "amor" para que la convivencia sea propiamente equilibrada, balanceada, justa. El término "justicia" sería un término propio para el equilibrio y balance si no fuera porque ha sido asociado con el "ojo por ojo y diente por diente" de los sistemas de justicia antiguos y modernos, que en ningún modo predican el perdón y la gracia ante la naturaleza apetitiva de los transgresores. La justicia, en mi opinión, se inicia como una intuición de necesidad de balance y equilibrio (justo) que nada tiene que ver con compensación, y que más bien tiene que ver con bien común, con responsabilidad compartida por todos los integrantes de un grupo, y que atiende a ese otro término "gracia", cuya connotación más cercana es lo agradable de una danza, de un movimiento conjuntado armónico en el que intervienen la voluntad y el sentido del equilibrio de los integrantes de un grupo social, e, incluso, del entorno natural en el que se desenvuelve la vida del "ser" humano.

jueves, 27 de marzo de 2008

Experiencia 19

Experiencia equivale a "ser" humano, pues la experiencia define a cada ser humano en su manera de pensar, decir y hacer, en su manera de encontrarse con el mundo que lo rodea en cada momento, en cada "experiencia" particular. La diferencia entre un niño y un adulto es que el primero está abierto en cada experiencia para asimilarla e integrarla en su Experiencia como persona, mientras que el segundo, por no disponer de un sistema excretor de los desechos asimilados con cada experiencia particular (Conciencia observadora de los distintos cuerpos presentes en las distintas experiencias), se ha saturado y ha establecido una manera general de responder al entorno, aunque cada experiencia sigue aportando muy pequeñas dosis de material asimilable, por cuanto el "ser" humano está aprendiendo en forma continua hasta su experiencia final denominada "morir".
El conocimiento no es experiencia hasta haber sido "experimentado" en forma personal y específica como para involucrar los cuerpos físico, astral, causal y etérico además del mental que lo define. La filosofía, de alguna manera, es búsqueda de la sabiduría. Su definición original de "amor a la sabiduría" (filo - sofía) fue un término que, en mi opinión, recopilaba lo que, para la época de Platón y Aristóteles, había sido el recorrido reflexivo de los pensadores griegos en su afán por encontrar lo que subyace al universo como principio generativo. En alguna forma era el compendio más próximo a lo religioso de otras culturas que acumularon ritos y normas de vida. Y solamente la religión, en su forma mística original más próxima a lo que conocemos hoy día como espiritualidad, puede acercarse a la sabiduría, a la búsqueda del origen y justificación de la vida dentro de un contexto que atienda a lo trascendente por encima de lo apetitivo de la naturaleza del "ser" humano. Los practicantes de la ciencia moderna se enfocan en el mundo material y sensible, mientras que los primeros pensadores buscaban, además de lo material, el principio metafísico primordial del universo y la vida en este mundo. Los practicantes de la ciencia moderna han establecido una instrumentalización del universo en busca de los principios que le permitan manipular la materia y energía en la creación de un "mundo humano". Mientras que la naturaleza tiene incluído el principio de generación, renovación y continuo intercambio de materiales y energía, la ciencia y la tecnología requieren de un "mantenimiento" físico (material) que permita que "lo creado" por el "ser" humano se adapte y renueve para atender las características requeridas por dicha creación en su permanencia utilitaria al servicio del "ser" humano en sociedad.
La religión, que inicialmente, en mi opinión, atendía a lo espiritual y a que cada "ser" humano encontrara su "ser" trascendente, su conciencia, con los años se transformó en un sistema de reglas de conducta y rituales cuya efectividad para conectar al "ser" humano con su "ser" trascendente perdió su energía o vitalidad, si es que la tuvo alguna vez, y se convirtió en un cuerpo doctrinal sin contacto con la experiencia humana propiamente como vehículo para alcanzar el "ser" trascendente a partir de su vulnerabilidad, sus apetitos y su necesidad interior de balance y equilibrio individual. Solamente algunas tradiciones religiosas como la hindú conservaron su vitalidad y su naturaleza personal de búsqueda individual de lo trascendente a partir de lo apetitivo y vulnerable del "ser" humano. También en las religiones conocidas existen grupos muy particulares de practicantes de la espiritualidad, pero sin llegar a la gran cantidad de personas que se agrupan en ellas; más aun, los "guías" dentro de dichas religiones son, en su mayoría, personas rígidamente apegadas a las normas, reglas y rituales, lo que los descalifica para atender a las personas que, a partir de su vulnerabilidad y apetitividad, requieren de una direccionalidad (disciplina) para reencontrar su "ser" trascendente. Tal vez la mejor religión, en los términos de la modernidad, y limitada al "ser" apetitivo en busca de equilibrio y balance, es la psicoterapia individual y de grupos.
La sabiduría, lo que la filosofía era en sus inicios estrictamente griegos y luego se desvió para "querer" convertirse en conocimiento a la manera de la ciencia, es de naturaleza experiencial e individual, y corresponde a una manera de ver el mundo que trasciende lo apetitivo, sin negarlo en ningún momento, y que implica una normativa dictada por "la conciencia" para encontrarse con el mundo de cada experiencia particular. La sabiduría, de alguna manera, es la conciencia en ejercicio continuo de observación de los distintos cuerpos (físico, astral, causal, mental y etérico) para lograr el mayor bien posible en toda situación y circunstancia particular.
Tal vez la mejor manera de ver la adquisición de la sabiduría sería el atender al cuerpo causal (emocionalidad y su influencia sobre los cuerpos astral, mental y etérico) en el conjunto de los seres humanos. En efecto, la mayor vulnerabilidad del "ser" humano se origina actualmente en el trato consigo mismo y sus semejantes, mediante el aprendizaje (experiencias) que solamente toma en consideración su cuerpo apetitivo en detrimento y menosprecio del "ser" trascendente. Mejor dicho, el "ser" trascendente está ausente de la experiencia de cada "ser" humano en sus primeros años, por la carencia de una guía "experta" que lo ponga en contacto, sin forzarlo, sin someterlo a reglas carentes de significación específica para las experiencias particulares que le toca manejar, con la conciencia interior que le permita tomar la experiencia y procesarla según su "ser" trascendente por encima del "ser" apetitivo en búsqueda del mayor bien personal y de cuanto le rodea; entendiendo que cualquier "ventaja" lograda en detrimento de otros seres humanos y el entorno atenta contra su individualidad y que, en el mediano y largo plazo, las reglas de "No te lastimes y no lastimes a otros", "Cuida de tí para que puedas cuidar de otros" y "Utiliza todo para avanzar, para aprender, para desarrollarte, para crecer" equivalen al antiguo "Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo", e incluso al imperativo categórico kantiano (máxima expresión de la racionalidad práctica) de "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal".

miércoles, 26 de marzo de 2008

Experiencia 18

Experiencia y ser se refieren a lo mismo. La diferencia reside en que experiencia es propia del sujeto, es íntimamente constitutiva y ser corresponde al objeto, es observable desde el sujeto. Podemos decir, por ejemplo, "el hombre es racional" o "el hombre experimenta lo racional o experimenta razonar"; en cambio la frase "el hombre es alto" no tiene equivalencia en la experiencia, salvo como experiencia externa "el hombre experimenta la altura", para referirse a su posición en el espacio circundante. Así como el ser está constituído por seres que lo integran, la experiencia está integrada por experiencias particulares que la componen. Tal vez esta haya sido la dificultad de los filósofos en sus exposiciones acerca del ser, pues el término incluye lo subjetivo y lo objetivo en una misma expresión.
La experiencia es semejante al alimento, pues es asimilada por el sujeto de la misma forma que el alimento lo es por el sistema digestivo, generando vitalidad y desechos. El sujeto, cuando tiene experiencias, involucra todos sus cuerpos: físico, astral, causal, mental y etérico en la actividad y se genera un cambio interior semejante al cambio que se genera en la asimilación del alimento. La diferencia reside en que no tenemos un sistema excretor que permita que desechemos aquellas cosas que no son útiles en la experiencia particular que pasa a integrar la experiencia constitutiva del sujeto. De aquí surgen los desbalances que denominamos enfermedades, que pueden involucrar los diversos cuerpos que nos constituyen. La experiencia se va constituyendo en el sujeto como manera de integrarse con el mundo circundante, y, consiguientemente, va asimilando, junto con los elementos de integración positivos para el conjunto, conductas que atentan contra la integridad del sujeto dentro del mundo que lo comprende y abarca, produciendo así los desbalances o enfermedades propias del sujeto como ente autónomo, y pudiendo incidir en el medio inmediato en forma similar a un tumor dentro del organismo.
Hasta el presente los hombres de ciencia se han ocupado exclusivamente del sujeto material, olvidándose de los restantes cuerpos y facultades propias del "ser" humano, o, por lo menos, seccionándolas en partes desintegradas entre sí. Es así como un filósofo como Kant divide la acción humana en tres: Razón Pura, Razón Práctica y Facultad de Juzgar, en lugar de evaluar el conjunto (Conciencia). Sin embargo, es notorio que en su Razón Pura están involucrados la Razón Práctica y la Facultad de Juzgar como elementos que surgen para su posterior y separado desarrollo. Naturalmente que esta manera de ver al "ser" humano es herencia de los siglos de pensar y hacer ciencia, arte y religión que le precedieron. Kant, de alguna manera, inicia una integración de los diversos campos o áreas en una totalidad que denomina Razón Pura y que, realmente, sugerida en la conciencia como "Yo pienso", anuncia o sugiere el "Yo soy" que es la que rige los diversos cuerpos o facultades que están, o pueden estar, bajo su observación.
Así como existen cuerpos físico, astral, causal, mental y etérico dentro del "ser" humano, existen cuerpos semejantes en el mundo o universo que lo comprende y abarca. Por lo menos eso es lo que "se dice" en los escritos espirituales, y hay suficientes razones o indicios en las ciencias humanas como para postular una tal existencia.
La importancia de los cuerpos astral, causal, mental y etérico para la supervivencia humana reside en el encuentro con la conciencia como alma que puede manifestarse con una mayor armonía y equilibrio para la supervivencia del mundo, incluído, naturalmente, el "ser" humano. En efecto, de dicha conciencia surgen los principios que pueden regir el intercambio "ser" humano y mundo en una dinámica que contribuya al mayor bien del conjunto. Y aquí cabe hacer una acotación en relación a la experiencia como manifestación del individuo dentro del mundo del que el "ser" humano forma parte: Hasta ahora hemos venido considerando la experiencia como intercambio de un "ser" humano con el mundo circundante, y hemos visto que el producto ha sido una instrumentalización de la naturaleza en "beneficio" ("bienestar", "calidad de vida") de dicho "ser" humano, sin tomar en cuenta que la naturaleza, hasta donde podemos alcanzar, y salvedad hecha de los grandes movimientos naturales (los astros, terremotos, maremotos, inundaciones, lluvias y sequías, etc), ha sido un objeto pasivo del "ser" humano en su manera de ver el universo. En ningún momento ha sido el "ser" humano sujeto del "ser" humano en su consideración de la experiencia (y su contraparte, la conciencia) requerida para manejar el mundo de una manera más equilibrada e integral . El cuerpo astral, emocional, mental y etérico del "ser" humano ha sido objeto de olvido para hacer que la experiencia se constituyera en un individuo integral con el mundo, incluídos sus pares humanos. La misma psicología, cuyo aporte más valioso ha sido la psicoterapia individual y de grupos, ha seguido los cánones de la ciencia, pretendiendo un estudio "objetivo", que no es el mejor camino para el establecimiento de una ciencia que integre la emocionalidad humana (cuerpo causal), principalmente, y su influencia sobre la imaginación, la mente y las reacciones propias de lo subconsciente e inconsciente (productos, estos últimos, de la experiencia).
El mundo real, que es preciso integrar dentro del sistema de "conocimientos", debería incluir el mundo de los seres humanos y sus relaciones de causalidad y dependencia y de causalidad recíproca que promueva una nueva manera de formar a los seres humanos en desarrollo (niños), para darles la herramienta de la conciencia como instancia a la cual acudir en su asimilación de la experiencia. Tal vez esto contribuya a que surja un sistema excretor que le permita a la experiencia deshacerse de los elementos nocivos y desestabilizadores de su presencia física dentro del mundo que lo rodea.
El lenguaje, en particular, nace como un medio de comunicación para que los seres humanos intercambien información pertinente a su convivencia. Con el tiempo surge la conceptualización como manera de aumentar el poder de la palabra y para incluir aquellos elementos no visibles de su experiencia. Esto desvió el lenguaje hacia la universalización, y dejó lo particular, lo incidental, lo específico, objeto real de la comunicación, como algo cuyo menosprecio comenzó inadvertidamente y, posteriormente, se transformó en una manera de evaluar lo subjetivo como inferior a lo objetivo, aunque no es posible menospreciar lo subjetivo puesto que incide en lo objetivo y lo que se genera es una subjetividad compartida en contra de una objetividad inerte y carente de significación para la experiencia, salvo la constitución de prejuicios en las maneras de juzgar que un ser humano utiliza para relacionarse con el universo que lo rodea. Es necesario que la experiencia humana retome el valor de cada "ser" humano, y, en particular, la manera de experimentar de los santos y maestros espirituales como vías de acceso a experiencias cuyo descubrimiento es posible para todo "ser" humano. En mi opinión, es posible que el lenguaje retome su característica de especificidad que contribuya con la claridad de la comunicación, particularmente en las relaciones de causalidad y dependencia y causalidad recíproca informativa entre seres humanos, y de estos con el mundo circundante.

