viernes, 22 de junio de 2007

Conciencia 8

En mi mente la condición de "racional" se impuso siempre como diferencia específica del ser humano en su condición de "distinto del animal", sin embargo, hoy en día, en mi opinión, la condición de "racional" es una característica adicional de la animalidad del ser humano, y lo que lo diferencia del "animal", que lo constituye como base, es el anhelo de trascendencia que es propio de la conciencia. Es la conciencia la característica propia y distintiva del ser humano en su anhelo de trascendencia, y esta conciencia no es algo que surja con el nacimiento sino algo que se va gestando durante la maduración de la racionalidad. La animalidad es la condición fundamentalmente apetitiva del ser humano, y la racionalidad es su herramienta por excelencia para lograr la satisfacción de sus apetitos.
Los filósofos siempre se han aproximado a la conciencia sin lograrlo. Esto se ha debido a que han privilegiado el discurso racional, el pensamiento, sobre las restantes características del ser humano. Y solamente mediante un equilibrio del pensamiento con la imaginación y la emoción, unido a una adecuada toma de conciencia sobre las reacciones subconscientes e inconscientes, pueden constituirse en elementos de diferenciación de la conciencia propia del ser humano. Solamente Kant encontró la limitación del pensamiento discursivo. Sin embargo no pudo adentrarse en sus reflexiones, probablemente debido a lo avanzado de su edad en el momento de concebir su Crítica de la Razón Pura. El trabajo quedó para el desarrollo de los que vinieran posteriormente a él. Pero, a pesar de un buen inicio por parte del idealismo que le siguió, que comenzó a contrastar el yo con el no-yo, no logró enfocarse en la autoconciencia como elemento fundamental de la reflexión, separando y menospreciando, en la culminación del idealismo alemán en Hegel, el factor de la experiencia como elemento central para la constitución integral del ser humano. Experiencia que, evaluada a la luz de los santos y maestros espirituales, podría haber sugerido una dirección de la reflexión hacia las formas "no-compartidas" de la experiencia. Hacia las formas subjetivas de experiencia notables de santos y maestros espirituales, cuya trascendencia respecto del mundo físico es muestra de la natural tendencia evolutiva de ascenso por parte de cada ser humano. Es lo que yo denomino la subjetividad compartida. O sea, aquella subjetividad de la experiencia que, aunque diferenciada entre seres humanos, apunta a una subjetividad compartida, a una potencialidad residente en cada ser humano como potencial de trascendencia que a todos nos diferencia de la animalidad propia de nuestro cuerpo apetitivo.
A partir de esta opinión puedo afirmar que la manera de pensar el mundo físico es diferente a la manera en la que podemos "pensar" el mundo trascendente. Efectivamente, así lo entendió Kant como resultado final de su CRP al establecer la limitación del pensamiento discursivo en su aprehensión de la aspiración de trascendencia del ser humano. Pero Kant, por lo menos, dejó establecida la Razón Práctica Pura, base de la moralidad, como elemento de prueba de la posibilidad de trascendencia por parte del ser humano.
Para pensar el mundo físico en sus aspectos no-físicos como la nada, el vacío y la oscuridad es preciso hacer referencia, como término de partida, a la luz. Solamente a partir de la determinación de lo que se muestra en la luz puedo tener una idea, al menos aparente, de lo que nada, vacío y oscuridad pueden significar. En la luz se muestra el universo que me rodea. Si aparece "una" oscuridad física, sigue existiendo una luz en el tacto, el oído y olfato que impiden que dicha oscuridad física se constituya en oscuridad real. En tal sentido puedo pensar en la oscuridad como un "no mostrarse" del universo que me rodea. La nada y el vacío siguen un camino análogo de comprensión que no es tal, por cuanto la nada es la "no-existencia". En cuanto al vacío y la nada puedo imaginarlos a partir de un globo elástico lleno de aire que se ha vaciado y cuyas paredes constitutivas se pegan de tal manera que solamente queda el material propio de dicho globo y lo que le rodea; o sea, la nada o vacío es lo que queda fuera del universo que rodea las paredes exteriores del globo vacío, con lo cual obtenemos una imagen de vacío y nada, dentro de las paredes del globo, que señala algo imposible de concebir. Aunque los filósofos han utilizado la imagen del cambio y la trasformación como un surgir de algo en la nada de lo que no se mostraba con anterioridad. La cumbre de dicha concepción es Hegel que considera el ser y la nada como contrapartidas de un movimiento dialéctico de lo que él denomina conciencia, que, en mi opinión, sencillamente apunta al pensar discursivo, pues la conciencia es algo que surge en una experiencia diferente de la física y cuya expresión, a partir de la mente, es inexpresable, por lo menos en el momento en el que lo pienso, en el lenguaje propio del discurso.
Para pensar en lo trascendente me queda solamente el hablar de la iluminación (La Luz, entendida en el lenguaje de la espiritualidad) a partir de la oscuridad. O sea, un movimiento inverso del pensamiento de lo no-físico dentro de lo físico, que partía de la luz para apuntar a la oscuridad. Es así como puedo, de alguna manera, apuntar a lo trascendente. En tal sentido puedo mencionar en primer lugar la irracionalidad como opuesto a la racionalidad, pero, entendida en forma tal que se hace referencia a la emocionalidad o al apetito sin el elemento de control de la conciencia, pues la mente activa los elementos necesarios para satisfacer lo que la emocionalidad y el apetito incontrolados requieren para su realización. Puedo, también, mencionar el prejuicio y el condicionamiento, tanto el de los aprendizajes escolares como el experiencial, como fuentes de lo no consciente, de lo oscuro. En general, los apetitos de todo tipo, físico, emocional y mental utilizan la mente discursiva en su ansiedad por obtener aquello que supone como satisfacción. Posteriormente, la satisfacción de los apetitos se transforma en una fuente de frustraciones, si el objeto del apetito no es logrado, o de mayores y más exigentes apetitos o, incluso, en los denominados vacíos existenciales, insatisfacción indefinida o sentimientos de culpa o desvalorización personal. Desde esta oscuridad puede vislumbrarse una nueva manera de experimentar el universo que nos rodea. Pero ésto solamente surge si algo o alguien nos ofrece una imagen diferente: una persona alegre a pesar de situaciones personales penosas o difíciles, una situación desagradable acompañada de un sentimiento de risa por la gracia presente o la forma en que se presentó, en fin, contrastes de lo agradable y lo desagradable que se introducen en la mente y, repentinamente, nos hacen "darnos cuenta" de una manera diferente de percibir y de experimentar las situaciones. Es así como pueden aparecer, espontáneamente, momentos de conciencia. Momentos en los que la mente da paso a una simple observación sin juicios, sin exigencias, libre de elaboraciones discursivas.
En general, la trascendencia, a partir de lo que constituye el mundo físico material, es un nuevo tipo de experiencia que se nos ofrece como visión de un mundo pleno, de un mundo en el que somos, de una manera inexpresable en términos de lenguaje discursivo, una sola cosa con el universo. Cada ser, cada situación, circunstancia y experiencia adquieren una luminosidad, por decirlo de alguna manera, que apunta a la unidad, a la integridad de todo cuanto existe. Solamente me queda refugiarme en las palabras Amor Divino para referirme a algo que abarca cuanto existe, incluida mi individualidad, y hace referencia a lo que experiencias como las de Jesús de Galilea, Buda, Francisco de Asís pueden tener de subjetividad compartida o potencialidad de trascendencia.