domingo, 4 de marzo de 2007

Campos de conciencia 25

Todo campo de conocimiento puede convertirse en un campo de conciencia. Tal cosa ocurre cuando al conocimiento se une el "yo soy el que...". En tal sentido, es curioso reflexionar acerca del ejemplo de conciencia referido a la experiencia de entrar en una habitación y, después de mucho tiempo, "darse cuenta" de la presencia de un objeto que anteriormente no se había observado. Anteriormente, podemos deducir, siempre estuvimos en la capacidad de ver dicho objeto, pero, por algún motivo, no llegó a tener la suficiente "presencia" para convertirse en figura dentro del fondo o contexto de nuestra percepción visual. En tal sentido, podemos decir que la conciencia o el tener conciencia o ser consciente consiste en la posibilidad de transformar cualquier elemento del contexto o fondo en figura; en poder dirigir nuestra atención perceptiva a cualquier elemento del contexto.
Cuando recuerdo mis años de escolaridad, puedo darme cuenta de que muchos de los aprendizajes obtenidos fueron de naturaleza automática. Es como si, mi paso por la escuela, hubiera sido un entrenamiento mental más que un aprendizaje. Si entiendo por aprendizaje un estado de conciencia que pudiera generar en mí una voluntad de poder dirigir mi atención a cualquier elemento del contexto de la materia aprendida. En tal sentido, en particular, recuerdo mi temor, y el temor generalizado en muchos de mis compañeros de escolaridad, ante las pruebas o exámenes escolares. Tal temor era, simplemente, una manifestación del estado de automatismo o inconciencia propio del aprendizaje obtenido. En efecto, si el aprendizaje hubiera sido un aprendizaje consciente, no hubiera habido temor alguno ante la prueba en perspectiva, por cuanto solamente existirían dos alternativas: estar consciente de haber o no haber aprendido la materia en cuestión. Y, en tal caso, la seguridad ante la prueba o la certeza de requerir de mayor estudio para la presentación del examen o prueba correspondiente.
Lo anterior me orienta a pensar que el estado opuesta a la conciencia no es, propia o claramente, la inconciencia, sino el automatismo. Un automatismo que confía a la memoria y a la respuesta automática (casi diría por condicionamiento reflejo) el aprendizaje escolar. Y creo que, en este sentido, el primer aprendizaje, que debería atenderse durante los primeros años de escolaridad, sería el de la conciencia, el "yo soy el que..." que debe acompañar a cualquier conducta, comportamiento o tarea activa que debe realizar cada persona. Tal "entrenamiento" en la conciencia sería altamente provechoso para enfrentar el posterior aprendizaje de materias como la matemática, la física, la química, la biología y otras semejantes, así como podría mejorar el aprendizaje de materias de naturaleza humanística tales como la filosofía, la historia, la moral y cívica, que, probablemente, serían enriquecidas por los elementos de concientización propios para la formación del hombre en su contexto social y ciudadano.
La consciencia, que es un "saber con - migo mismo, que es confirmado y consolidado por las consecuencias", en complementación con el conocimiento, que es un "saber con otro, que puede confirmar o consolidar lo que yo percibo", es la más elemental y fundamental área de formación para los seres humanos. Un área que no ha sido atendida hasta la presente fecha, y que solamente una pedagogía enriquecida con habilidades de facilitación psicológica y psicoterapéutica puede atender en forma estructural y progresiva.
Tal vez el hecho de que la psicología no haya sido tratada por la filosofía en su elemento más importante, como lo es la subjetividad, que siempre fue menospreciada en su formación de conocimiento, es un factor que haya conducido a la sociedad humana a la pérdida de valores y a la deshumanización del contexto social en el que nos desenvolvemos. En efecto, si la filosofía se hubiera ocupado de lo emocional, de lo subjetivo, en forma menos "objetiva", en forma más integradora, como contexto, de lo que significa conocer y saber, tal vez, solamente tal vez, la acción de los santos y de los maestros espirituales, e incluso de los denominados farsantes (brujos y otros por el estilo), pudieran haberse transformado en experiencias humanas válidas para definir el contexto civilizador y transformador del ser humano hacia campos de conciencia más elevados que los simples campos de percepción física. Incluso puedo avizorar que, en tal caso, tal vez una teoría del campo unificado pudiera haber sido concebida más bien como una teoría de la energía subyacente a todo proceso de vivencia y convivencia natural en el contexto humano, y, en lugar de hablar de un proceso humanizador del ser humano, podríamos, tal vez, estar hablando de un proceso integrador de la visión humana dentro del contexto universal.