lunes, 24 de marzo de 2008

Experiencia 17

En cierta oportunidad un ingeniero amigo mío supervisaba la construcción de su casa y le indicó al constructor que debía hacer una obra en particular en forma diferente, a lo cual el constructor le respondió que tenía veinte años de experiencia haciendo ese tipo de trabajo, y mi amigo, que tenía experiencia supervisando obras, además de la formación profesional que lo acreditaba para tal tipo de tareas le dijo: "Ud. tiene veinte años haciendo esto de la misma manera, y eso no es experiencia". Esto ilustra el hecho de que vivir, simplemente, no acredita tener experiencia de vida, pues solamente la conciencia que se tiene de las consecuencias del percibir, decir y hacer pueden orientar para prevenir la ocurrencia de eventos desfavorables de la manera en que se actúa según el percibir, decir y hacer.
Adquirimos experiencia en cualquier situación, circunstancia, proceso y suceso mediante nuestra participación activa. Las palabras situación y circunstancia son evocadoras de posición espacial y las palabras proceso y suceso tienen connotación temporal. Solamente mediante nuestra presencia consciente en dichas situaciones (sitio y sus alrededores), circunstancias (personas, objetos y eventos que acompañan la situación), sucesos (eventos sucesivos) y procesos (eventos que siguen a un determinado asunto). Estos planteamientos implican que hay consecuencias que pueden surgir de una determinada manera de comportarse (sentir, decir y hacer) y que es necesario seleccionar diferentes opciones de comportamiento para lograr los mejores resultados ante una situación determinada, y tal selección de opciones depende de nuestra experiencia previa de similares características. En consecuencia, como podemos observar, nuestra experiencia previa condiciona significativamente nuestra conducta en una situación determinada, y, a su vez, esta situación contribuye a ilustrarnos mediante los resultados de nuestra selección de alternativas de comportamiento y acción. La experiencia, en síntesis, es el resultado de nuestro percibir, decir y hacer a lo largo de nuestro vivir y experimentar el universo circundante.
Cuando Kant elabora su CRP (Crítica de la Razón Pura) tiene como objetivo terminar con las continuas confrontaciones entre maneras de concebir el universo que la filosofía había expuesto a lo largo de la historia. Cada pensador encontraba una concepción y la refutaba para exponer su propia manera de concebir. Así sucede que Heráclito considera que el universo es cambio y Parménides considera que el ser es permanencia. De alguna manera podemos ver estas dos posiciones como el inicio de empirismo e idealismo. Luego aparece Platón con su teoría de las ideas que es confrontada por el empirismo de Aristóteles, incluso desde su exposición de la metafísica. Y así, sucesivamente, siguen los siglos de exposición de posturas filosóficas, hasta la aparición del método científico que comienza a erosionar la validez de la filosofía como manera de concebir el mundo. En ese momento comienzan a correr paralelamente el desarrollo de la ciencia y la continuación de confrontaciones filosóficas: Leibniz con su monadología sigue el camino de los idealistas mientras que Hume sustenta la posición empirista. En esa situación encuentra Kant a la cada vez más desprestigiada filosofía frente al brillante desarrollo de la ciencia. Y en su CRP, con el apoyo de la ciencia, encuentra la solución del conflicto mediante la elaboración de lo empírico en las facultades cognoscitivas que se revelan en dicho empirismo, y encuentra un medio de balancear las posiciones haciendo aparecer, sin definirlo, puesto que definirlo sería admitir que la conocemos de alguna manera, la "cosa en sí", que es esa X indeterminada, como la denomina, que nuestra receptividad aprehende para que nuestra espontaneidad pensante elabore el material recibido y lo transforme en experiencia. Es lo que Kant denomina idealismo trascendental, por cuanto la "cosa en sí" es trascendente a nuestra sensibilidad, pues aporta el material que nuestra sensibilidad transforma en sus distintas formas: vista, oido, olfato, gusto y tacto.
