sábado, 3 de febrero de 2007

Campos de conciencia 23

Entre los campos de conciencia resalta, para mí, el campo de la espiritualidad, por no ser un campo que pudiera considerarse "objetivo", pero en el que muchas personas comparten experiencias que no pueden ser "duplicadas" o "repetidas" o comprobables por terceras personas, sin que se consideren como alucinaciones o fantasías. Esto me lleva a retomar el tema de la objetividad y la subjetividad como campos que pueden ser objeto de argumentaciones interminables, tanto filosófica como científicamente. En efecto: un dolor de estómago es subjetivo, y, sin embargo, un médico le "crée" a su paciente y le receta una medicina para dicho dolor. Por supuesto que un buen médico realiza pruebas tendientes a determinar las causas "probables" de dicho dolor. Igualmente, en infinidad de casos médicos, la primera comunicación pertinente es netamente subjetiva, y el médico se vale de exámenes normalizados para determinar las "causas probables" o "enfermedad, dolencia o desbalance orgánico". Igualmente, una fantasía guiada por una persona en un grupo es netamente subjetiva, pero es semejante, aunque no comprobable en sus detalles, para varias personas. Así podemos multiplicar ejemplos de subjetividad-objetividad que ponen en entredicho lo que la ciencia entiende por objetividad: el poder de ser comprobable por diferentes personas en un ambiente controlable. En todo caso, la ciencia tiene su fundamento y su importancia dentro de dicho contexto, y está sustentada por todos los progresos de la técnica y la tecnología contemporáneas, que la transforman en un "hecho" comprobable y tangible.
La espiritualidad pertenece a ese ámbito de conciencia en el que la persona tiene acceso a "información" en niveles que podemos denominar "sutiles", "extrasensoriales", "paranormales", porque no puede ser corroborado por los sentidos físicos de la mayoría de los seres humanos. Y no me refiero a los niveles de la imaginación, emociones, mental, subconsciente e inconsciente, que, de alguna manera, pudieran ser corroborados mediante pruebas psicológicas actualmente admitidas en la comunidad científica, sino a niveles de "percepción" que están fuera de lo considerado "normal en general". Por ejemplo: experiencias de "vida" después de la muerte. Y el entrecomillado obedece al hecho de que lo que denominamos vida que cesa en el momento de morir no puede ser equiparado con lo que se denomina "vida" después de lo que se denomina muerte. Tal vez, y solamente tal vez, pudiéramos hablar de la conciencia como un nivel de energía semejante a lo que denominamos pensamiento, pero de un nivel superior o más elevado. Pero "superior o más elevado" no tiene implicaciones físicas, por cuanto la conciencia es más sutil e imperceptible y, por consiguiente, menos "perceptible", menos "comunicable" que lo que denominamos pensamiento. Y, en tal sentido, la conciencia pudiera acceder a niveles de "información" fuera de la amplitud que abarcan los sentidos físicos más refinados, que serían los implicados en la denominada "espiritualidad".
Una experiencia más o menos común es la de sonidos que nos "impactan" o "afectan" en forma física tal que nuestro cuerpo se estremece sin la presencia de miedo o emoción concomitante, y que desaparece inmediatamente con el sonido, instantáneo, que las produce. También la afinidad que puede presentarse ante ciertas personas, circunstancias u objetos sin la existencia de nexos "emocionales" que la expliquen. En mi memoria evoco un momento en el que me encontré frente a la iglesia de Nuestra Señora de París que me produjo una impresión particularmente especial que no se produjo cuando estuve frente a la imponente majestuosidad de la iglesia de San Pedro en Roma. No hubo emoción, simplemente hubo una "impresión sutil" de algo que puedo denominar "espiritualidad", sin referencia específica a algo sensorial, imaginativo o mental. Y, desde un punto de vista histórico e intelectual, la iglesia de San Pedro me era más "conocida" que la de Nuestra Señora de París.
En mi opinión, los grandes filósofos (Platón, Kant, Hegel) tocan los límites de la espiritualidad sin alcanzarla, porque se quedan en el nivel mental más elevado que pueden alcanzar sin dar el paso que los lleve a traspasar dicho nivel. Tal vez se deba a que el discurso es limitado para acceder a los niveles más elevados de conciencia, puesto que las significaciones que proceden del lenguaje no pueden aplicarse a lo que está por encima de "lo significado". En este aspecto, únicamente Kant supo establecer la limitación de la Razón Pura. Aunque lo hizo en los términos de los conceptos de Dios, Libertad y, en general, lo que no es experiencia intuitiva en el espacio y en el tiempo. El paso a la conciencia espiritual puede darse, en mi opinión, cuando se abandona la conciencia de lo mental que aprehende y explica todo lo que lo físico, imaginativo, emocional, mental, consciente e inconsciente pueden aportar. Lo espiritual apunta a una experiencia que podemos denominar "sagrada" porque es individual pero compartida por todo ser.
La conciencia podría considerarse un nivel por encima de la Razón Pura de Kant, y es la que puede acceder a todos los niveles de "conocimiento", que podríamos denominar "información", incluyendo el nivel espiritual.