lunes, 14 de enero de 2008

Experiencia 07

Experiencia es el encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo. Este encuentro puede ser particular, del individuo; familiar, de la familia; social, de la sociedad; e, incluso, general, del mundo (causalidad recíproca en su escala más amplia). Cada encuentro es una particular acción y reacción en la cual el "ser" humano actúa, es agente, sobre el encuentro; observa, es participante pasivo del encuentro; o padece, es paciente o receptor del encuentro. En cada encuentro el "ser" humano puede aprender las distintas maneras de relacionarse con el mundo que lo rodea. Sin embargo, el mayor aprendizaje es el que se obtiene cuando la acción o padecimiento involucran el nivel emocional y físico del "ser" humano, por cuanto en dicha acción o padecimiento se ponen en juego las vulnerabilidades y limitaciones propias del nivel físico y del nivel emocional. Los niveles imaginativo y mental son herramientas que permiten una evaluación de causas y consecuencias propias del entendimiento. El nivel reactivo, sub e inconsciente, actúa limitando las respuestas posibles, en la medida en que dicho nivel se ancla en experiencias anteriores (encuentros previos del "ser" humano con el "ser" del mundo) que atentaron contra la vulnerabilidad física o emocional del "ser" humano.
Es notorio, en mi opinión, que la racionalidad, como manifestación del "ser" humano, no haya contribuido, hasta el presente, en un mayor equilibrio y bienestar del "ser" humano en su encuentro (experiencia) con el "ser" del mundo. Y esto ha sido, probablemente, debido a que la concepción del mundo, elaborada a través de las diversas experiencias (historia del "ser" humano), se ha enfocado, al menos en el mundo occidental, en la satisfacción de su bienestar físico (lo material, lo "científico") por encima de la naturaleza trascendente propia del "ser" humano en su constitución íntima. Y la naturaleza trascendente se ha dejado como conocimiento inútil (la religión y la filosofía) para la convivencia del "ser" humano con el "ser" del mundo. Esta apreciación, francamente polarizada, se enfoca en el menosprecio del "ser" del mundo por parte del "ser" humano que, en su particularidad individual, aprehende, en las etapas más enriquecedoras de su encuentro con el "ser" del mundo (niñez y adolescencia), solamente lo relacionado con su vulnerabilidad física y emocional.
La religión se ha dedicado a predicar un "deber ser" en contradicción con el "ser" humano en su aprehensión del mundo. En lugar de facilitar un aprendizaje, fundamentado en el encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo, debidamente guiado en sus primeros encuentros, se han consolidado, cristalizado y momificado conductas, determinadas por circunstancias y situaciones totalmente transitorias en reglas e imposiciones que coartan la capacidad de aprendizaje. Así como el condicionamiento de los primeros años de vida, y el aprendizaje fundamentado en "leyes" y "reglas" establecidas por mentes privilegiadas en su capacidad racional particular, limitan, condicionando, el aprendizaje individual del adulto y coartan la receptividad y creatividad características de los primeros años de vida, de la misma manera, las "reglas" del "deber ser", aplicadas a situaciones y circunstancias de vida superadas con los nuevos encuentros (experiencias) del "ser" humano con el "ser" del mundo, limitan y condicionan la "racionalidad" a patrones de comportamiento que desperdician opciones y potencialidades presentes en cada particular encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo.
La filosofía, por su parte, en su apreciación del mundo como una actividad mental de conceptualización que se subordina a "lo científico", considerado como máxima expresión de la potencialidad humana de realización, ha dejado de ser una búsqueda universalizadora para transformarse en una simple exposición e interpretación del discurso. Solamente queda la psicología, en su versión de psicoterapia y facilitación, como ámbito que busca el "ser" del "ser" humano en su encuentro con el "ser" del mundo, y que integra lo particular de las experiencias "espirituales" subjetivas en una "subjetividad compartida", más que en una "objetividad" congelada en lo material o fosilizado, como recurso potencial para una nueva manera de concebir filosofía, a partir del "encuentro" del "ser" humano con el "ser" del mundo.