Kant, posteriormente, trata de simplificar la exposición en una pequeña obra que denomina "Prolegómenos a toda metafísica futura", pero lo hace desde la conceptualización de la ciencia y, en consecuencia, tiene el mismo efecto conceptualizador de la CRP. A continuación voy a exponer lo que, en mi opinión, quería hacer Kant en sus Prolegómenos, y, para ello voy a tomar la experiencia y la someteré a las categorías. La experiencia es elaborada en función de las categorías de cantidad, cualidad y relación de la siguiente manera: En la categoría de cantidad tengo la unidad como principio de elaboración de la experiencia que es una, dentro de esta unidad hay una pluralidad de elementos, posiciones dentro de la infinitud y de la eternidad (espacio y tiempo, posiciones y eventos), y consiguientemente hay una totalidad que abarca y diferencia. A continuación tenemos la categoría de cualidad, dentro de la cual nos encontramos con la realidad como la presencia de aquella unidad, pluralidad y totalidad; seguidamente tomamos conciencia de que hay una negación para señalar tanto presencia como ausencia, que Hegel tomará como ser y nada para indicar dos momentos mutuamente inclusivos como pensamientos inseparables; y finalmente, dentro de la cualidad, nos encontramos con la limitación, que indica diferencia, presencia dentro de otras presencias y, dentro de cada presencia, unos límites que son limitaciones mutuamente excluyentes y mutuamente sustentadoras de la realidad presente como unidad dentro de una pluralidad que aprehendemos en actividad sintetizadora que luego analiza diferenciando y uniendo en continuo proceso de entendimiento. Sigue la categoría de relación con sus momentos de inherencia y subsistencia, como representación de la sustancia y sus accidentes o pluralidades dentro de la unidad y de la totalidad; luego viene la causalidad y dependencia para señalarnos la presencia de la eternidad como intuición que requiere de presencias que se suceden en cadenas de sucesos y procesos cuya unidad, nuevamente, se desenvuelve dentro de una pluralidad y en la comprensión de una totalidad aprehensora; y, como momento final de la relación, tenemos la causalidad recíproca, como sustento justificador de la realidad que aprehendemos en secuencias que dependen de nuestra focalización de lo presente en su pluralidad interdependiente y entrelazada dentro de la infinitud que la comprende. En cuanto a la categoría de modalidad, que según Kant no añaden nada al cuadro anterior, tenemos la posibilidad e imposibilidad como opciones de concepción para nuestra imaginación creativa; la existencia y no existencia como manifestaciones de la realidad que se expresa en su organización dentro de nuestro entendimiento; y la necesidad y contingencia como formas que implican aquello que no podemos imaginar sin añadir nuestra manera de asignar presencias necesarias por sí mismas y presencias cuya aprehensión es producto de las circunstancias diversas que pueden unificarse en una realidad contingente.
Con el desarrollo de la ciencia y su éxito en mejorar las condiciones o "calidad de vida" de los seres humanos, aparece cierto menosprecio por la filosofía, menosprecio que no toma en cuenta que el científico toma para sí el papel de fundamentación que antes reposaba en el filosofar, por lo cual se entra en una manera de ver el universo que parece considerarlo a disposición del ser humano y su manera de captarlo. Olvidándose de la unidad, pluralidad y totalidad que no puede ser accedida desde la limitación del discurso, ya señalado por Kant en su CRP en relación a la metafísica y los temas trascendentes: Dios, Alma, Libertad, Eternidad... El desarrollo de la psicología a finales del siglo XIX y durante el siglo XX permitieron volver a dar un valor de mayor jerarquía a la filosofía, por lo menos en mi manera de ver el universo, puesto que la religión viene a encontrar su razón de ser en la espiritualidad, que forma parte de la experiencia de unos pocos seres humanos denominados santos y maestros espirituales, que han existido en el transcurso de todas las épocas, y cuya experiencia no ha formado parte significativa de la cultura de los pueblos, aunque ha servido para fundamentar la ética y la moral como elementos de unión de los individuos que forman una comunidad. La filosofía, como ejercicio de la conciencia, tiene en su deuda para con la espiritualidad, que siempre consideró fuera del ejercicio del pensamiento empírico, un campo de ejercicio para el encuentro con una nueva manera de concebir la experiencia. La experiencia espiritual debe ser buscada en un contacto con lo que no es tangible, pero es un camino de experimentación interior que permite tomar conciencia de que el "Yo soy..." también tiene una manifestación por encima de lo físico, astral, causal, mental y etérico. El solo hecho de que yo pueda observar estos niveles de conciencia apunta a una experiencia del simple observar que toma conciencia de la unidad, pluralidad y totalidad dentro de un contexto de mayor significación, que, trascendiendo lo sensible, puede adentrarse en nuevas maneras de integrar al individuo con el universo en una causalidad recíproca que se responsabilice por la causalidad y dependencia individual en su accionar sobre el mundo circundante. Y cuando señalo lo individual, como origen de cambios, me refiero tanto al individuo (unidad) como al conjunto de individuos (pluralidad) dentro de un universo que comprende a ambos en una totalidad que lo abarca.

