domingo, 23 de diciembre de 2007

Experiencia 03

La experiencia está identificada con tiempo y espacio en forma semejante a todo lo que el ser humano intenta expresar mediante el lenguaje. La evolución de un bebé recién nacido es una manera de señalar la experiencia, sin intentar definirla conceptualmente, por cuanto se describe todo el acontecer evolutivo que conduce al dominio de los movimientos corporales y las facultades mentales en forma tal que lo aprendido surge de lo "experimentado" por el niño. De aquí surge, también, la imagen proyectada, desde dicha evolución de un bebé, a las fases intrauterinas y, más significativamente, al probable proceso evolutivo de los primeros seres humanos sobre el planeta tierra. La experiencia es todo proceso que conduce al mejor aprovechamiento de las facultades motrices y mentales propias del "ser" humano. Y por "mejor" me refiero a eficiencia y efectividad (logro de los objetivos de las facultades motrices y mentales con la menor cantidad de esfuerzo posible, sin necesidad de detenerse a evaluar tales elementos). La experiencia, básicamente, es movimiento físico y mental para lograr objetivos en la vida particular y social de cada ser humano. Es, en su etapa inicial, un proceso de ensayo y error que, paulatinamente, se transforma en procesos automatizados o en selección racional de opciones cada vez más refinadas en la atención de las necesidades y requerimientos vitales del "ser" humano.
La experiencia puede transformarse en conocimiento o en sabiduría. El conocimiento atiende a los elementos "objetivos" o exteriores en el manejo del mundo que nos rodea. La sabiduría atiende a los elementos "subjetivos" que permiten una mayor integración con el mundo y las circunstancias que rodean la vida de cada ser humano. Lo "objetivo" tiene una connotación de manipulación y utilitarismo; y lo "subjetivo", en el sentido de sabiduría, tiende a una comprensión del "ser" humano como una parte integral e integrante del universo que nos rodea.
La experiencia es una manifestación y expresión de lo que la filosofía ha intentado abarcar con el término "ser". Experiencia y "ser" son dos maneras de designar lo mismo: el "ser" humano que, desde su peculiar manera de "ser", comprende y explica el mundo que lo rodea y crea un universo más amplio que incluye sus propias vivencias internas, incomunicables mediante el lenguaje que se refiere a lo perceptible mediante los sentidos físicos. El lenguaje es, por excelencia, el mundo de la objetividad. Dicho lenguaje, por extensión y proyección analógicas, intenta transformarse en mundo de sabiduría, mediante leyes y preceptos que orienten a otros seres humanos, desde la sabiduría de unos pocos que acceden a maneras de "experimentar" difícilmente accesibles sin entrenamiento específico, hacia un mundo integral e íntegramente interdependiente y mutuamente significativo para toda conciencia abierta a la totalidad por encima de la particularidad constitutiva del cuerpo específico de cada ser humano.
La experiencia es vivencia particular que se proyecta para comprender la universalidad implícita en cada manifestación particular del mundo. Es el fundamento del conocimiento y de la sabiduría. Solamente la mayor o menor amplitud de la receptividad interna y externa de cada "ser" humano, en su manera de acceder a cuanto le rodea, puede condicionar su comprensión e integración al universo que lo circunda. Es así como tenemos que hay seres humanos propicios a la captación de realidades espirituales (metafísicas en el sentido más de trascendencia del nivel físico - apetitivo - que filosófico) y hay otros con facultades dirigidas al conocimiento objetivo - científico y humanístico - e instrumental del mundo que nos rodea, así como hay una mayoría significativa que se mantiene en los niveles apetitivos básicos de la naturaleza material. La experiencia, en cada caso, es particular y abarca una realidad cada vez más amplia, desde el nivel apetitivo básico hasta el nivel de la espiritualidad más amplia. En el nivel de la espiritualidad más amplia pareciera que el "ser" humano trasciende lo físico y se desapega de lo apetitivo en forma tal que su "sabiduría" le permite aceptar cuanto le rodea sin juicios de valor que nieguen la experiencia de situaciones que, ante los ojos de los seres humanos menos sensibles a la "realidad" - experiencia - espiritual pudieran parecer "desviadas" o "malas". El "ser" humano orientado a la espiritualidad por su peculiar receptividad de "realidades" o experiencias trascendentes no intenta cambiar el mundo, pues su interés es que cada "ser" humano, que lo desee y solicite expresa y directamente, se transforme para que pueda cambiar su experiencia del mundo que lo rodea y acepte y maneje las situaciones que le toque enfrentar de la mejor manera posible tanto para él mismo como para cuanto le rodea, incluyendo a los seres humanos que le rodean.
La experiencia, en la manera kantiana de aprehender, reconocer y conceptualizar el mundo que nos rodea, es la fuente primaria que nos revela las facultades humanas que elaboran dicha experiencia en conocimiento. Es el núcleo que permite que la intuición (receptividad) y el entendimiento (espontaneidad del pensar) se ejerciten en la organización de dicha experiencia en un todo significativo denominado conocimiento. Posteriormente se establece una facultad más elevada, denominada razón, que pareciera, en términos kantianos, representar una necesidad de completitud que exige que lo intuido y entendido se integre en una unidad superior. En mi manera de ver, en mi opinión, "la razón" es una "revelación" de un principio unificador (el "Yo soy" de la conciencia, que Kant ubica en el entendimiento puro) que apunta al "Alma" como conciencia superior que, desde un nivel que no nos es fácilmente accesible, "sabe" ("conoce" en un sentido originario) los principios (o "El" principio) sobre los cuales (o "El Cual") está conformado todo cuanto se manifiesta y expresa en el universo accesible a la sensibilidad del "ser" humano.