sábado, 24 de marzo de 2007

Campos de conciencia 27

La condición necesaria y suficiente para la conciencia es la presencia. En efecto, si hay presencia, necesariamente habrá conciencia; y, recíprocamente, si no hay presencia, no habrá posibilidad alguna de conciencia. Esto es casi una tautología, al estilo de la afirmación kantiana "Los pensamientos sin contenido son vacíos; las intuiciones sin conceptos son ciegas". Aquí están expresados los dos lados del conocimiento, al igual que en nuestra afirmación de entrada, constituídos por receptividad (intuición, presencia) y espontaneidad (pensamiento, conciencia). La conciencia es la presencia del "YO SOY" junto con el pensamiento, por lo que la conciencia tiene un grado superior al conocimiento. La presencia es mutua entre lo que se manifiesta y lo que concientiza.
La conciencia es, por analogía, como un radar que amplía su alcance, en la medida en que se refina la capacidad receptiva de las facultades que la constituyen. En términos de la espiritualidad podemos distinguir cinco niveles de conciencia: físico, astral (imaginación), causal (emocionalidad), mental (pensamientos), etérico (niveles del subconsciente e inconsciente de la psicología natural: niveles reactivos y de condicionamiento), y del alma (nivel que está por encima de los niveles anteriores, y que solamente está activado en aquellos individuos que han tenido experiencias de contacto con lo espiritual).
Para estar consciente es necesario que se activen simultáneamente los niveles distintos niveles. Esto implica estar presente con las experiencias de lo corporal (lo que sentimos físicamente, tanto interior como exteriormente, con nuestro cuerpo físico); la experiencia de lo astral (lo que mantenemos en nuestro nivel de imaginación); lo mental (los pensamientos que se presentan en nuestra mente); e, incluso, en la medida en que ello se amplía con nuestra experiencia de lo consciente, el nivel etérico (las reacciones y condicionamientos que se nos hacen presente). Ya por encima del nivel etérico no podemos afirmar cosa alguna mientras no tengamos experiencias de iluminación en las que nos percibamos como una parte del todo que nos rodea, y con el Espíritu que todo lo abarca y lo constituye (y en esta afirmación hablamos de una experiencia que conocemos por instantes de bendición y gozo que son difícilmente expresables en términos de la experiencia física). Los maestros espirituales, para referirse, ante sus discípulos o estudiantes, a tales niveles, utilizan anécdotas, historias y otras particularizaciones de la experiencia corriente, en forma tal de señalar, de apuntar, hacia lo que intentan expresar. Solamente la experiencia personal (pues somos individuales en nuestra constitución corporal) puede lograr un vislumbre de ese campo denominado "la conciencia del alma", que es el objetivo de la vida consciente en los niveles inferiores.
La clave más universal de que disponemos para acceder a los niveles de conciencia en progresiva ampliación es la observación. La observación de lo que sentimos, lo que aparece en nuestra imaginación, en nuestras emociones, en nuestros pensamientos y en nuestras acciones y reacciones. Esto luce sencillo, y de hecho lo es, pero no es fácil estar presente con nuestras emociones en todas las situaciones y circunstancias. Únicamente mediante un entrenamiento continuado de nuestros distintos niveles de conciencia es posible alcanzar, paulatinamente, un estado de presencia. La otra herramienta recomendada por los maestros espirituales es la práctica de la meditación, la contemplación y los ejercicios espirituales. Dentro de estos últimos son dignas de mención la meditación de la respiración y la meditación con mantras, consistentes en enfocar toda la energía de nuestra atención y observación en la respiración o en un mantra cantado interiormente.