viernes, 21 de marzo de 2008

Experiencia 16

La experiencia es enseñanza recibida desde el universo que me rodea. Es aprendizaje para manejar las situaciones y circunstancias con las que me encuentro. La experiencia comienza desde el nacimiento, pues caminar, comer, relacionarme con mis semejantes y con el mundo circundante requieren que mis facultades físicas y no físicas adquieran la fortaleza y disposición apropiada para sostener el cuerpo y sus facultades operativas. La experiencia es acumulación de información de eventos, de experiencias particulares, que me permiten enfrentar nuevos eventos, que nunca serán iguales pero pueden guardar semejanzas. La experiencia sigue la regla natural de causa y efecto, de ensayo y evaluación, que conduce desde la ocurrencia del evento al aprendizaje de la manera en la que me funcionó cualquier recurso utilizado en la selección de alternativas de acción.
Aunque la experiencia es individual, se tiene la costumbre de asociarla al conocimiento transmisible de un individuo a otro. Cosa que no es cierta, por lo menos en un elevado porcentaje de situaciones, pues el conocimiento es universalizador de conceptos para economía del lenguaje y la comunicación correspondiente, por lo cual, y debido a que ninguna situación es idéntica a otra, la particularidad de cada situación y circunstancia involucra elementos que modifican los eventos. Si nos detenemos en una situación totalmente física, como el caminar, vemos que el aprendizaje se realiza en diferentes condiciones de terreno que permiten el dominio de subir y bajar una pendiente, caminar en un sendero pedregoso o en un bosque o un monte, etc. Cada situación involucra el desarrollo de una particular maestría que se une a la habilidad natural que se utiliza en cada evento. Si tratamos con una situación no física, como el pensar, la experiencia solamente pude ser adquirida mediante la práctica continua de dicha facultad, guiados por una persona que haya logrado un nivel de maestría bastante más desarrollado que el nuestro. Y, cuando se considera el campo de la espiritualidad, se requiere de la presencia de una persona cuya maestría es difícil de evaluar desde los patrones de evaluación socialmente conocidos, por cuanto lo social es, por definición, lo visible, y lo espiritual corresponde a un área desconocida para la mayoría de los seres humanos.
En el área de la espiritualidad hay términos que no tienen correspondencia con experiencias comunes, aunque pudieran evocar términos semejantes. Tal es el caso de los niveles de conciencia, cuyas denominaciones son, en lo socialmente conocido, físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo (sub e inconsciente). En los escritos espirituales se acostumbra denominar los niveles de conciencia físico, astral (imaginación), causal (emocional), mental y etérico (sub e inconsciente). Como puede observarse, la imaginación es la base del nivel astral, la emocionalidad, que se fundamenta en el esquema causa-efecto, es la base del nivel causal, y el subconsciente e inconsciente, básicamente un área oscura a la conciencia de vigilia normal del ser humano, son la "base" del nivel etérico de conciencia. En esta línea de lenguaje, se acostumbra hablar de cuerpo físico, astral, emocional, mental y etérico para referirse a conjuntos de características (en cierta forma se trata de niveles energéticos de presencia y secuencia) coherentes con dichos niveles de conciencia. Por supuesto que todo esto es descrito desde una perspectiva que solamente ha hecho contacto con los niveles más evidentes y compartidos por los seres humanos que no hemos accedido al conocimiento de los niveles conciencia separados de la receptividad sensible. Así mismo, queda en la simple mención el nivel más elevado de conciencia que se denomina "alma", que es un nivel de experiencia propio de los santos y maestros espirituales, cuya mensaje trasciende los niveles de la receptividad sensible física, astral, causal, mental y etérico.
La experiencia es la base del conocimiento, y, dentro de este, la filosofía descubre la conciencia como elemento sobre el cual se fundamenta la adquisición de experiencia y conocimiento. Sin embargo, la filosofía no ahonda en la conciencia que, por otra parte, ha sido identificada en los movimientos religiosos con el sentimiento de culpa (asociada con el pecado, o falta, que origina dicha culpa) que surge de condicionamientos que tienen que ver con los conceptos de bueno y malo, del bien y del mal. El pecado más antiguo es el de desobediencia, ejemplificado bíblicamente en el consumo del fruto del árbol del bien y del mal, y seguidamente el pecado de envidia y el quitar la vida de un semejante en la historia de Abel y Caín. Apartando la simbología oculta en estas historias, que expresan un mundo difícil de imaginar en nuestra sociedad actual, al menos para los no iniciados en el nivel de la conciencia del alma, la conciencia ha tenido su más afortunado acercamiento en la psicología y psicoterapia actuales, que han coincidido en definirla con el "darse cuenta", el "tomar conciencia", que, de alguna manera, "descubre" lo que sucede en el interior de la persona cuando piensa, habla y actúa en armonía o confrontación con "el mundo como parte integral con el sujeto" que tiene la experiencia.
Tres hitos hay, en mi opinión, en este descubrimiento de la conciencia: El primero es el de bien y mal como términos de calificación que no corresponden con lo que es real, por cuanto el devenir del "ser" humano se concreta en el aprendizaje continuo de ensayo y evaluación, que permite acumular información acerca de lo que "funciona", de lo que es "apropiado" para la supervivencia y conservación de la vida en todas sus manifestaciones. El segundo es el de amar a Dios (la totalidad inclusiva de cuanto existe como manifestación y expresión de una Conciencia que subyace y dirige el universo) sobre todas las cosas, y al prójimo como a tí mismo (que establece la convivencia entre los seres humanos a los cuales se dirige el mandamiento). El tercero es el más elevado nivel de la razón humana en su concepción de la convivencia y armonía, y corresponde al imperativo (por ser mandamiento de la razón pura, cuyo caracter de necesidad es racional) categórico (por corresponder a una categoría o jerarquía máxima dentro de la racionalidad humana) kantiano: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal". La conciencia presente en estos tres hitos, conocimiento, religión y filosofía, es el "darse cuenta" que formamos parte de un universo cuya convivencia es el máximo bien para la operatividad de la totalidad, y que el "ser" humano es una parte significativa por su racionalidad.
La experiencia es, en la perspectiva de la filosofía, contraparte de la conciencia. Son las dos caras de la misma moneda. El conocimiento, sin la presencia de la conciencia, se convierte en instrumentalidad confrontante del universo, y atenta contra la armonía universal. Por supuesto que esta visión es humana y limitado, porque no sabemos si es la confrontación y desarmonía lo que hace que la evolución universal se dirija por cauces que solamente son visibles a los santos y maestros espirituales, para no mencionar a La Conciencia que acostumbramos denominar Dios.
Dentro del modelo de "ser" humano desarrollado por Kant en su CRP, desde la perspectiva del conocimiento, las tres categorías fundadoras del conocer son la cantidad, la cualidad y la relación. La cuarta categoría, referente a la modalidad, tiene, en mi opinión, lo que faltaría para que lo tratado en la Crítica de la Razón Práctica (reglas de convivencia denominadas ética y moral) y en la Crítica del Juicio (relacionado con el arte y la belleza) pudiera integrarse, de alguna manera que desconozco en el presente, en una totalidad coherente. En efecto, las categorías de modalidad se refieren a posibilidad-imposibilidad, existencia-no existencia, necesidad-contingencia, que corresponden con modos o maneras de ver el universo, y, aunque el conocimiento es una manera de ver el universo comunicable entre seres humanos, las categorías de modalidad añaden un aspecto de individualidad que correspondería a los niveles no comunicables de la espiritualidad como posibilidad, existencia y necesidad no accesibles mediante la receptividad sensible sino a cualidades propias de un alma cuyo contacto con el universo es más de pertenencia y complementaridad que de causalidad y dependencia.

lunes, 17 de marzo de 2008

Experiencia 15

Experiencia es representación de mi conciencia en su encuentro con la conciencia del mundo. Presencia y secuencia son los modos de manifestarse la diversidad de encuentros de mi conciencia con la conciencia del mundo, y corresponden con la infinitud y la eternidad en sus representantes de medición de espacio y tiempo. Mismidad e identidad son la concreción en materialidad y conciencia como complementos referenciales de presencia y secuencia.

