viernes, 8 de febrero de 2008

Experiencia 11

Experiencia y memoria, pues, son dos caras de la misma moneda en el "ser" humano. Esas mismas caras se encuentran en el "ser" sociedad en la forma de experiencia e historia. En lo singular, la experiencia es inicio de la conciencia del alma (conciencia). En lo plural, la experiencia es inicio de conciencia del espíritu (espíritu). La experiencia individual comienza a realizarse con la creación del lenguaje. Si el individuo se hubiera quedado con su mismidad, sin comunicación con "el otro", sin el lenguaje que exprese lo externo, la conciencia no se habría revelado, pues solamente el ejercicio de la comunicación permite in-formar al individuo acerca de sus facultades y su relación con el entorno como conciencia que trasciende lo apetitivo.
Cuando el "ser" humano crea el lenguaje comienza a ejercitar su trascendencia de lo apetitivo. Sin embargo, pareciera que el lenguaje lo encierra en lo simplemente mental, en el entendimiento (discurso) y la razón (principios discursivos). En efecto, palabras como espacio, tiempo y ser, que designan maneras de comunicarse (comunión de experiencias externas y comienzo de lo interno que manifiesta la empatía - comunión de experiencias internas - en una forma externa) se transforman en misterios que proyectan el único misterio subyacente al lenguaje: el "ser" trascendente que no puede ser captado por los sentidos físicos ni el discurso. Y es que espacio y tiempo son expresiones de la infinitud y la eternidad que, si bien no pueden ser recorridas por la percepción de lo material, solamente pueden ser abarcadas, concebidas y conceptualizadas por el entendimiento discursivo y la razón completante del "ser" humano. En forma semejante, el "ser" es la expresión de lo que se manifiesta y expresa en forma que se unifica en el entendimiento, a semejanza de la infinitud y eternidad, para ser concebidas en la comunicación como aproximaciones que manifiestan una unidad de manifestación y de expresión (ser) en el lenguaje que intenta siempre servir de puente al "ser" humano que trasciende lo apetitivo y se adentra en lo que los sentidos físicos no pueden captar. Sujeto (unidad de manifestación), cópula (expresión de la multiplicidad posible: "ser") y predicado (expresión de la particularidad integrante de la multiplicidad del "ser") es el núcleo fundamental del discurso, del lenguaje, que comenzó como simple "nominación" de la diversidad externa al "ser" humano (el no-yo con respecto al yo).
Los santos y maestros espirituales han declarado al lenguaje como impropio para expresar el alma y su comunión con el universo en una unidad que es comunión y comunicación simultáneas sin intermediación de lenguaje o discurso alguno (así como cada miembro del cuerpo humano forma parte de un solo organismo vivo, cada "ser" es una parte de un organismo viviente que es el universo). Solamente se valen del lenguaje en parábolas, historias y analogías (mito de la caverna de Platón) que "señalan" lo que los sentidos no pueden captar y que no tiene correspondencia alguna con lo que el discurso expresa acerca del "ser" del universo a la manera del conocimiento (técnica, tecnología y ciencia).
Los primeros filósofos griegos buscaban el elemento subyacente a la unidad del universo. O sea, presuponían que el universo era un todo integrado por un algo que la ciencia moderna identificó inicialmente con el átomo y que, posteriormente se ha ido difuminando en partículas elementales cada vez más misteriosas e inasibles hasta la concepción de una antimateria particular para explicar la constitución física de la materia. Finalmente ha quedado solamente el término energía para re-presentar lo que el discurso quiere conocer, pero que la experiencia no puede capturar individualmente, pues es la memoria colectiva la que se desenvuelve en "experimentos controlados" que aislan "variables" para "comprender" la totalidad. El "ser" humano, en su discurso científico, ha manejado "experiencias controladas" como "experimentos" para "descubrir" la constitución del universo, pensando, como los primeros filósofos griegos, que la totalidad está constituída en una forma accesible al entendimiento y la razón del "ser" humano. En tal ejercicio, y acorde con su constitución receptiva de figura y fondo, limitada al contexto perceptible para los sentidos físicos y el entendimiento discursivo, la experiencia ha sido dejada de lado, pues lo emocional y lo vital son contextos difícilmente sujetos al control, salvo en la forma de particularidades propias a lo puramente material. La conciencia, que sobrepasa lo discursivo y crea el ser, el espacio y el tiempo como expresiones de la totalidad, necesita encontrar su integridad yo no-yo de una manera que la aproxime al alma y al Espíritu que la comprende y sostiene.