martes, 1 de mayo de 2007

Campos de conciencia 29

La conciencia es el "Yo soy..." que acompaña todas mis experiencias. El misterio está en ese "Yo soy..." que nunca ha sido profundizado "científicamente". O sea, a la manera de la ciencia, aunque sea subjetiva su apreciación inicial por parte de cada ser humano. La psicología trabaja dicho "Yo soy..." para que la persona pueda manejar sus realidades presentes y virtuales. Entendiendo por "virtuales" las creaciones de la mente, las emociones y el subconsciente.
Yo mismo, que escribo, debo declarar que dicha conciencia permanece en automático en la mayor parte de mis experiencias de contacto con personas y situaciones. Mi única ventaja actual reside en "estar presente" (consciente) de mis distintos estados de ánimo y "reacciones internas" en mis actividades diarias.
El primer estado de conciencia que aparece en las personas, generalmente, como conciencia es el sentimiento de culpa. En consecuencia, podríamos catalogar la conciencia como una apreciación de lo que está bien y lo que está mal en cada instante. Esto, sin embargo, no es la conciencia más elevada, por cuanto el estado de estar presente, o estar consciente, consiste en apreciar "lo que es". Simplemente es estar presente con lo que ocurre, tanto interior como exteriormente, sin calificarlo ni enjuiciarlo, para, a continuación, tomar las decisiones de actuar o no, tomando en cuenta el mayor beneficio para mí y para cuantos me rodean. Y tal cosa implica un aprendizaje constante para observar las posibles consecuencias de mis acciones, y para evitar las reaccciones que surgen como consecuencia de mi subconsciente e inconsciente que han grabado hechos, situaciones y circunstancias que pudieran parecer semejantes.
En mi opinión, la conciencia percibe el universo como una unidad de la que formo parte importante, pero que no conoce todas las implicaciones de cada acción u omisión, y, en consecuencia, lo mejor que puedo hacer es hacer lo que se me presente como mejor opción, con la consiguiente observación de los resultados y consecuencias. Esto implica que, constantemente, debo experimentar la diversidad de mis opciones.
Hay un tipo de conciencia que se ha formado socialmente, y es la que se refleja en las leyes y costumbres, y en la ética y la moral, y que, con toda probabilidad, no se corresponde completamente con las mejores alternativas disponibles, salvo como una primera aproximación.
Nuevamente me corresponde opinar que los maestros espirituales y los santos son los que han alcanzado la verdadera sabiduría en relación a su accionar dentro del universo circundante.
Tal vez la denominada conciencia colectiva es solamente el acopio de las mejores opciones, socialmente aceptables, dentro del contexto de una humanidad en constante aprendizaje y evolución.
Solamente los seres individuales pueden acceder a la elevación de conciencia dentro del contexto humano que les toca vivenciar. Y esta elevación es dirigida por aquellas personas que alcanzan el nivel de la maestría espiritual y la santidad, y que sirven de ejemplo y de guía avanzada para los seres humanos que se involucran en algo más que la simple convivencia y el simple vivir. Sin negar que, si pudiéramos, simplemente vivir y convivir, tal vez estaríamos en mejor situación que en el adaptarnos a los usos y costumbres de la mayoría de los seres humanos en la sociedad que nos rodea.
Los sabios de todos los tiempos han establecido reglas de convivencia y socialización adaptadas a lo que ellos consideraban mejor para las comunidades. Y, en mi opinión, tales adaptaciones eran dadas con el pre-juicio de cuál debía ser la mejor manera de motivar a los menos conscientes, y, en tal sentido, surgieron conceptos como el de infierno, un dios justiciero que castiga las faltas, etc. Esto, posteriormente, cerraba la oportunidad de que cada ser humano se hiciera responsable, en lugar de culpable, por sus acciones u omisiones en cada experiencia de vida, con el consiguiente retraso en la evolución de la conciencia individual y social.
En todo caso, la conciencia es una etapa evolutiva de todos y cada uno de los seres humanos, que conlleva un sentido de pertenencia y de integración con la totalidad del universo. En forma tal que, el ser humano que se eleva en conciencia, actúa para el mayor beneficio personal, interpersonal y en pro del medio ambiente en el que se desempeña; y esto implica un conocimiento que excede la simple presencia física dentro del entorno, y se adentra en niveles que son "no visibles o perceptibles" para la sensorialidad física ordinaria.