El conocimiento tiene la intención, no explícita, de facilitar mi encuentro con la conciencia del mundo. Sin embargo no corresponde a la experiencia como acumulación de ensayo y observación a partir de mi encuentro individual sino al encuentro con la mismidad e identidad de muchos referenciales de presencia y secuencia. Por consiguiente, mi utilización del conocimiento es puramente instrumental y corresponde con el mundo creado por el "ser" humano en la historia de mi contexto social y no con mis necesidades de relación con el mundo natural que sustenta el contexto social.

Solamente la experiencia individual puede guiarme, unida con las enseñanzas de santos y maestros espirituales, incluídos aquellos que reglamentaron las sociedades humanas a lo largo de la historia de la humanidad, pues, de alguna manera, dichos reglamentadores acogieron las enseñanzas de los maestros espirituales y los santos, si es que no fueron representantes pioneros de santidad y experiencia espiritual, en mi encuentro con el mundo. Mi conciencia se encuentra con la conciencia del mundo en diversos niveles de experiencia (o conciencia): físico, imaginativo (denominado en las enseñanzas espirituales astral), emocional, mental y reactivo (sub e inconsciente). El grado más elevado de conciencia es aquel que observa los niveles de conciencia físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo en plena aceptación y cooperación con el mundo y siguiendo las reglas: No te lastimes ni lastimes a otros, cuida de tí para que puedas cuidar a otros y utiliza todo para avanzar, para crecer, para expandir tu conciencia, aprendiendo de todo cuanto se presente en tu encuentro con la conciencia del mundo.

El conocimiento es una acumulación de experiencias de contacto con el mundo que pueden utilizarse en el mundo creado por el "ser" humano. Sin embargo, dicho conocimiento tiene la limitación de que se limita a la mismidad y la identidad sin atender a la conciencia. Es la materialidad o, de otra manera, lo exterior que se utiliza como referencia exclusiva. Tal conocimiento puede resumirse en tres áreas: la filosofía, las ciencias propiamente de lo exterior y las ciencias humanas y la religión. Las ciencias de lo exterior y de lo humano han creado un mundo paralelo al mundo natural, que nos comprende como seres vivos. La filosofía descubrió la conciencia, pero lo hizo en la forma del "Yo pienso" y no del "Yo soy..." que es la conciencia en su representación más externa y en niveles de desarrollo y descubrimiento. La religión es el asomo, el intento de la espiritualidad desde su intención de acoger la conciencia como principio de manifestación y expresión; sin embargo se encerró en un edificio conceptual de preceptos, obligaciones y deberes que dejaron la expresión del "ser" humano como simplemente apetitivo, y no facilitando, salvo los practicantes místicos dentro de las religiones, el desarrollo y evolución de la conciencia individual en su genuino ejercicio de lo humano, del "ser" humano, que participa de lo divino en su "ser" trascendente por encima del "ser" apetitivo.

El mundo creado por el "ser" humano, mediante las ciencias denominadas duras y las ciencias de lo humano, han eliminado muchas de las inseguridades y vulnerabilidades propias del mundo natural y han creado una apariencia de seguridad y control en el devenir de lo humano. Sin embargo, han originado un olvido del mundo de la conciencia, y la apariencia de seguridad y control desaparece ante lo impredecible del mundo natural y de la inconciencia propia del "ser" humano sometido a su "ser" apetitivo en detrimento de su "ser" trascendente dentro del contexto que ha creado. Esto, por supuesto, tiene caracter subjetivo, por cuanto la naturaleza trascendente del mundo por encima de su manifestación material, tiene un camino de evolución y desarrollo que solamente es "visible" para los santos y maestros espirituales.

Estas perspectivas me permiten tomar conciencia de la dificultad que han tenido todos los filósofos en su aprehensión del mundo. Esto es lo que hacía que Kant expresara la dificultad de la filosofía en su conceptualización, pues cada filósofo tenía su particular manera de ver el mundo y tales conceptualizaciones eran confrontadas por los sucesivos pensadores. Esto es, igualmente, lo que le lleva a su Crítica de la Razón Pura como intento de unificar los criterios para comunicar una base sobre la cual pudiera construirse una nueva manera de filosofar. Y aunque logra, en mi opinión, un balance entre idealismo y empirismo, como corrientes dominantes del filosofar a lo largo de los siglos, se olvida de que él mismo sería objeto de confrontación y menosprecio, pues es imposible que la mente acceda a la conciencia de un pensador. Cada pensador, inclusive antes de Kant, ha "visto" una realidad y ha expuesto su "visión" para que sea integrada en un contexto que evolucione de acuerdo con las experiencias que fueran pertinentes en lo sucesivo. Sin embargo, el único "descubrimiento" válido y transmisible que ha logrado la filosofía, y ello solamente complementado con la visión de los santos y maestros espirituales, es el de la conciencia como presencia constante dentro de la secuencia, como esencia presencial dentro de la infinitud y eternidad, en sus medidas de espacio y tiempo, en un "Yo soy..." que se manifiesta y expresa dentro de un "Yo Soy El Que Soy" planteado como Divinidad subyacente que se manifiesta en todo cuanto existe, se manifiesta y se expresa en el mundo. Las "visiones" particulares de cada pensador son, probablemente, apropiadas a su manera de "ser" humano, pero no logran ser accedidas por la mente, por cuanto la conciencia tiene su esencial participación en lo que la mente puede "comunicar" mediante el lenguaje oral, escrito y simbólico. Un logro importante sería que los pensadores tomaran como punto de partida lo planteado por un filósofo que le precedió y observara lo que puede avanzar. Es decir, por ejemplo, tomar un concepto como esquematismo, planteado por Kant en su manera de explicar la forma de aplicación de las categorías dentro de las intuiciones de espacio y tiempo y ahondar en lo que pudiera significar que el esquema de un triángulo solamente existe en el pensamiento, pues en la realidad solamente tenemos triángulos particulares como manifestación del concepto general de triángulo como figura general de la imaginación pura en relación con figuras puras en el espacio. En lugar de ahondar en la conciencia para buscar los orígenes de la conceptualización de Kant, buscamos en el entendimiento, por naturaleza discursivo, secuencial y no totalizador, y nos vemos en la imposibilidad de evolucionar la concepción planteada.

