miércoles, 2 de enero de 2008

Experiencia 05

Cuando Kant elabora la Crítica de la Razón Pura, tiene como objetivo plantear una clarificación de cómo surge el conocimiento científico. Su trasfondo es Newton y su física, la matemáticas, el tiempo y el espacio. Así mismo, tiene en mente los planteamientos de los empiristas ingleses, en particular David Hume, quienes niegan realidad a la ciencia y explican los alcances de "lo científico" como una simple "costumbre", como un hábito creado por la memoria humana. La denominada ley de causalidad es, sencillamente, un hábito de la mente humana que relaciona la causa con el efecto, pero no hay tal "necesidad" y, en cualquier momento, pudiera presentarse una inversión de la dirección causa efecto.
La experiencia es, en tal contexto, la manipulación de la mente sobre los fenómenos "objetivos" observados por el ser humano. Es aquello que, de alguna manera, no le afecta, es impersonal, es neutro, no le atañe en ningún otro sentido, salvo lo que ve e interpreta de la naturaleza inanimada; no está sujeto a la particular constitución del observador, pues puede ser corroborado por cualquier ser humano que quiera comprobar las observaciones bajo los lineamientos del modelo formal o teoría elaborado por el creador científico.
Vemos, así, que apuntamos a dos maneras de ver la experiencia: una impersonal (la de la ciencia) y otra personal (la del individuo). La primera es comprobable por cualquier persona y la segunda está sujeta a la individualidad, la denominada subjetividad. No se habla de subjetividad compartida, como acostumbro referir en estas perspectivas, sino de la "objetividad" como algo exterior y permanente. Y es aquí donde Kant introduce lo que ya ha encontrado, "descubierto", René Descartes, la conciencia, el "Yo soy". Solamente que lo hace desde la perspectiva cartesiana, el "Yo pienso" y no el "Yo soy". En consecuencia, quedan descartados los niveles de conciencia no mentales de la experiencia humana. Se descarta, fundamentalmente, la emocionalidad y, con ella, el condicionamiento de los primeros años de aprendizaje del ser humano en su ciclo vital. Sin embargo, la elaboración kantiana se trasciende a sí misma, puesto que el "Yo pienso" se transforma, en mi opinión, imperceptiblemente, en el "Yo soy ... quien se manifiesta ... ", pues las Críticas de la Razón Práctica y del Juicio complementan, de alguna manera integradora, la presencia de algo más que el "Yo pienso" en la manera de saber, comportarse y apreciar el universo circundante por parte del "ser" humano.
Nuevamente me veo llevado a la consideración de la conciencia en el trato con la experiencia. Y esto es inevitable, por cuanto la experiencia está íntimamente ligada a la conciencia como su expresión más universal. Es así como Kant considera que la experiencia es la que permite que las facultades humanas se manifiesten y revelen ante sí mismas. Llegamos, así, a una concepción de la experiencia que rodea, envuelve y llena el ser del "ser" humano en forma tal que lo condiciona o lo abre a lo que lo rodea, dependiendo de aquello que ha sido descartado por la ciencia, la emocionalidad subyacente a todo observar y, particularmente, al condicionamiento surgido en los primeros años de vida de cada ser humano que interactúa con su medio ambiente.
Nuevamente he de hablar de aquellos niveles de conciencia que me son evidentes en mi identificación con lo que experimento, como medida de mi darme cuenta que soy algo más que lo que experimento. En el nivel físico siento la vulnerabilidad de mi corporalidad, tanto en la enfermedad y el dolor como en su limitación para alcanzar probables metas sugeridas por mi imaginación y mi mente. En el nivel imaginativo (por cierto, muy importante en la elaboración kantiana del modelo humano de conocer, comportarse y apreciar el universo circundante) soy consciente de las imágenes que elaboro y se concatenan en posibilidades de intercambio con mi universo, surgidas de otras imágenes que, continuamente, se suceden sin control aparente de mi parte. En el nivel emocional, una vez más, soy consciente de mi vulnerabilidad en la apreciación de situaciones y circunstancias que son moldeadas por mi imaginación y mi mente en patrones que generan emociones y condicionamientos fundamentados en mi naturaleza apetitiva, tanto orgánica como intelectiva, y en mi vulnerabilidad y limitación física para lograr objetivos "imaginativa, emocional y mentalmente posibles". En el nivel mental soy poco consciente de los condicionamientos que operan en mi apreciación de los hechos, circunstancias y relaciones que me toca manejar, y de las relaciones causa-efecto que son más elaboraciones de costumbre y hábito a la manera de Hume que fundamentos operacionales (categoría) a la manera de Kant. Finalmente están esos elementos reactivos del sub e inconsciente que se han establecido a lo largo de mi ciclo de vida como maneras de manejar automatizadas que no operan para mi ventaja, tanto de aprendizaje continuado como de logro momentáneo, sino que protegen una "aparente" vulnerabilidad pre-establecida en mis esquemas "reflejos", por llamarlo de alguna manera.
La experiencia, en su manera de elaboración en la Crítica de la Razón Pura de Kant, trasciende la mera experimentación y observación de la ciencia, sin proponérselo, y plantea, al final, en el tratamiento de "la dialéctica trascendental" unas "ambiciones" de la Razón Pura que, más que "limites", como es la conclusión, parecieran señalar campos de evolución de la conciencia humana que pueden ampliarse mediante la inclusión de experiencias que, a pesar de ser subjetivas, son ejemplificaciones de "facultades" posibles para el "ser" humano dentro de su ámbito de "ser" humano: las experiencias de los santos y de los maestros espirituales. Esto se "ve" complementado por las otras Críticas (Razón Práctica y Juicio) y las frecuentes incursiones de Kant en su manera de "comentar" o "discurrir" en muchos pasajes que dejan abierta la puerta a nuevas elaboraciones, tal vez con un caracter más integral que el que le tocó manejar en su "diálogo" con los pensadores que le precedieron. Tal diálogo, a su vez, está marcado por la limitación discursiva de la menta para tratar los temas que conciernen al "ser" humano y Su Universo, pues el entendimiento humano, en su afán de "comunicarse", mediante el discurso, sin la posibilidad de "vivenciar" la experiencia para otro "ser" humano, se ve constreñido por su particular manera de acceder (la receptividad, fundamento del conocimiento) de figura y fondo, que ha de limitarse en su apreciación de lo que lo rodea para poder abarcar, con el entendimiento, el discurso comunicador. La intuición, maravillosa integración de la totalidad en la razón, no está disponible para la receptividad más que como infinitud y eternidad (espacio y tiempo) organizador de la presencia y la secuencia propias de la experiencia humana. Solamente la experiencia directa de Lo Universal en Lo Particular puede acercarnos a La Totalidad, y, en tal caso, estamos hablando de Lo Divino, que no es discurso sino Experiencia.