miércoles, 3 de octubre de 2007

Exploraciones de la conciencia 8

"Yo soy" es una expresión representativa de la conciencia. Fue "descubierta" por Descartes en la forma "Yo pienso" y, posteriormente, fue paulatinamente desarrollada por la filosofía hasta llegar a Kant, quien la plantea en toda su plenitud en su Crítica de la Razón Pura. La única diferencia es que, en mi opinión, el "Yo pienso" de Descartes hasta Kant debió transformarse en el "Yo soy" como elemento del "Yo soy el que soy" bíblico para no caer en el sobredimensiona-miento del pensar Hegeliano que ha dominado la filosofía hasta llegar Heidegger.
Con alguna frecuencia he visto la expresión "autoconciencia" que, en mi opinión, señala el "yo" puro y simple de la identidad localizada en la manifestación y expresión de cada sujeto humano. Pero la expresión representativa por excelencia de la conciencia es el "Yo soy", pues la conciencia se manifiesta y expresa y, de esa manera, se revela ante sí misma como manifestación y expresión que se identifica en un individuo humano. La manifestación y expresión de cada ser humano, en la medida en la que me puedo considerar representativo de tal experiencia, puede ser interior y exterior. El exterior está resumido en la materialidad de los objetos que mi sensibilidad receptiva (mi capacidad receptiva sensorial) me presenta y que se resume en la intuición de la infinitud de posibles presencias ante mí. El interior se resume en la eternidad de posibles sucesos tanto internos como externos que se desenvuelven en la forma de fenómenos concatenados en secuencias que dependen tanto de mi selección de alternativas de acción, expresión y manifestación como en la diversidad de posibilidades surgidas de las fuerzas naturales y de otras posibilidades generadas por mis congéneres humanos.
La conciencia es una evolución generada por la exposición a la experiencia exterior "racionalizada" (pensada en términos cartesianos) para su utilización por parte de la parte apetitiva del individuo humano. Sin embargo, no todos los seres humanos acceden con la misma facilidad a la conciencia. Así como puedo ver que algunas personas gustan del pensar, otras del manipular los materiales accesibles para transformarlos de las formas más diversas, otros se dedican al "comercio" de los objetos y materiales, también hay personas que se dedican a explorar las posibilidades de su experiencia interior. En particular puedo distinguir dos maneras de ver el mundo desarrolladas en dos áreas geográficamente identificables como Oriente y Occidente. En Occidente se generó el mundo de la ciencia y la tecnología a partir del pensar griego y su filosofía (amor a la sabiduría que interpreta todo lo accesible exterior e interiormente, con predominio del mundo de lo material). En Oriente se generó el mundo de la filosofía interior en diversas manifestaciones que exploraban la meditación y la utilización del cuerpo humano en formas que promovieran el mayor desarrollo de las facultades interiores accesibles al ser humano para generar una vida que se extendiera fuera de los límites de la decadencia física del cuerpo. A pesar de la división Oriente-Occidente en Occidente, a partir de la denominada influencia judeo-cristiana, se desarrolló igualmente un área de conocimiento interior originada en la escritura bíblica judía y en las enseñanzas de Jesús de Nazaret, quien, de alguna manera sirvió de enlace del conocimiento del oriente con las enseñanzas del pueblo judío del que procede. Estas exploraciones del mundo interior en Occidente y en Oriente dieron como fruto de su desarrollo a personas de naturaleza mística (los denominados santos y maestros espirituales). Una presentación de tales místicos puede encontrarse en el texto "La Filosofía Perenne" del escritor inglés Aldous Huxley.
Decir que yo soy consciente en comparación con la gran cantidad de seres humanos coetáneos conmigo o antecesores es poco menos que arrogante, por cuanto solamente los maestros espirituales, los santos y algunos otros pensadores creadores de leyes y regulaciones en sistemas de organización política pueden tener tal distinción. Lo único que yo puedo invocar en mi favor, para optar al título de persona consciente, es mi interés en investigar, interiormente y mediante el auxilio de un maestro espiritual y de lecturas que se refieran a tal área, todo lo que me es accesible desde mi perspectiva no particularmente favorecida aunque sí particularmente dirigida desde los años de mi infancia y juventud que transcurrieron en contacto con sacerdotes de la religión católica, a los cuales debo mi formación académica inicial.
