viernes, 7 de septiembre de 2007

Exploraciones de la conciencia 5

En la medida en que medito más seguido acerca de la conciencia más me doy cuenta de la necesidad de que la filosofía inicie un recorrido por el mundo interior, sin cuidarse de la fulana objetividad y avanzando cada vez más en la subjetividad mediante un simple observar que se exprese para crear una visión del mundo diferente. Es lo que hubiera podido ocurrir si los pensadores cercanos y seguidores de la filosofía kantiana hubieran profundizado en el "Yo soy" y no se hubieran adentrado en las sutilezas del pensar de los filósofos del idealismo (Fichte, Schelling, y Hegel como culminación extrema del pensar centrado en el pensamiento y no en la conciencia "Yo" "no-Yo"). Se explica así la opinión de Heidegger, ilustre seguidor de ese pensar que se recrea en el pensamiento como tal, cuando dice que, para superar la arrolladora fuerza de la ciencia, la tecnología y la técnica se requeriría de un dios.
En mi opinión, solamente una reflexión detenida desde y con la conciencia como acompañante de la expresión comunicadora puede ofrecer una visión renovada del mundo. Y, cada vez más me doy cuenta de que la conciencia está adherida a la visión que la ciencia, la técnica y la tecnología han creado, pues es muy poderoso el atractivo que dicha energía ejerce sobre la conciencia. En efecto, desde mi punto de vista, lo que tenemos ordinariamente en cada ser humano es un conjunto de estados de conciencia (estados de ánimo) consistentes en una identificación del "Yo soy" con el mundo circundante. Es curioso que Heidegger lo haya descrito tan bien en "Ser y Tiempo" pero no haya separado el "Yo soy" para darle la preeminencia que podría separarlo del contexto y hacer que iniciara la toma de conciencia de su poder modificador sobre el entorno.
Para apreciar los estados de conciencia en los que el "Yo soy" se encuentra aprisionado es ejemplificador experimentar dicho "Yo soy" en un espectáculo, en un centro comercial, en una reunión familiar y en muchos otros contextos de la vida cotidiana. Tal experiencia podría acompañarse de un "darse cuenta" mediante el cual observo que "no soy consciente de mi mismo" sino de mi estar en la multitud absorto en actividades y pensamientos propios de una situación totalmente cerrada. Podría darme cuenta de que no me doy cuenta. En efecto, esta frase de "dar cuenta" hace referencia a mi capacidad de relatar cada evento que se sucede en mi contexto como un evento en el que el pensamiento y la actividad se encuentran entrelazados de manera tal que no se distinguen como "voluntariamente discernidos" por el "Yo soy", salvo como opciones dentro de una cantidad de opciones que son, por decirlo de alguna manera, cerradas dentro de su contexto, sin consideración alguna con el universo (contexto universal de contextos) circundante a tal contexto.
La conciencia identifica al sujeto con el contexto presente de manera tal que lo que tenemos en cada momento es un estado de conciencia. Este estado de conciencia pudiera hacer referencia a un estado depresivo tanto como a un estado de entrega a un contexto comercial, o a un evento como una fiesta, un espectáculo o a cualquier otra actividad dentro de nuestro mundo social. Incluso en el acto religioso el "Yo soy" solamente se presenta como automáticamente inmerso en situaciones cuyo contexto, que intenta una conexión con los más elevados niveles de conciencia, se queda anclado en una acción externa en la que el "Yo soy" no discierne su presencia con relación a lo social y se queda prendido del estado de conciencia religioso en lugar de dejar que el nivel del Espíritu dirija su atención a lo más íntimo de la experiencia trascendente.
Los maestros espirituales señalan la experiencia interna como el núcleo de sus enseñanzas. No queriendo decir esto que los maestros espirituales prediquen el alejamiento del mundo, sino que atienden a lo externo desde lo interno. Centran su labor en señalar que el mundo exterior debe vivenciarse desde lo interior y no a la inversa, que es lo que naturalmente ocurre cuando dejamos que el mundo exterior agobie la conciencia y la identifique con lo exterior. En tal sentido, el "Yo soy" que denomino conciencia viene a ser una energía de expresión débil con relación a la energía exterior que la absorbe, salvo que pase a ser una energía de expresión firme que discierna lo exterior mediante una observación continua de los efectos que dicho exterior o contexto causa sobre la estructura del ego, pues el ego está integrado por todos los aprendizajes y forma una estructura más o menos rígida, dentro de parámetros de flexibilidad totalmente cristalizados en opciones dirigidas a repetir actuaciones de la historia personal.
En mi opinión, los términos subconsciente e inconsciente son limitantes en la medida en que apuntan a niveles de conciencia que no son parte de mi "Yo soy" en estado de vigilia. Por el contrario, para mí, son estados de conciencia reactivo (el subconsciente) y egoico (el inconsciente) que pueden ser discernidos por el "Yo soy" en una observación interior de mi decir y actuar en el mundo circundante (el contexto) y en mi mundo interno (el universo de contextos). En tal observación no intento forzar mi conducta por fuerzas que no están bajo mi control sino que sencillamente observo y, como resultado de la observación, me voy dando cuenta de lo que no me funciona en la perspectiva del mayor bien de todo cuanto me rodea. O sea en función de las tres reglas fundamentales: No te lastimes y no lastimes a otros; cuida de tí para que puedas cuidar a otros; y, utiliza todo para avanzar, aprender y elevarte por encima del nivel físico, imaginativo, emocional y mental. Es semejante al primer mandamiento de la religión cristiana: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo.