sábado, 29 de marzo de 2008

Experiencia 21

El conocimiento surge de la experiencia. Experiencia y ser son dos maneras de ver lo mismo en dos perspectivas, interna y externa, del sujeto. La experiencia puede considerarse un sistema de alimentación para la convivencia y, semejante al sistema alimenticio de los seres orgánicos, implica un descarte o desecho de material no asimilable, con la diferencia de que el sistema de excreción de la experiencia es la conciencia y está condicionado por el ser apetitivo o el ser trascendente, según el estado de desarrollo de la conciencia del sujeto que tiene las experiencias particulares constitutivas de la experiencia o ser de dicho sujeto.
El conocimiento y la experiencia se diferencian en la manera de constituirse. El conocimiento utiliza la facultad discursiva (entendimiento), característica del ser humano apetitivo, mientras que la experiencia utiliza todas las facultades conscientes del ser humano en un determinado estado de desarrollo individual. El conocimiento es aquella parte de la experiencia que es posible comunicar conceptualmente, mientras que la experiencia solamente puede compartirse con la esperanza de transmitir lo que el sujeto ha logrado asimilar de las experiencias particulares en las que ha participado. Aunque la conceptualización comenzó desde la creación del lenguaje, mediante la asignación de vocablos, palabras habladas, a objetos, situaciones y circunstancias, su comienzo, socialmente consciente en mi opinión, puede situarse en Sócrates, filósofo griego cuya actividad puede compararse a la de los maestros espirituales de otras sociedades. En efecto, Sócrates manejaba principalmente términos relativos a las virtudes y otros términos que no tienen una presencia física y material sino, más bien, espiritual: templanza, belleza, valentía y similares. En tal sentido, en los diálogos de Platón, que recordaban los diálogos que Sócrates sostenía con cuantos le rodeaban, se ve la manera en la que Sócrates conducía a sus interlocutores por una serie de preguntas que contribuían a delimitar (definir) el concepto o aplicación de los términos que surgían espontáneamente a la consideración de los asistentes. En ningún diálogo, que yo recuerde, se llegaba a la definición, sino que permanecía en suspenso, aun cuando se lograba un cierto camino de búsqueda para los interesados en dicha temática. Solamente en el caso de la justicia se logra una cierta "definición" que no es tal sino, más bien, una ejemplificación del término mediante una analogía con la constitución de La República; señalando la necesidad de que cada individuo y grupo de individuos se ocupara en realizar las tareas que les correspondía dentro de la estructura de La República: los agricultores, los comerciantes, los guerreros y los gobernantes, cada uno cumpliendo a cabalidad con sus tareas con el objeto de lograr la integridad y supervivencia de La República en el tiempo. Es así como vemos que la tarea de Sócrates es semejante a las de otros maestros espirituales, puesto que su tarea consiste en compartir su experiencia en términos que puedan ser interpretados, y asimilados en forma personal, por cada discípulo o interesado en las enseñanzas del maestro. El maestro espiritual no intenta convencer (definir, conceptualizar), sino, más bien, guiar al discípulo para que encuentre el camino que, siendo el mismo, tiene muchos senderos que conducen a la conciencia interior que permita ver aquello que está oculto a los sentidos físicos, pero que puede ser accedido desde la experiencia del ser apetitivo mediante una guía experta en el camino espiritual.
El concepto alimenta a la experiencia mediante el señalamiento de "variables" que debe recorrer el aprendiz de la ciencia en su aspiración de "conocer" el mundo físico material que le rodea. El camino espiritual debe ser recorrido en forma individual, sin más guía que las "descripciones" o analogías que el maestro espiritual plantea. El conocimiento tiene que ver con el mundo físico material, mientras que el camino espiritual tiene que ver con la experiencia, que incluye, de alguna manera, el mundo del conocimiento. Esta es la misma diferencia que existe entre ciencia y filosofía, considerando a esta última como la representación más próxima a lo material de lo que la religión, en sus orígenes como espiritualidad, pretendía cubrir. La filosofía intentaba acceder, desde lo comunicable mediante el lenguaje, lo que los primeros líderes (maestros) religiosos intentaban enseñar en parábolas y analogías. Incluso los preceptos, que podemos incluir en el "conocimiento", tiene la carencia propia de la conceptualización. Solamente mediante una descripción, semejante a la que utilizaba Sócrates en los diálogos platónicos, puede aproximarse a lo que intenta señalar (enseñar) el maestro espiritual para que el discípulo o aspirante pueda acceder a la experiencia espiritual. Cuando tomamos el primer mandamiento de la ley judeo-cristiana y lo observamos en su conceptualización, no nos queda otro recurso que ir a los restantes mandamientos para tratar de entender a qué se refiere su conceptualización apretada. E, incluso, cuando vamos a los mandamientos que detallan al primero, solamente encontramos nuevas conceptualizaciones que solamente son visibles en algunos casos, como en el de no tomar la vida o los bienes de los semejantes. En general, el camino espiritual requiere de mucho tesón, perseverancia y constancia para acceder a unos primeros vislumbres de aquello que los maestros espirituales y los santos ven con tanta claridad y no pueden convertir en conceptos o palabras, salvo descripciones, historias, parábolas y ejemplos tomados de las actividades cotidianas, para ser traducidos en modos y maneras de encontrarse con el mundo y los semejantes.
La descripción apunta, señala, aquello que se desea mostrar, mientras que la conceptualización universaliza términos para representar cosas y hechos, presencias y secuencias en el mundo físico material. El concepto delimita y define mientras que la descripción señala. El concepto tiene una pretención de estabilidad y solidez, mientras que la descripción tiene la indefinición propia de todo aquello que el "ser" humano experimenta, y que solamente tiene el valor de referencia para que otros seres humanos puedan, individualmente, acceder a algo semejante a la experiencia asimilada. Solamente la conciencia puede acceder a la descripción, mientras que el concepto es accesible desde la mente discursiva. Cuando la anécdota cuenta el caso de Pitágoras en su "descubrimiento" del teorema que lleva su nombre, o Arquímedes "descubre" el principio que lleva su nombre, la emoción que embarga a ambos es señal de una "manera de ver", de un "ver" que los sucesores en el ámbito de la ciencia solamente "ven" con el proceso discursivo y no con la claridad de la experiencia que a ambos conmovió por encima de lo normal. Por supuesto que los sucesores llegaron a la experiencia, pero su "ver" es discursivo no experiencial, hasta acceder a la experiencia mediante la demostración o diseño de experiencias. Esta misma claridad de un "ver" que está por encima del ver sensorial, es la de Sócrates cuando afirma "Yo sólo sé que no sé nada...", sobrepasada, para quienes lo vemos desde nuestro nivel de conciencia en proceso de desarrollo, por su claridad en someterse al dictamen de sus conciudadanos, que no ven su sabiduría y superioridad espiritual, de suicidio forzoso, bebiendo el veneno denominado cicuta; con la peculiaridad de que, previo a su beber la cicuta, departe tranquila y sosegadamente con sus discípulos acerca de un mundo más allá de la muerte.