viernes, 21 de marzo de 2008

Experiencia 16

La experiencia es enseñanza recibida desde el universo que me rodea. Es aprendizaje para manejar las situaciones y circunstancias con las que me encuentro. La experiencia comienza desde el nacimiento, pues caminar, comer, relacionarme con mis semejantes y con el mundo circundante requieren que mis facultades físicas y no físicas adquieran la fortaleza y disposición apropiada para sostener el cuerpo y sus facultades operativas. La experiencia es acumulación de información de eventos, de experiencias particulares, que me permiten enfrentar nuevos eventos, que nunca serán iguales pero pueden guardar semejanzas. La experiencia sigue la regla natural de causa y efecto, de ensayo y evaluación, que conduce desde la ocurrencia del evento al aprendizaje de la manera en la que me funcionó cualquier recurso utilizado en la selección de alternativas de acción.
Aunque la experiencia es individual, se tiene la costumbre de asociarla al conocimiento transmisible de un individuo a otro. Cosa que no es cierta, por lo menos en un elevado porcentaje de situaciones, pues el conocimiento es universalizador de conceptos para economía del lenguaje y la comunicación correspondiente, por lo cual, y debido a que ninguna situación es idéntica a otra, la particularidad de cada situación y circunstancia involucra elementos que modifican los eventos. Si nos detenemos en una situación totalmente física, como el caminar, vemos que el aprendizaje se realiza en diferentes condiciones de terreno que permiten el dominio de subir y bajar una pendiente, caminar en un sendero pedregoso o en un bosque o un monte, etc. Cada situación involucra el desarrollo de una particular maestría que se une a la habilidad natural que se utiliza en cada evento. Si tratamos con una situación no física, como el pensar, la experiencia solamente pude ser adquirida mediante la práctica continua de dicha facultad, guiados por una persona que haya logrado un nivel de maestría bastante más desarrollado que el nuestro. Y, cuando se considera el campo de la espiritualidad, se requiere de la presencia de una persona cuya maestría es difícil de evaluar desde los patrones de evaluación socialmente conocidos, por cuanto lo social es, por definición, lo visible, y lo espiritual corresponde a un área desconocida para la mayoría de los seres humanos.
En el área de la espiritualidad hay términos que no tienen correspondencia con experiencias comunes, aunque pudieran evocar términos semejantes. Tal es el caso de los niveles de conciencia, cuyas denominaciones son, en lo socialmente conocido, físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo (sub e inconsciente). En los escritos espirituales se acostumbra denominar los niveles de conciencia físico, astral (imaginación), causal (emocional), mental y etérico (sub e inconsciente). Como puede observarse, la imaginación es la base del nivel astral, la emocionalidad, que se fundamenta en el esquema causa-efecto, es la base del nivel causal, y el subconsciente e inconsciente, básicamente un área oscura a la conciencia de vigilia normal del ser humano, son la "base" del nivel etérico de conciencia. En esta línea de lenguaje, se acostumbra hablar de cuerpo físico, astral, emocional, mental y etérico para referirse a conjuntos de características (en cierta forma se trata de niveles energéticos de presencia y secuencia) coherentes con dichos niveles de conciencia. Por supuesto que todo esto es descrito desde una perspectiva que solamente ha hecho contacto con los niveles más evidentes y compartidos por los seres humanos que no hemos accedido al conocimiento de los niveles conciencia separados de la receptividad sensible. Así mismo, queda en la simple mención el nivel más elevado de conciencia que se denomina "alma", que es un nivel de experiencia propio de los santos y maestros espirituales, cuya mensaje trasciende los niveles de la receptividad sensible física, astral, causal, mental y etérico.