La mayor parte de los seres humanos viven en estado de no conciencia, para no decir inconsciente, que reservo para los estados de sueño y del denominado privación de sentido o desmayo. En efecto, en tal estado la identificación del yo se adhiere a la manifestación o expresión mental, emocional, imaginativa o apetitiva y, en consecuencia, no se manifiesta el "yo soy" como expresión que separa lo pensado, deseado o apetecido de la individualidad y su integración en un todo que debe ser preservado en armonía y equilibrio. Por tal motivo, las personas de mayor racionalidad consciente dentro de la comunidad humana establecieron leyes y reglas de convivencia que tenían como contrapartida penalidades de diversa naturaleza con la finalidad de que, debido al temor de sufrir castigo, pudiera inhibir a los integrantes de la comunidad de atentar contra los intereses de otros individuos. Tal manera de "crear conciencia" se transformó, en mi opinión, en una figura conocida como "sentimiento de culpa" que en lugar de promover la toma de conciencia integral del individuo originó situaciones de conflicto personal interno. Esto, en mi opinión, no introducía la corrección de los apetitos o deseos y la elevación de la conciencia individual sino otras formas de evadir las leyes y reglas mediante mentiras, simulaciones y violaciones ocultas de la convivencia, en detrimento del ámbito social respectivo.
Ningún medio mecanicista, ley-culpa-castigo, puede crear conciencia. Solamente la integración dentro del medio social y la participación conjunta individuo-medio social en la búsqueda del equilibrio de los intereses individuales dentro del grupo puede iniciar la toma de conciencia. Las leyes y reglamentos, cuya utilidad reconozco como medio de expresar lo que se espera de cada persona, siguen un patrón denominado ley del talión del "ojo por ojo, diente por diente" en la cultura bíblica que nunca promueve la integración del individuo y del grupo, pues la naturaleza apetitiva del individuo humano es propia de su naturaleza animal de estímulo-satisfacción.
Frecuentemente he opinado que el conocimiento científico no tiene conciencia. Es un conocimiento racional-experimental-metodológico que formula leyes, modelos formales y matemáticos y otros modelos racionales para la representación del mundo que nos rodea. Tal conocimiento se fundamenta en nuestra capacidad receptiva y la racionalidad que aplicamos a los fenómenos que nos afectan y, por consiguiente, es limitada en sus alcances, pues no tiene el panorama completo del universo que nos comprende. Sobre todo que nuestra manera de acceder al conocimiento es analítica-discursiva que, partiendo de nuestra capacidad sintética de captar la realidad, busca formular modelos comprensivos de acuerdo con nuestra racionalidad discursiva. Tal racionalidad discursiva estará limitada siempre a nuestra interpretación parcial. Hay seres humanos que practican la ciencia, y otros que la evalúan externamente, que creen que la ciencia resolverá todos los problemas de la humanidad. No son conscientes de la limitación de la racionalidad discursiva y de la parcialidad de todo enfoque dentro de lo infinito y lo eterno. No tienen conciencia interior que los introduzca dentro de un universo más amplio que el de la receptividad del individuo humano. No se han paseado por la potencialidad interior del "ser" humano para acceder a una manera de ver la vida y el universo que sea de mayor equilibrio y armonía, en la que el ser humano sea un integrante "consciente" de su coparticipación y responsabilidad personal, social y espiritual con la totalidad. Tal conciencia puede surgir solamente si el individuo humano cultiva su mundo interior bajo las guías de los maestros espirituales de todos los tiempos y religiones. En tal conciencia puede el individuo humano tomar conciencia de que no tiene ni puede tener el control de cuanto le rodea, y de que solamente puede convivir con el universo en un equilibrio de dar y recibir que preserve la unidad del todo. Que el conocimiento de la materia, conocido como conocimiento científico, es solamente un modelaje de cuanto nos rodea de acuerdo con nuestra peculiar manera de relacionar (razonar) los fenómenos en un modelo que ya es parte de nuestra naturaleza social, según categorías que forman parte integrante de nuestra racionalidad discursiva. La conciencia interior debe cultivarse con mayor intensidad y dedicación que la conciencia exterior, sin olvidarla, por supuesto, pero con la comprensión de que el no-yo es tan parte de nuestro yo como nuestro cuerpo, imaginación, emocionalidad, pensamiento y condicionamiento sub e inconsciente.