miércoles, 26 de marzo de 2008

Experiencia 18

Experiencia y ser se refieren a lo mismo. La diferencia reside en que experiencia es propia del sujeto, es íntimamente constitutiva y ser corresponde al objeto, es observable desde el sujeto. Podemos decir, por ejemplo, "el hombre es racional" o "el hombre experimenta lo racional o experimenta razonar"; en cambio la frase "el hombre es alto" no tiene equivalencia en la experiencia, salvo como experiencia externa "el hombre experimenta la altura", para referirse a su posición en el espacio circundante. Así como el ser está constituído por seres que lo integran, la experiencia está integrada por experiencias particulares que la componen. Tal vez esta haya sido la dificultad de los filósofos en sus exposiciones acerca del ser, pues el término incluye lo subjetivo y lo objetivo en una misma expresión.
La experiencia es semejante al alimento, pues es asimilada por el sujeto de la misma forma que el alimento lo es por el sistema digestivo, generando vitalidad y desechos. El sujeto, cuando tiene experiencias, involucra todos sus cuerpos: físico, astral, causal, mental y etérico en la actividad y se genera un cambio interior semejante al cambio que se genera en la asimilación del alimento. La diferencia reside en que no tenemos un sistema excretor que permita que desechemos aquellas cosas que no son útiles en la experiencia particular que pasa a integrar la experiencia constitutiva del sujeto. De aquí surgen los desbalances que denominamos enfermedades, que pueden involucrar los diversos cuerpos que nos constituyen. La experiencia se va constituyendo en el sujeto como manera de integrarse con el mundo circundante, y, consiguientemente, va asimilando, junto con los elementos de integración positivos para el conjunto, conductas que atentan contra la integridad del sujeto dentro del mundo que lo comprende y abarca, produciendo así los desbalances o enfermedades propias del sujeto como ente autónomo, y pudiendo incidir en el medio inmediato en forma similar a un tumor dentro del organismo.
Hasta el presente los hombres de ciencia se han ocupado exclusivamente del sujeto material, olvidándose de los restantes cuerpos y facultades propias del "ser" humano, o, por lo menos, seccionándolas en partes desintegradas entre sí. Es así como un filósofo como Kant divide la acción humana en tres: Razón Pura, Razón Práctica y Facultad de Juzgar, en lugar de evaluar el conjunto (Conciencia). Sin embargo, es notorio que en su Razón Pura están involucrados la Razón Práctica y la Facultad de Juzgar como elementos que surgen para su posterior y separado desarrollo. Naturalmente que esta manera de ver al "ser" humano es herencia de los siglos de pensar y hacer ciencia, arte y religión que le precedieron. Kant, de alguna manera, inicia una integración de los diversos campos o áreas en una totalidad que denomina Razón Pura y que, realmente, sugerida en la conciencia como "Yo pienso", anuncia o sugiere el "Yo soy" que es la que rige los diversos cuerpos o facultades que están, o pueden estar, bajo su observación.
Así como existen cuerpos físico, astral, causal, mental y etérico dentro del "ser" humano, existen cuerpos semejantes en el mundo o universo que lo comprende y abarca. Por lo menos eso es lo que "se dice" en los escritos espirituales, y hay suficientes razones o indicios en las ciencias humanas como para postular una tal existencia.
La importancia de los cuerpos astral, causal, mental y etérico para la supervivencia humana reside en el encuentro con la conciencia como alma que puede manifestarse con una mayor armonía y equilibrio para la supervivencia del mundo, incluído, naturalmente, el "ser" humano. En efecto, de dicha conciencia surgen los principios que pueden regir el intercambio "ser" humano y mundo en una dinámica que contribuya al mayor bien del conjunto. Y aquí cabe hacer una acotación en relación a la experiencia como manifestación del individuo dentro del mundo del que el "ser" humano forma parte: Hasta ahora hemos venido considerando la experiencia como intercambio de un "ser" humano con el mundo circundante, y hemos visto que el producto ha sido una instrumentalización de la naturaleza en "beneficio" ("bienestar", "calidad de vida") de dicho "ser" humano, sin tomar en cuenta que la naturaleza, hasta donde podemos alcanzar, y salvedad hecha de los grandes movimientos naturales (los astros, terremotos, maremotos, inundaciones, lluvias y sequías, etc), ha sido un objeto pasivo del "ser" humano en su manera de ver el universo. En ningún momento ha sido el "ser" humano sujeto del "ser" humano en su consideración de la experiencia (y su contraparte, la conciencia) requerida para manejar el mundo de una manera más equilibrada e integral . El cuerpo astral, emocional, mental y etérico del "ser" humano ha sido objeto de olvido para hacer que la experiencia se constituyera en un individuo integral con el mundo, incluídos sus pares humanos. La misma psicología, cuyo aporte más valioso ha sido la psicoterapia individual y de grupos, ha seguido los cánones de la ciencia, pretendiendo un estudio "objetivo", que no es el mejor camino para el establecimiento de una ciencia que integre la emocionalidad humana (cuerpo causal), principalmente, y su influencia sobre la imaginación, la mente y las reacciones propias de lo subconsciente e inconsciente (productos, estos últimos, de la experiencia).
El mundo real, que es preciso integrar dentro del sistema de "conocimientos", debería incluir el mundo de los seres humanos y sus relaciones de causalidad y dependencia y de causalidad recíproca que promueva una nueva manera de formar a los seres humanos en desarrollo (niños), para darles la herramienta de la conciencia como instancia a la cual acudir en su asimilación de la experiencia. Tal vez esto contribuya a que surja un sistema excretor que le permita a la experiencia deshacerse de los elementos nocivos y desestabilizadores de su presencia física dentro del mundo que lo rodea.
El lenguaje, en particular, nace como un medio de comunicación para que los seres humanos intercambien información pertinente a su convivencia. Con el tiempo surge la conceptualización como manera de aumentar el poder de la palabra y para incluir aquellos elementos no visibles de su experiencia. Esto desvió el lenguaje hacia la universalización, y dejó lo particular, lo incidental, lo específico, objeto real de la comunicación, como algo cuyo menosprecio comenzó inadvertidamente y, posteriormente, se transformó en una manera de evaluar lo subjetivo como inferior a lo objetivo, aunque no es posible menospreciar lo subjetivo puesto que incide en lo objetivo y lo que se genera es una subjetividad compartida en contra de una objetividad inerte y carente de significación para la experiencia, salvo la constitución de prejuicios en las maneras de juzgar que un ser humano utiliza para relacionarse con el universo que lo rodea. Es necesario que la experiencia humana retome el valor de cada "ser" humano, y, en particular, la manera de experimentar de los santos y maestros espirituales como vías de acceso a experiencias cuyo descubrimiento es posible para todo "ser" humano. En mi opinión, es posible que el lenguaje retome su característica de especificidad que contribuya con la claridad de la comunicación, particularmente en las relaciones de causalidad y dependencia y causalidad recíproca informativa entre seres humanos, y de estos con el mundo circundante.