jueves, 16 de agosto de 2007

Exploraciones de la conciencia 1

Solamente los maestros espirituales pueden ser guías para elevarnos a los más elevados niveles de conciencia posibles para el ser humano. Esta es una tarea personal y voluntaria de cada ser humano consigo mismo, una vez que toma conciencia de su naturaleza trascendente. Mi intención es, desde mi particular manera de ver las cosas, compartir aquellas experiencias internas que pudieran servir de guía para que las personas que no han tomado conciencia de su naturaleza trascendente puedan acercarse a su conciencia interior. La psicoterapia es el mejor medio "científico" para la toma de conciencia, pero, una vez más, es accesible solamente para aquellas personas que se dan cuenta de sus limitaciones en un mundo cada vez más complejo de aspiraciones y deseos frustrantes, y, en tal sentido, no es utilizada por las personas "normales", porque consideran que la psicoterapia es para personas desequilibradas, rechazando, de esa manera, un recurso que puede ser de invalorable ayuda en la clarificación de sus ansiedades, frustraciones, miedos y estados emocionales limitantes.
La conciencia interior es un proceso en movimiento continuo de acuerdo a los estados de ánimo y situaciones que la persona debe enfrentar en el estado de vigilia. Normalmente nuestra conducta es dirigida desde ese particular ser interior denominado ego por los psicólogos. El ego es el conjunto de experiencias que, desde la infancia más temprana, incluso desde el vientre materno, estructuraron una manera de responder ante las situaciones y circunstancias del entorno, y que, mediante la direccionalidad física, imaginativa, emocional y mental vía el subconsciente y el inconsciente utilizamos para responder a los estímulos a los que nos vemos sometidos continuamente. La mente, en constante elaboración de ideas, emociones e imágenes, estructura en cada momento cursos de acción que, aparentemente son "conscientes", cuando son, sencillamente, maneras estructuradas, condicionadas, de responder a las situaciones, circunstancias y personas. Esto se ve agravado por el hecho de que las personas que nos encontramos, o que forman nuestro entorno, generan en nuestro interior sentimientos de aceptación, neutralidad o rechazo que pueden afectar nuestras relaciones personales en formas indeseables para nuestro bienestar y el de nuestros semejantes, y tales sentimientos no nos son conscientes de una manera que nos permita evaluar su incidencia en nuestra conducta.
La conciencia interior es como un faro de luz que puede iluminar y dirigir nuestra imaginación, emociones y pensamiento discursivo (mente) en direcciones que promuevan el mayor bien de todos los involucrados en nuestra vida personal, familiar, laboral y social, pero solamente está disponible como "faro de luz" que ilumina nuestro estado interior, nuestros condicionamientos, nuestros estados de ánimo, nuestras empatías y antipatías constitutivas y, de esa manera, contribuir a que, mediante el uso de nuestra capacidad discursiva y física, nuestros pensamientos, palabras y acciones sean mayormente constructivas.
Una manera de acceder frontalmente la conciencia interior es mediante la denominada intuición pura de espacio y de tiempo. Este es un trabajo individual para el que solamente voy a contribuir con mi propia manera de acceder a la experiencia fundamental de espacio y tiempo en una forma que, mediante el discurso, pueda servir de guía.
