viernes, 22 de junio de 2007

Conciencia 8

En mi mente la condición de "racional" se impuso siempre como diferencia específica del ser humano en su condición de "distinto del animal", sin embargo, hoy en día, en mi opinión, la condición de "racional" es una característica adicional de la animalidad del ser humano, y lo que lo diferencia del "animal", que lo constituye como base, es el anhelo de trascendencia que es propio de la conciencia. Es la conciencia la característica propia y distintiva del ser humano en su anhelo de trascendencia, y esta conciencia no es algo que surja con el nacimiento sino algo que se va gestando durante la maduración de la racionalidad. La animalidad es la condición fundamentalmente apetitiva del ser humano, y la racionalidad es su herramienta por excelencia para lograr la satisfacción de sus apetitos.
Los filósofos siempre se han aproximado a la conciencia sin lograrlo. Esto se ha debido a que han privilegiado el discurso racional, el pensamiento, sobre las restantes características del ser humano. Y solamente mediante un equilibrio del pensamiento con la imaginación y la emoción, unido a una adecuada toma de conciencia sobre las reacciones subconscientes e inconscientes, pueden constituirse en elementos de diferenciación de la conciencia propia del ser humano. Solamente Kant encontró la limitación del pensamiento discursivo. Sin embargo no pudo adentrarse en sus reflexiones, probablemente debido a lo avanzado de su edad en el momento de concebir su Crítica de la Razón Pura. El trabajo quedó para el desarrollo de los que vinieran posteriormente a él. Pero, a pesar de un buen inicio por parte del idealismo que le siguió, que comenzó a contrastar el yo con el no-yo, no logró enfocarse en la autoconciencia como elemento fundamental de la reflexión, separando y menospreciando, en la culminación del idealismo alemán en Hegel, el factor de la experiencia como elemento central para la constitución integral del ser humano. Experiencia que, evaluada a la luz de los santos y maestros espirituales, podría haber sugerido una dirección de la reflexión hacia las formas "no-compartidas" de la experiencia. Hacia las formas subjetivas de experiencia notables de santos y maestros espirituales, cuya trascendencia respecto del mundo físico es muestra de la natural tendencia evolutiva de ascenso por parte de cada ser humano. Es lo que yo denomino la subjetividad compartida. O sea, aquella subjetividad de la experiencia que, aunque diferenciada entre seres humanos, apunta a una subjetividad compartida, a una potencialidad residente en cada ser humano como potencial de trascendencia que a todos nos diferencia de la animalidad propia de nuestro cuerpo apetitivo.
A partir de esta opinión puedo afirmar que la manera de pensar el mundo físico es diferente a la manera en la que podemos "pensar" el mundo trascendente. Efectivamente, así lo entendió Kant como resultado final de su CRP al establecer la limitación del pensamiento discursivo en su aprehensión de la aspiración de trascendencia del ser humano. Pero Kant, por lo menos, dejó establecida la Razón Práctica Pura, base de la moralidad, como elemento de prueba de la posibilidad de trascendencia por parte del ser humano.
Para pensar el mundo físico en sus aspectos no-físicos como la nada, el vacío y la oscuridad es preciso hacer referencia, como término de partida, a la luz. Solamente a partir de la determinación de lo que se muestra en la luz puedo tener una idea, al menos aparente, de lo que nada, vacío y oscuridad pueden significar. En la luz se muestra el universo que me rodea. Si aparece "una" oscuridad física, sigue existiendo una luz en el tacto, el oído y olfato que impiden que dicha oscuridad física se constituya en oscuridad real. En tal sentido puedo pensar en la oscuridad como un "no mostrarse" del universo que me rodea. La nada y el vacío siguen un camino análogo de comprensión que no es tal, por cuanto la nada es la "no-existencia". En cuanto al vacío y la nada puedo imaginarlos a partir de un globo elástico lleno de aire que se ha vaciado y cuyas paredes constitutivas se pegan de tal manera que solamente queda el material propio de dicho globo y lo que le rodea; o sea, la nada o vacío es lo que queda fuera del universo que rodea las paredes exteriores del globo vacío, con lo cual obtenemos una imagen de vacío y nada, dentro de las paredes del globo, que señala algo imposible de concebir. Aunque los filósofos han utilizado la imagen del cambio y la trasformación como un surgir de algo en la nada de lo que no se mostraba con anterioridad. La cumbre de dicha concepción es Hegel que considera el ser y la nada como contrapartidas de un movimiento dialéctico de lo que él denomina conciencia, que, en mi opinión, sencillamente apunta al pensar discursivo, pues la conciencia es algo que surge en una experiencia diferente de la física y cuya expresión, a partir de la mente, es inexpresable, por lo menos en el momento en el que lo pienso, en el lenguaje propio del discurso.
Para pensar en lo trascendente me queda solamente el hablar de la iluminación (La Luz, entendida en el lenguaje de la espiritualidad) a partir de la oscuridad. O sea, un movimiento inverso del pensamiento de lo no-físico dentro de lo físico, que partía de la luz para apuntar a la oscuridad. Es así como puedo, de alguna manera, apuntar a lo trascendente. En tal sentido puedo mencionar en primer lugar la irracionalidad como opuesto a la racionalidad, pero, entendida en forma tal que se hace referencia a la emocionalidad o al apetito sin el elemento de control de la conciencia, pues la mente activa los elementos necesarios para satisfacer lo que la emocionalidad y el apetito incontrolados requieren para su realización. Puedo, también, mencionar el prejuicio y el condicionamiento, tanto el de los aprendizajes escolares como el experiencial, como fuentes de lo no consciente, de lo oscuro. En general, los apetitos de todo tipo, físico, emocional y mental utilizan la mente discursiva en su ansiedad por obtener aquello que supone como satisfacción. Posteriormente, la satisfacción de los apetitos se transforma en una fuente de frustraciones, si el objeto del apetito no es logrado, o de mayores y más exigentes apetitos o, incluso, en los denominados vacíos existenciales, insatisfacción indefinida o sentimientos de culpa o desvalorización personal. Desde esta oscuridad puede vislumbrarse una nueva manera de experimentar el universo que nos rodea. Pero ésto solamente surge si algo o alguien nos ofrece una imagen diferente: una persona alegre a pesar de situaciones personales penosas o difíciles, una situación desagradable acompañada de un sentimiento de risa por la gracia presente o la forma en que se presentó, en fin, contrastes de lo agradable y lo desagradable que se introducen en la mente y, repentinamente, nos hacen "darnos cuenta" de una manera diferente de percibir y de experimentar las situaciones. Es así como pueden aparecer, espontáneamente, momentos de conciencia. Momentos en los que la mente da paso a una simple observación sin juicios, sin exigencias, libre de elaboraciones discursivas.
En general, la trascendencia, a partir de lo que constituye el mundo físico material, es un nuevo tipo de experiencia que se nos ofrece como visión de un mundo pleno, de un mundo en el que somos, de una manera inexpresable en términos de lenguaje discursivo, una sola cosa con el universo. Cada ser, cada situación, circunstancia y experiencia adquieren una luminosidad, por decirlo de alguna manera, que apunta a la unidad, a la integridad de todo cuanto existe. Solamente me queda refugiarme en las palabras Amor Divino para referirme a algo que abarca cuanto existe, incluida mi individualidad, y hace referencia a lo que experiencias como las de Jesús de Galilea, Buda, Francisco de Asís pueden tener de subjetividad compartida o potencialidad de trascendencia.

