jueves, 19 de julio de 2007

Conciencia 11

Durante mucho tiempo ha sido motivo de debate la naturaleza malvada o bondadosa del ser humano. Sin detenerme, por ahora, para hablar de las calificaciones y sus elementos de subjetividad y posible falsedad, puedo afirmar que, en mi opinión, dicho dilema es, una vez más, un indicador de la naturaleza dual del ser humano. El ser humano tiene dos constituciones naturales dentro de su individualidad: la apetitiva y la trascendente. La naturaleza apetitiva del ser humano, en mi opinión, es la denominada naturaleza animal, y la naturaleza trascendente es la denominada espiritual. Dentro de la naturaleza animal (apetitiva) del ser humano yo incluyo la racionalidad, como herramienta propia para la lucha por la supervivencia y la satisfacción de las necesidades y apetitos tanto físicos como emocionales. La naturaleza trascendente, por otro lado, es aquella que permite que el ser humano busque su realización personal en pensamientos, palabras y acciones que busquen trascender su naturaleza animal (apetitiva).
La racionalidad del ser humano busca continuamente reorganizar el mundo externo para lograr la más amplia gama de satisfacciones dentro del área física y emocional de su constitución apetitiva. Sin embargo, solamente algunas mentes privilegiadas, probablemente asistidos por una constitución física y mental adecuadas para tal tarea, hacen e inventan maneras de satisfacer los apetitos físicos y emocionales de sus congéneres. En forma semejante, solamente algunos seres humanos, particularmente dotados para la trascendencia, encuentran medios para ocupar sus vidas de maneras que, atendiendo sus necesidades básicas de naturaleza apetitiva, apunten al logro de objetivos personales de "satisfacción" espiritual. Entre estos pueden citarse los primeros filósofos griegos y los santos y maestros espirituales de todas las épocas, cuyas vidas han sido una continua búsqueda de "sabiduría" en la convivencia con sus congéneres y una continua búsqueda de experiencias que les permitieran trascender el mundo físico y emocional. Son, probablemente, estos "sabios" los que han creado los valores éticos y leyes que han regido las comunidades humanas desde sus comienzos.
La evolución de la naturaleza humana desde su condición animal hacia una mayor significación de la trascendencia se ha visto parcialmente limitada por la racionalidad que, considerada como elemento que confiere superioridad sobre la naturaleza animal, ha dedicado sus esfuerzos al conocimiento y reorganización científica y tecnológica del universo que nos rodea. Tal tarea, realizada por mentes particularmente dotadas para la formulación de modelos científicos y tecnológicos , ha tenido un éxito extraordinario en la creación de un mundo artificial, paralelo y fundamentado sobre el mundo natural, que contribuye a que el ser humano se libere cada vez más, por lo menos una cantidad de seres humanos significativa dentro del conjunto, de las ataduras de su condición de vulnerabilidad y dependencia de la naturaleza, para dedicarse a su realización personal y trascendente. Sin embargo, los santos y maestros espirituales siempre han estado presentes para servir de ejemplo a los restantes seres humanos en el señalamiento de que somos algo más que un ser vulnerable y mortal propio de nuestra naturaleza apetitiva.
La creación de conocimientos es sencillamente una continua formulación de modelos que pueden ser compartidos entre los seres humanos. La base fundamental del conocimiento es el lenguaje, constituído por palabras y enunciados que, considerados en su esencia, son simplemente modelos substitutivos del mundo físico, de los objetos y sucesos del mundo físico, para facilitar la comunicación y comprensión compartida del universo circundante. Estos modelos fundamentales fueron posteriormente enriquecidos por modelos más amplios, enfocados en diversos aspectos o especialidades del mundo natural: las plantas, los animales, el mundo inanimado, los astros y toda la gama de enfoques que han enriquecido nuestra visión del universo que nos rodea. En todo este desarrollo se ha hecho evidente que hay algo que supera la naturaleza material y que se ha dado en denominar espíritu. Tal vez sea ese el origen de los dioses de la antigüedad, pues, en el modelo del universo particularizado en parcelas de conocimiento se hizo necesario, para los creadores de la filosofía y de la ciencia, la presencia de un responsable del funcionamiento organizado que se iba estructurando en los diferentes modelos.
En la historia científica y técnica de la humanidad no aparecía nunca la conciencia como elemento estructural del conjunto, salvo por la presencia de los dioses y por la no-historia de los santos y maestros espirituales que, cual elemento accesorio dentro del conjunto, repetían una y otra vez las mismas experiencias en su devenir personal, sin un hilo evolutivo que condujera de unos a otros, sino, sencillamente, con la manifestación de una "manera de ver" la vida y el universo que trascendía las limitaciones del nacer y morir. Es esta conciencia, conservada en leyes y principios de moralidad, la que nos lleva a considerar actualmente que el ser humano, como ser trascendente, puede encontrar un camino de evolución y desarrollo que supere la naturaleza apetitiva de la mayoría de los habitantes del planeta y que se constituya en un nuevo comienzo, con todas las ventajas del conocimiento científico y tecnológico presente, para constituir una nueva sociedad de seres humanos unidos por una común aceptación, comprensión y aprecio de las diferencias propias de su naturaleza individual.