El espacio es la contrapartida del cuerpo u objeto material. No hay espacio sin materia, ni hay materia sin espacio. El espacio es una manera, un modo, una forma de ver del ser humano. Si yo quisiera especular científicamente (elaborar una teoría discursiva) diría que espacio y materia son dos formas de energía intercambiables. Sin embargo, reconozco que tal especulación será rebatida por cualquier científico que se respete, por cuanto el científico está firmemente arraigado en su uso del espacio geométrico para la construcción de los modelos físico y químico de la materia. Pero lo que yo me propongo es ir a la raiz del espacio como forma particular de la experiencia del ser humano. La experiencia a la que accedemos como seres humanos está constituída por una infinitud de objetos. Es la infinitud lo que nos es, físicamente, comprensible. No podemos recorrer, por limitaciones materiales de nuestra movilidad física, la infinitud de objetos que constituyen nuestra experiencia cotidiana. Esta infinitud podemos imaginarla como abarcando todo cuanto existe, y todo cuanto existe está constituido por materia tangible y espacio. Si queremos imaginar un espacio vacío, podemos hacerlo. Si queremos imaginar una materia ilimitada, el océano puede servirnos de imagen análoga que podemos extender y ampliar para convertir todo cuanto nos rodea en un sólido inabarcable. Seríamos como un árbol, anclado a su lugar de nacimiento, pero debemos eliminar la posibilidad de crecimiento y movilidad de sus partes. Materia y espacio son intercambiables como formas de energía. Si imaginamos un recipiente cerrado suficientemente resistente y rígido y lo sometemos al vacío, veremos que aparecen fuerzas que son formas de energía potencial, similares a la energía potencial que origina la aceleración de gravedad sobre cualquier masa (materia) situada a alturas sobre el nivel del terreno o pavimento. El espacio es una manera de ver lo vacío de materia sólida. La materia sólida es una manera de ver lo lleno del espacio potencial. Dentro de ese espacio creamos una multidimensionalidad direccional que podemos representar, matemáticamente (o geométricamente, para el caso es lo mismo desde que Descartes desarrolló la geometría analítica), con tres direcciones fundamentales. Pero el espacio es multidimensional desde una perspectiva direccional, o sea, considerando las infinitas direcciones que puede tomar un cuerpo en movimiento. Si yo fuera científico me dedicaría a mostrar que materia, espacio y energía son formas alternativas de mostrar la experiencia que nos es accesible. En cuanto a materia y energía, ya ha sido mostrado en la teoría física moderna. Únicamente quedaría mostrar que espacio y materia son dos maneras de señalar la realidad que nos rodea.
En relación al tiempo, a partir de la diferenciación hecha por Heidegger de tiempo físico y tiempo histórico como dos formas, una cuantitativa y otra cualitativa de la realidad que nos rodea, podemos darnos cuenta, una vez más, que, en nuestra perspectiva humana, el tiempo es sencillamente la manera en la que se nos presentan los sucesos. Sin sucesos no hay tiempo, y sin tiempo no hay sucesos. Lo que se nos presenta en la experiencia es una eternidad (otra manera de "concebir" la infinitud de lo físico) de sucesos. Nuestra presencia, si fuéramos eternos físicamente, o sea, si nuestra experiencia material no estuviera regida por el ciclo de nacimiento, crecimiento, madurez y desaparición del material que nos constituye, es un suceso más dentro de los sucesos que nos interrelacionan en lo físico. Somos, incluso, agentes generadores de sucesos. Entre dichos sucesos incluimos una forma de acceder a los sucesos mediante un movimiento circular repetitivo (o una vibración u oscilación natural de un material dinámicamente activo y accesible para nuestra receptividad) que constituimos como "medida" (semejante a la direccionalidad que mencionamos en el caso del espacio). Si nos tomamos la tarea de cualificar los sucesos de manera tal que los diferenciamos en su secuencialidad, nos encontraremos con dos tipos de secuencia: un tipo que depende de nuestra direccionalidad de enfoque y atención en el espacio que nos rodea y otro tipo que depende de nuestras acciones y de las acciones de los elementos generadores de secuencias en nuestro universo (vida orgánica y alteraciones de los elementos constitutivos de la naturaleza inorgánica). Una vez más encontramos que el tiempo es una manera de ver los sucesos así como los sucesos son una manera de generar un tiempo. El aquí y ahora de la psicología es sencillamente nuestra capacidad de generación de secuencias. Somos, en cada situación, circunstancia y experiencia, seres con potencialidad de generar y cambiar secuencias dentro de nuestro universo. En cada situación, circunstancia y experiencia estamos en condiciones de seleccionar opciones, alternativas de acción física o discursiva, en función de aquello que nos sea más funcional dentro del universo que nos rodea. Somos conscientes de la eternidad como potencialidad de sucesos. Una vez más encontramos una multidimensionalidad direccional constituida por todas las posibilidades disponibles para nuestra escogencia dentro de las alternativas que nuestro universo incluye como potencialidad activa y pasiva.
El discurso, por supuesto, no puede substituir a la experiencia interior que se introduce en lo que el discurso intenta señalar. Es mediante la reflexión interior, acerca de lo dicho en el discurso, lo que puede acercar a la comprensión de lo dicho. Es la transformación del discurso en experiencia lo que puede acercar lo comunicado con dicho discurso a una experiencia interior significativa. Este es el intento de acercar la experiencia a la conciencia y hacer presente la conciencia como luz que "comprende" la experiencia.