sábado, 26 de mayo de 2007

Conciencia 1

Estoy en el camino de la conciencia interior, pues sigo las enseñanzas de un maestro espiritual (John Roger) que denomina su movimiento espiritual "Movimiento de la conciencia espiritual interior - en inglés Movement of Spiritual Inner Awareness - MSIA", y todo lo que escribo en tal sentido sigue ese mi movimiento de conciencia. Estoy en un proceso de descubrimiento constante, aunque no con la continuidad que yo quisiera.
La conciencia, como he escrito anteriormente, es el "Yo soy" que acompaña cualquier experiencia (interior o exterior). Esta afirmación pertenece a la otra corriente de pensamiento que me acompaña y que, básicamente, se sustenta, en mi manera personal de entender la "Crítica de la Razón Pura" (CRP) de Kant. Tal "Yo soy" se compone de dos elementos: "Yo", que corresponde, en mi opinión, a la apercepción originaria; y el otro elemento "soy" es el que se corresponde con la experiencia que se ancla en el "Yo". El "Yo", en mi opinión, aunque es una unidad interior, se identifica con lo material que se ve representado por lo físico, imaginativo, emocional, mental y subconsciente e inconsciente; mientras que el "soy" refleja un algo interior que tiene que ver con intención y direccionalidad que se manifiestan y expresan en la experiencia.
En mi opinión, el "Yo soy" es el más elevado sentido de humanidad que requiere ser señalado desde la infancia más elemental para superar la poca presencia de los valores humanos en la sociedad actual. Ahora bien, dicho señalamiento se realiza en forma no-consciente, mediante el ejemplo de los adultos y, consiguientemente, se ve obscurecido por el control que se ejerce para que el niño se conduzca según lo que el adulto considera más conveniente (sea para el niño, sea para el adulto). En lugar de hacer espacio, actuando como facilitador y no como maestro, para que el niño se identifique mediante sus experiencias, se lo condiciona para que las califique como buenas o malas. Esto ocasiona que más tarde, en su adolescencia y madurez, actúe según juicios, tanto en lo concerniente a sí mismo como en su relación con otros, y, consiguientemente, la emocionalidad, la imaginación y la mente estructurarán las experiencias en categorías rígidas, en lugar de crear un espacio de aprendizaje continuo que permita un enriquecimiento continuo dentro del contexto humano. Este condicionamiento es por antonomasia no-consciente y, probablemente, es el que origina los desencuentros entre seres y grupos humanos de diversa naturaleza y procedencia. En lugar de un proceso de concientización de las diferencias, para buscar puntos de comunicación y encuentro, se producen rechazos espontáneos, sin que los participantes en las relaciones tomen conciencia de sus preconcepciones o prejuicios internos. Lo cual, unido al desconocimiento de las propias carencias de manifestación y expresión (el "Yo soy" que se responsabiliza de sus pensamientos, palabras y acciones), contribuye al malestar personal y grupal.
Este camino interior persigue la conciencia del alma que supera diferencias y unifica, en un nivel muy elevado de conciencia, la experiencia humana. Es un camino en el que se requiere de la guía de quien ya lo haya recorrido y que, hasta la presente fecha, solamente ha sido ejercido por los santos y los maestros espirituales, y únicamente para aquellas personas que, de alguna manera inexplicable en palabras, se hallan sentido identificadas con la manera de expresarse y manifestarse de dichos maestros espirituales.
Los filósofos, a mi manera de ver, representan, aunque son esfuerzos individuales de entendimiento, la conciencia humana a nivel social, por lo menos en lo que suele denominarse Occidente, que abarca, desde Judea y Grecia, a Europa, América y África. Esto es así porque dichos filósofos fundamentan su pensamiento en los que le han precedido, y de lo que tratan en sus obras de reflexión y divulgación es de repensar lo que sus antecesores habían dicho dentro del contexto ampliado de las experiencias y conocimientos acumulados con posterioridad. En el Oriente la conciencia humana está representada por los grandes maestros espirituales y los denominados pensadores del oriente próximo, medio y lejano. También, por supuesto, encontramos a los "sabios" de tribus y grupos humanos denominados chamanes, brujos y otros nombres semejantes que, normalmente, son considerados desfavorablemente por la cultura científica occidental.
Solamente en Oriente la conciencia ha avanzado en el aspecto interior, pero lo ha hecho en detrimento de lo exterior. En Occidente la conciencia se ha dedicado a lo exterior, dejando lo interior como un substrato o una subyacencia que, únicamente a partir de Descartes, ha podido ser vislumbrada con un carácter autónomo. Aunque el esfuerzo de los primeros pensadores griegos, creadores de la filosofía a la manera occidental, incluyendo a Sócrates y a Platón, se dirigía a la dilucidación del "espíritu humano" en el contexto universal.
Kant es, en mi opinión, el filósofo que logró el equilibrio adecuado en la concepción del ser humano como ser interior y exterior en su constitución. Si se lo hubiera tomado en su sentido científico y no filosófico, tal vez la filosofía habría entrado en el camino de la santidad y la maestría espiritual, porque se habría dedicado a dilucidar esos elementos de conciencia interior que se referían al "Yo soy" y a la experiencia que se manifiesta en las categorías del entendimiento puro, y, posiblemente, habría tocado lo relacionado con la razón pura y su limitación discursiva para dirigirse a los elementos trascendentales del conocimiento. Tal vez nos encontraríamos hoy día con nuevas experiencia internas que ampliaran la limitación que nuestros sentidos y el discurso no pueden concretar en modelos científicos comunicables. Tal vez la tarea de los maestros espirituales habría podido ser complementada con modelos comunicacionales que hicieran accesible las experiencias internas que nos llevaran a la conciencia del espíritu interior o alma. No a la manera de la psicología sino a la manera de la espiritualidad. No a la manera de la religión sino a la manera de la trascendencia de lo material.