domingo, 17 de junio de 2007

Conciencia 7

Cuando Kant modela al ser humano, utilizando como perspectiva el conocer, utiliza dos elementos para configurar la manera en la que el ser humano accede a su universo: la intuición, que se corresponde con la sensibilidad y las capacidades de recepción de información; y el entendimiento, que se corresponde con la espontaneidad del pensamiento o elaboración de la información suministrada por la intuición. La intuición comprende una "forma" o intuición pura como base de la intuición empírica; y el entendimiento también incluye una parte pura y una parte empírica. Por encima de intuición y entendimiento se eleva la razón pura.
En este modelo, el "Yo soy" se establece al nivel del entendimiento puro como "apercepción trascendental", que constituye una unificación de la experiencia. La razón pura queda huérfana de elemento o facultad, como la sensibilidad en la intuición y el "Yo soy", o apercepción trascendental, en el entendimiento. Es aquí donde, en mi opinión, se requiere una reelaboración del modelo kantiano. Así como en la intuición pura, en mi opinión, la infinitud y la eternidad son las constitutivas correspondientes, con el espacio y el tiempo como esquemas de infinitud y eternidad, respectivamente, en la razón pura podemos ubicar "la conciencia" como elemento que, integrando el "Yo soy", elaborado al nivel del entendimiento como síntesis de aprehension de reproducción y de reconocimiento, se elabora espontáneamente como facultad unificadora de la experiencia en la que Kant denomina "la facultad de los principios", que, en su afán o aspiración de completar las experiencias en una totalidad coherente, se transforma en una unidad que, antes que unificadora de las experiencias, es, más bien, una unidad comprensiva de un "Yo soy el que soy" de la divinidad creadora. Es el reconocimiento de la presencia de una conciencia de la cual "yo" constituyo una parte dentro de una totalidad "viviente y creadora".
La ciencia, que motiva a Kant en su búsqueda del modelo humano, a partir de las opiniones de Hume acerca de la costumbre como subyacente al conocimiento, no crea conciencia. La filosofía, primer impulso de conciencia a nivel del conocer, se queda en un laberinto de elaboraciones que culminan con Hegel en su Lógica. A continuación llega la otra cumbre de Heidegger, quien se da cuenta de algo, sin poder definirlo, que supera la capacidad humana del pensar, y que se detiene en la elaboración de un modelo de devenir "Ser y tiempo" que, partiendo de las maneras de vivir y convivir del ser humano y del pensar como suprema manera de expresar y modelar dichas maneras, se plantea la necesidad de superar, en una nueva manera de pensar "el pensar" de la filosofía.
Aparece, en mi opinión, un nuevo elemento, que Heidegger descarta expresamente, que es la manera de pensar oriental, cuyo centro es la observación interior. Y Heidegger la descarta porque no es la manera heredada de los griegos, que él considera es la base irrenunciable de nuestra manera de entender el mundo. Sin embargo, él mismo se da cuenta de que los primeros filósofos eran más esenciales que las sucesivas elaboraciones del pensar, pues ellos se dirigían a "lo ente" como expresión del ser. Además de los santos y maestros espirituales que mencionan otras experiencias no expresables al nivel del lenguaje. Incluso Platón y Sócrates dan testimonio de una manera de ver el mundo desde lo trascendente. No se da cuenta, Heidegger, de que la experiencia del mundo desde el interior del ser humano como centro de observación, centro que, a su vez, debe ser motivo de observación, por constituirse como parte de aquello que se observa, es la única manera de acceder a la unidad que elimine la limitación del proceso discursivo, del lenguaje elaborador físico requerido por la comunicación interior hacia el exterior. Pero tal observación debe dirigirse (disciplina como elemento de direccionalidad interior), en mi opinión, a una nueva manera de experimentar, a nuevas facultades de conocimiento que se constituyan, más que en un conocer, en un "darse cuenta", en una conciencia que se involucre desde su ser interior, que trasciende el mundo físico-material, pero que puede integrarse desde la subjetividad compartida, ya no en una objetividad externa sino en una integración hacia lo trascendente del ser humano. Sin renunciar al mundo y a la mundanidad, convertir el mundo en un universo a la manera de Jesús de Galilea o Francisco de Asís o Buda, Lao Tse, Confucio, o cualesquiera de aquellos pensadores que dedicaron su vida y su obra a la unidad de todo cuanto existe, en contraste con el conocimiento, que todo lo separa para comprenderlo posteriormente en unidades significativas.
Así que, en mi opinión, estamos ante una nueva tarea conjunta de los seres humanos: enseñar la conciencia como elemento fundamental, como elemento de base, para una nueva manera de ver el mundo, que integre lo espiritual y lo físico-material en un todo armónico. Tal vez este sea el paso culminante para alcanzar esa tan admirada y olvidada "humanidad" del ser animal racional. Es la elevación a aquello que hace trascendente al ser humano y que, denominado "alma", ha quedado, hasta el presente, relegado a las iglesias, monasterios y organizaciones que solamente se dedican a una especie de no-vivir dentro del mundo, considerando que lo físico-material del ser humano ha de ser relegado en favor de lo trascendente. Sin el reconocimiento de que, como seres vivos, hemos de experimentar y conocer todas las experiencias humanas. Esta vez, guiados por nuestra convicción de considerar que somos seres trascendentes en una envoltura físico-material sensible; que, probablemente, hemos venido a "aprender", a "experimentar" la separación, con un propósito que excede nuestra facultad de conocer mediante el pensamiento y el proceso discursivo.