En mi opinión, todos los filósofos han concebido un mundo que han tratado de llevar al lenguaje y han tropezado con el lenguaje de los sucesores, que se ha opuesto a la concepción recibida por no ser posible acceder a la conciencia, al "Yo soy..." que se expresa y manifiesta desde una manera particular de "ver" el mundo. Es un asunto similar al mundo matemático cuando pasa del mundo concreto al mundo abstracto de la presencia (infinitud, espacio) a la secuencia (eternidad, tiempo), cuando pasa de un número de objetos al simple número. Y, con todo, en el mundo de la matemática siempre se encuentra una manera de manejar lo abstracto que, aparentemente, deja contentos a todos. Un ejemplo es el de la infinitud a partir de la matemática: En el mundo real tenemos un cierto número de objetos (ovejas, piedras, sillas, ...), y es muy difícil que pasemos a la infinitud con la misma facilidad que en la matemática. En la matemática pasamos del número 1 ó 2 al infinito con la simple división por cero en un proceso conocido como cálculo de límites; 1 representaría un segmento de recta entre 0 y 1 como coordenadas, 2 representaría un segmento de recta entre 0 y 2 como coordenadas, y así sucesivamente, cada proceso produce un infinito que, supuestamente, podemos manejar simbólicamente; el 0 representa un punto sin dimensión, un punto abstracto. En forma semejante, en la geometría se consigue manejar un concepto de recta paralela que admite más de una recta paralela en contraste con la geometría de Euclides, y se maneja mediante la intuición de un círculo que admite líneas que no se cortan porque solamente se considera lo comprendido en el círculo; por supuesto que estos ejemplos son burdos por la mente poco matemática de quien escribe estas perspectivas. Sin embargo, un ejemplo más significativo para la reflexión lo constituye el campo de los denominados números imaginarios, que parten de un concepto de una raíz par negativa, que no son posibles en la matemática de los números reales, y cuya utilidad intuitiva nace cuando se acude a la representación cartesiana y se adopta como eje perpendicular a los números reales un eje que tiene como unidad la raíz imaginaria, o sea, la raíz de menos 1. Incluso se logra, en este último caso, incluir un movimiento direccional, pues, en el denominado producto vectorial, al multiplicar los vectores unitarios se obtiene un nuevo vector unitario perpendicular a los iniciales.

sábado, 15 de marzo de 2008

Experiencia 14

La experiencia es reveladora de la conciencia. La conciencia va escalando los distintos niveles (físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo) mediante identificaciones sucesivas con las diversas experiencias particulares. La experiencia, propiamente, se identifica con el individuo, sin embargo está constituída por eventos particulares denominados igualmente "experiencias" en sentido participativo. O sea, cada experiencia particular participa o constituye una presencia particular de la experiencia como conciencia del individuo de su devenir evolutivo.
La experiencia revela la conciencia mediante el proceso denominado hasta la presente fecha "ensayo y error" y que yo prefiero denominar "ensayo y evaluación". En efecto, es el tratamiento de cada situación, mediante la acción del individuo y la observación de los resultados (evaluación), lo que constituye la base sobre la cual se va revelando la conciencia en sus distintos niveles. Este proceso de ensayo y evaluación es lo que se denomina "método científico", cuya formulación fue iniciada por Francis Bacon, y que se diferencia del ensayo y evaluación por el hecho de realizarse en forma de formulación de hipótesis previa al ensayo y por la planificación del ensayo o experiencia específica de que se trate así como por el objetivo, que consiste en obtener "leyes o conclusiones generales", teorías, a partir de "experimentos" dirigidos.
Mediante ensayo y evaluación aprendemos en nuestros primeros años de vida las habilidades propias del "ser" humano: movilizarnos en posición erguida, socializar, y todas las actividades que nos permiten un desenvolvimiento natural previo al entorno escolar que nos guiará, posteriormente, en una forma menos natural y más "automatizada", según las reglas de "conocimiento" que se nos inculcan en las escuelas básica, primaria, secundaria y universitaria.
El mejor proceso de aprendizaje es el modelaje, pues equivale al proceso de facilitación que realiza el psicoterapeuta para que el paciente que acude a su consulta maneje sus procesos internos desbalanceados de acuerdo con sus propios recursos y de acuerdo con un modelo que va evolucionando con el ensayo y evaluación continua del individuo objeto del proceso de sanación. Igualmente el modelaje es el mejor proceso de enseñanza, pues el maestro espiritual señala, mediante su propia acción y observación del estudiante, así como en su manera de manejar su vida individual, formas de conducta que son accesibles sin ser impuestas, pues el estudiante debe encontrar su forma personal de manifestación y expresión acorde con sus facultades y sentidos internos.
La experiencia se desenvuelve en forma dirigida o aleatoria. La conciencia se revela en forma automatizada, mediante la enseñanza religiosa y escolar o se deja al proceso de modelaje de los adultos y la sociedad circundante. Estas alternativas, en la sociedad actual, producen efectos diversos según los individuos, cuya conciencia puede estancarse en modelos repetitivos y áridos que los incapacitan para recorrer los diversos niveles de conciencia, o pueden originar procesos de transformación interior que los dirijan al descubrimiento de su conciencia interior, o sentido interior alerta o silencio interior activo, con la consiguiente evolución hacia los niveles de conciencia espiritual más elevados. Este proceso, misteriosamente, es dirigido desde una conciencia que solamente es accesible a los santos y maestros espirituales, que han recorrido el proceso de evolución interior hasta llegar a su conciencia interior individual.
El conocimiento es una conciencia dirigida a lo que puede comunicarse, al mundo exterior, a lo material perceptible mediante los sentidos físicos del ser humano. Si el conocimiento pudiera transformarse en experiencia sería de una significación mayor a la que actualmente se evidencia en la sociedad. En efecto, la experiencia, con su indefinición de ensayo y evaluación que no alcanza nunca un "modelo" estático de teorías plenamente establecidas, es la única que puede conducir a un ser humano a un manejo de sus acciones, situaciones y circunstancias de una manera que le produzca el mayor beneficio posible dentro del mayor beneficio para todos los involucrados con su presencia. Actualmente el conocimiento es instrumental sobre el universo circundante, que se transforma en tecnología y técnica para satisfacer "necesidades" cada vez más artificiales, aunque cada vez son más "apetecidas" por la "naturaleza" humana en el logro de condiciones de vida material cada vez más novedosos. Estas condiciones de vida material probablemente conduzcan a una sociedad que requiera y necesite de la evolución de la conciencia en forma eminente, para producir manejos de actividades, situaciones, y circunstancias que conlleven a una elevación de la conciencia individual, pues solamente la evolución interior del individuo, del "ser" humano, en toda su amplitud, puede balancear las "apetencias" sensibles hacia la liberación del "ser" humano de su naturaleza apetitiva y el logro de su naturaleza trascendente.

