jueves, 12 de julio de 2007

Conciencia 9

Todos los seres humanos, en la medida que me es dable observar, somos conscientes en el estado de vigilia, o sea, cuando estamos despiertos. Sin embargo, hay aspectos o áreas o niveles de conciencia de los que no somos conscientes debido a la necesidad de enfocar propia de nuestra limitación humana. Solamente podemos enfocarnos en determinados aspectos de nuestro entorno, de acuerdo con lo establecido en la teoría de figura y fondo de la psicología gestalt. En consecuencia, de lo que se trata, cuando hablo de la conciencia, es de buscar esa facultad que nos permita acceder a nuestra realidad en una forma que sea más amplia que la que comúnmente nos ocupa en la vida cotidiana. Y, en particular, buscar esa trascendencia, de la que hablan los maestros espirituales y los santos, mediante la cual adquieren una perspectiva más real nuestras experiencias en el mundo físico. Adicionalmente, y no menos importante, es deslastrarnos de las visiones catastróficas y negativas de los asuntos de nuestra vida mundana: el dolor físico y emocional, la angustia, el miedo y las demás experiencias de naturaleza desagradable que nos aquejan y nos desequilibran, y que nos condicionan a relacionarnos con nuestros semejantes y nuestro entorno de maneras inapropiadas. Es, en resumen, buscar la manera de acceder a niveles de conciencia que nos permitan aceptar, cooperar, comprender y encarar todas nuestras experiencias en una forma creativa, alegre y constructiva en colaboración con nuestro entorno y nuestros semejantes, buscando el mayor bien del universo involucrado en cada situación, circunstancia y experiencia.
El "Yo soy" es una herramienta que nos permite apropiarnos de cualquier experiencia que nos toque vivenciar. Es el primer elemento de conciencia con el que hago contacto para transformar cualquier experiencia en algo positivo, aleccionador y creativo para mí mismo y para cuantos me rodean, incluyendo mi entorno físico. Dicho "Yo soy", cuando accedo a niveles de conciencia más amplios, me permite identificarme con otros "Yo soy" y, de esa manera me transformo en un "Yo soy" más amplio, que incluye a mis semejantes. Seguidamente puedo ampliar dicho "Yo soy" para incluir mi entorno inmediato y mi universo circundante en el "Yo soy" implicado por la frase bíblica que identifica la divinidad con el "Yo soy El que soy".
Naturalmente que tal ampliación no puede ser mental, puesto que nuestro universo discursivo es incapaz de captar tal apropiación de un "Yo soy" universal sin la experiencia que incluya dicho nivel mental dentro de una experiencia progresiva de todos mis niveles internos. Tal vez el más amplio nivel mental posible de lograr sea el establecido por Kant en su Crítica de la Razón Práctica mediante el enunciado: "Obra de manera tal que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal". Sin embargo, en mi opinión y según mi experiencia, dicho imperativo categórico de la razón práctica pura requiere de encarnarse en la experiencia, puesto que el simple enunciado de un principio, por más racionalidad y certeza que posea desde un punto de vista teórico, no es accesible a los seres humanos con poco ejercicio de la mente. E, incluso, para aquellos que tiene una formación intelectual que aprecia el rigor de dicho principio, es imprescindible la necesidad de acceder a niveles de conciencia íntimos de trascendencia con relación al mundo físico y emocional que nos constituye.
En mi opinión, es necesario que la conciencia vaya experimentando los distintos niveles accesibles de una manera progresiva: físico, con su carga de dolores y vulnerabilidades, pero que, a la postre, no constituye nuestra naturaleza esencial, y que debe ser experimentado de una manera que contribuya con su bienestar en una medida razonable, que no exceda los niveles de satisfacción propios de su salud y equilibrio; imaginativo, con todas sus posibilidades de uso para dirigirlo hacia el mayor bienestar interior y exterior de nuestro cuerpo físico, emocional y mental; emocional, con su carga de señales negativas y dolorosas que condicionan nuestras respuestas en situaciones, circunstancias y experiencias que, cada vez renovadas, parecieran repetir patrones de conducta "aparentemente" defensivas por nuestra parte; mental, con todas sus posibilidades de enlace de personas, cosas, situaciones, circunstancias y experiencias en patrones de conducta repetitivos; subconsciente e inconsciente, con toda su carga de imágenes, pensamientos y emociones guardadas en quién sabe que recóndito paraje de nuestra personalidad, que nos impulsa a reaccionar instantáneamente en formas inapropiadas para cada nueva experiencia, sin utilizar nuestra creatividad y flexibilidad de movimiento interior y exterior para transformar circunstancias y situaciones nuevas en nuevas experiencias.
Por supuesto que todavía queda por acceder a los niveles más elevados de conciencia: el alma que nos constituye esencialmente y que, cual guardián imperturbable, nos deja moldear nuestra personalidad en forma libre y sin presiones, con la simple presencia de señales que, imperceptiblemente, nos indican las mejores vías de expresión. Señales que no captamos por nuestro condicionamiento previo, nuestros prejuicios y miedos ancestrales. El nivel del alma y el subsiguiente nivel del Espíritu, que puedo mencionar desde una perspectiva mental como información que he recibido de personas evolucionadas espiritualmente, son niveles que requieren de una guía personal por parte de maestros espirituales, aunque hay personas que parecieran tener una particular predisposición para recibir dichos niveles de experiencia de una manera aparentemente más directa. Opera aquí el mismo factor que hace que algunas personas tengan particular facilidad o predisposición para ser músicos, pintores, matemáticos, médicos, empresarios y, en fin, cualesquiera de esas áreas especializadas de acción comunes en nuestro mundo civilizado. Incluso, por la información que he recibido por distintos medios, los brujos, chamanes y sanadores de diversas culturas, son personas particularmente predispuestas en forma natural para tales actividades por sus condiciones personales de nacimiento y evolución individual.