viernes, 15 de junio de 2007

Conciencia 6

La conciencia y el conocimiento se complementan para integrar al ser humano desde la perspectiva de la experiencia compartida con otros seres humanos. El conocimiento no crea conciencia, aunque abre su posibilidad, pues es un modelar el universo a partir del ser físico del hombre. El hombre observa el mundo que lo circunda, incluyendo a los demás seres humanos, y comienza a modelarlo, consciente o inconscientemente, de acuerdo con sus limitaciones y necesidades. El conocimiento o modelaje del mundo es compartido con los demás seres humanos mediante el lenguaje. El lenguaje es, así, el recipiente en el que se deposita el modelo del mundo del ser humano.

La conciencia aparece cuando el ser humano observa que su modelo requiere de una mayor elaboración para contener aspectos que no son de naturaleza material, cuando toma conciencia de que hay expresiones y manifestaciones de su realidad que dirigen su mirada hacia un mundo intangible a los sentidos físicos. Aparecen la religión y la filosofía.

En la época actual se hace presente otro tipo de conciencia que complementa la religión y la filosofía y que se dirige a la observación de un mundo que no puede ser compartido mediante el lenguaje. Siempre ha existido ese mundo personal que es intraducible a los elementos del lenguaje, pero ha sido exclusivo de un cierto tipo de personas: los santos y los maestros espirituales (incluidos los chamanes, los sanadores y otros personajes semejantes, que manejan un conjunto de creencias y experiencias que solamente pueden transmitirse mediante la cercanía continua de algunos discípulos deseosos de adquirir tal tipo de experiencias).

La conciencia es un mirar hacia adentro. Es un mirar aquello que constituye la fuente del lenguaje, del modelaje del mundo: imágenes, sentimientos y emociones, pensamientos, reacciones subconscientes e inconscientes. Es un mundo interior desde el cual se hace presente lo esencial del ser humano, pero a la manera de simple experiencia, sin explicaciones, sin modelajes, sin lenguaje que lo interprete. Es un simple estar presente en la experiencia cotidiana, observando qué pienso, qué siento, qué imagino, qué me sucede ante los sucesos y fenómenos del mundo externo, y, a partir de dicha observación, se crea una nueva manera, no mental, ni modelable, ni transmisible mediante el lenguaje, de actuar en el mundo físico. Pero, dicho mirar u observar, debe ser, preferiblemente, dirigido por alguien que haya recorrido su personal mundo interior, que haya encontrado la fuente de la sabiduría acumulada por otros seres que recorrieron dicho mundo y dejaron testimonio de sus experiencias, y que pueda vencer la rutina, la repetición del mundo exterior que fascina, que hipnotiza con sus atrayentes, y a veces intimidantes, colores y diversidad, en detrimento de un mundo que brinda un contacto más directo, original y real de lo que los prejuicios, preconcepciones y "saber" del mundo exterior pueden ofrecer.