La experiencia es la base del conocimiento, y, dentro de este, la filosofía descubre la conciencia como elemento sobre el cual se fundamenta la adquisición de experiencia y conocimiento. Sin embargo, la filosofía no ahonda en la conciencia que, por otra parte, ha sido identificada en los movimientos religiosos con el sentimiento de culpa (asociada con el pecado, o falta, que origina dicha culpa) que surge de condicionamientos que tienen que ver con los conceptos de bueno y malo, del bien y del mal. El pecado más antiguo es el de desobediencia, ejemplificado bíblicamente en el consumo del fruto del árbol del bien y del mal, y seguidamente el pecado de envidia y el quitar la vida de un semejante en la historia de Abel y Caín. Apartando la simbología oculta en estas historias, que expresan un mundo difícil de imaginar en nuestra sociedad actual, al menos para los no iniciados en el nivel de la conciencia del alma, la conciencia ha tenido su más afortunado acercamiento en la psicología y psicoterapia actuales, que han coincidido en definirla con el "darse cuenta", el "tomar conciencia", que, de alguna manera, "descubre" lo que sucede en el interior de la persona cuando piensa, habla y actúa en armonía o confrontación con "el mundo como parte integral con el sujeto" que tiene la experiencia.
Tres hitos hay, en mi opinión, en este descubrimiento de la conciencia: El primero es el de bien y mal como términos de calificación que no corresponden con lo que es real, por cuanto el devenir del "ser" humano se concreta en el aprendizaje continuo de ensayo y evaluación, que permite acumular información acerca de lo que "funciona", de lo que es "apropiado" para la supervivencia y conservación de la vida en todas sus manifestaciones. El segundo es el de amar a Dios (la totalidad inclusiva de cuanto existe como manifestación y expresión de una Conciencia que subyace y dirige el universo) sobre todas las cosas, y al prójimo como a tí mismo (que establece la convivencia entre los seres humanos a los cuales se dirige el mandamiento). El tercero es el más elevado nivel de la razón humana en su concepción de la convivencia y armonía, y corresponde al imperativo (por ser mandamiento de la razón pura, cuyo caracter de necesidad es racional) categórico (por corresponder a una categoría o jerarquía máxima dentro de la racionalidad humana) kantiano: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre al mismo tiempo como principio de una legislación universal". La conciencia presente en estos tres hitos, conocimiento, religión y filosofía, es el "darse cuenta" que formamos parte de un universo cuya convivencia es el máximo bien para la operatividad de la totalidad, y que el "ser" humano es una parte significativa por su racionalidad.
La experiencia es, en la perspectiva de la filosofía, contraparte de la conciencia. Son las dos caras de la misma moneda. El conocimiento, sin la presencia de la conciencia, se convierte en instrumentalidad confrontante del universo, y atenta contra la armonía universal. Por supuesto que esta visión es humana y limitado, porque no sabemos si es la confrontación y desarmonía lo que hace que la evolución universal se dirija por cauces que solamente son visibles a los santos y maestros espirituales, para no mencionar a La Conciencia que acostumbramos denominar Dios.
Dentro del modelo de "ser" humano desarrollado por Kant en su CRP, desde la perspectiva del conocimiento, las tres categorías fundadoras del conocer son la cantidad, la cualidad y la relación. La cuarta categoría, referente a la modalidad, tiene, en mi opinión, lo que faltaría para que lo tratado en la Crítica de la Razón Práctica (reglas de convivencia denominadas ética y moral) y en la Crítica del Juicio (relacionado con el arte y la belleza) pudiera integrarse, de alguna manera que desconozco en el presente, en una totalidad coherente. En efecto, las categorías de modalidad se refieren a posibilidad-imposibilidad, existencia-no existencia, necesidad-contingencia, que corresponden con modos o maneras de ver el universo, y, aunque el conocimiento es una manera de ver el universo comunicable entre seres humanos, las categorías de modalidad añaden un aspecto de individualidad que correspondería a los niveles no comunicables de la espiritualidad como posibilidad, existencia y necesidad no accesibles mediante la receptividad sensible sino a cualidades propias de un alma cuyo contacto con el universo es más de pertenencia y complementaridad que de causalidad y dependencia.