lunes, 3 de marzo de 2008

Experiencia 13

La experiencia es tan íntima al "Yo soy" que su transferencia a otro "Yo soy" para su utilización como referencia para enfrentar al entorno que lo rodea es prácticamente inoperante. Es la vieja norma de que "nadie escarmienta en cabeza ajena". Por otra parte es el fundamento (establecimiento, aseguramiento y cimentación) del conocimiento y, por extensión, de la enseñanza escolar, secundaria y universitaria. En tal sentido requiere, en la época moderna, una actualización para garantizar que sus beneficios se transformen en verdadero progreso del "ser" humano en su elevación hacia su naturaleza trascendente, partiendo de su naturaleza racional apetitiva.
Modernamente ha surgido, en relación al proceso de enseñanza aprendizaje, un modelo de relación denominado facilitación. Sobre todo se utiliza en psicoterapia individual y de grupos para introducir al individuo en un proceso en el que actúe como su propio maestro, observando su "ser" interior, su sentido interno alerta o silencio interior activo (la conciencia), en mi manera de ver estos temas, para acceder a las mejores alternativas disponibles para su acción ante las diversas situaciones, circunstancias y "experiencias" que le toca manejar, para lograr, con su pensamiento, palabra y acción, el mejor resultado para sí mismo y su entorno, incluyendo a sus semejantes ("el mayor bien de todos los involucrados").
En cuanto al conocimiento, cuya fundamentación en la experiencia es reconocida en el método científico de hipótesis, experimentación y comprobación de modelos y teorías científicas, debe sufrir una crítica de sus fundamentos desde la perspectiva filosófica. En particular, en mi opinión, dicha crisis de fundamentos comienza con los términos de identidad y mismidad que definen lo denominado objetividad. En efecto, la identidad es un término que, similar al de experiencia, establece una relación íntima entre el "Yo soy" y el entorno. La identidad define el "Yo soy". La identidad es propia y definitoria para el "Yo soy" en su entorno, y constituye, como lo estableció Descartes en su época, el núcleo sobre el cual se constituye su establecimiento, aseguramiento y cimentación individual, su objetividad paciente desde la subjetividad actuante. La mismidad, por otra parte, es la fuente desde la cual se alimenta la comunicación interhumana para acceder al entorno desde perspectivas individuales. La mismidad está definida como aquello común (mismo) a los distintos seres humanos en su aprehensión del entorno objetivo y sucesivo (infinitud y eternidad representados en sus medidas de espacio y tiempo).
El lenguaje, en sus diversas vertientes, es el depositario de la mismidad. Cuando es nominativo tiene su máximo logro, cuando es conceptual atiende a lo temporal y, en ese caso, tiene amplias posibilidades de interpretación, o sea, deja de representar la mismidad para adentrarse en la identidad subjetiva, en la individualidad que tiene una historia personal que lo limita en su aprehensión del universo que lo comprende y sustenta en sus vulnerabilidades y potencialidades. El vocabulario, nominativo por excelencia, se ve limitado por la memoria humana, incapaz de nominar la infinitud de cosas, situaciones y circunstancias, y acude al discurso conceptualizador para universalizar terminologías que establezcan mismidades sujetas a la interpretación en grados diversos de amplitud y comprensión. Estas amplitudes son tan laxas, tan elásticas, que cubren diversas aprehensiones para una misma identidad, para un mismo individuo, para un mismo "ser" humano. Y es tan amplio que este mismo enunciado en curso, y los inmediatos precedentes han requerido del término "mismo" para referirse a un individuo y señalar que dicho individuo (término universalizador de persona, ser humano, etc.) es único, es "el mismo individuo".
En resumen, la mismidad, la identidad y la experiencia transformada en proceso de enseñanza aprendizaje requieren de un planteamiento novedoso en la manera de acceder al universo, de manera tal de acortar las distancias entre el lenguaje y la experiencia, entre el lenguaje y los individuos que lo utilizan como medio de intercambio de información para el pensar, hablar y actuar en la consecución de objetivos comunes que atiendan el mayor bien de todos los involucrados, incluyendo el entorno o universo cercano, paciente y actuante. Por ahora, la mejor manera de introducir a un individuo en una comprensión (aprendizaje) del universo que lo rodea y sus potencialidades de acción y reacción es la facilitación, es poner al individuo a interactuar con el entorno en circunstancias que pueda controlar bajo la tutela observadora (en ningún caso actuante) de alguien que tenga ya la "experiencia" requerida para que su aprendizaje pueda resultar en el mejor creador de su pensamiento, palabra y obra. En tal sentido, el resultado se transforma en experiencia-conocimiento que puede ser concretado en el lenguaje de intercambio facilitador aprendiz y puede ser consolidado en un lenguaje común que señale unívocamente conceptualizado dicha experiencia-conocimiento.