El despertar, que se refiere a un cierto tipo de dormir durante el estado de vigilia natural del ser humano, a que se hace mención en las enseñanzas espirituales, dirige nuestra atención a la latencia de sentidos no físicos para experimentar el mundo del espíritu. Así como los sentidos físicos permanecen latentes durante el estado de sueño físiológico, los sentidos sutiles requeridos para acceder a la experiencia del mundo interior y exterior, en forma desprovista de limitaciones y vulnerabilidades físicas, están latentes y a la espera de nuestro despertar al espíritu. Hay aquí una nueva manera de entender la experiencia, que implica un contacto directo con la energía o cualesquiera nombres queramos asignarle, provisionalmente, para que podamos acceder a aquel ser que observa al que siente, al que padece, al que modela, al que conoce.

La iluminación, que hace referencia a un cierto tipo de obscuridad, opacidad, neblina o nubosidad, por dar un nombre analógico del mundo físico que nos rodea, dirige nuestra atención a la necesidad de despejar las preconcepciones, prejuicios y conocimientos del mundo cotidiano. Es, de alguna manera, una sugerencia para que comencemos a despejarnos y a utilizar nuestra creatividad, con la finalidad de encontrar novedosas y renovadas maneras de observar el mundo, dando mayor diversidad a las formas que tenemos de captar el mundo que nos rodea. Es despojar la mente de las rutinas que nos impiden ver que, con un ejemplo específico fácil de captar, una taza, un vaso, un plato y cualesquiera otros elementos semejantes son, sencillamente, recipientes intercambiables que influyen en nuestra manera de aproximarnos a cada experiencia; que cada elemento externo de nuestro mundo externo tiene características de condicionamiento, incluyendo aquellos conocimientos de la ciencia, la tecnología y la técnica, la filosofía, la religión y la historia, y, en fin, todo aquello que hemos acumulado mediante las experiencias de los seres humanos que nos han precedido y, sin quererlo, condicionado. Todos los avances logrados por quienes nos precedieron tenían una finalidad de apoyo para nuestra vida físico, y se convirtieron en fuentes de condicionamiento y aprisionamiento en maneras de pensar y de sentir prefijadas. Como ejemplo específico, no tan fácil de comunicar, un dolor físico, señal de algo que debe ser atendido para recobrar el equilibrio corporal, se transformó en sufrimiento, en malestar, en algo que debe ser atendido exteriormente, sin la participación de nuestras facultades de sanación interior. Una dolencia o desbalance físico que anuncia la necesidad de atender nuestro proceso vital general, se transformó en una enfermedad (in-firme) que debe ser atendida externamente, como si se tratara de algo puntual y no de algo que indica un desconocimiento más amplio y general de nuestra manera de encarar las situaciones, circunstancias y experiencias de la vida cotidiana; y, adicionalmente, se convirtió en indicador de nuestra "miseria y vulnerabilidad" físicas, de sufrimiento, de dolor emocional, mental e imaginativo adicionados al hecho físico. En fin, los procesos externos e internos relacionados con lo externo se transformaron en fuente de estancamiento, limitación y sufrimiento intolerables, temibles, miserables, en lugar de constituir fuentes de aprendizaje de un proceso más amplio de la vida y de aprendizaje personal que sirviera como referencia al aprendizaje conjunto de los miembros de la sociedad humana. A todos los desequilibrios del mundo físico se les ha dado una connotación imaginativa, emocional y mental limitante, sin atender a la naturalidad de cada proceso dentro del conjunto y a la necesidad de neutralizar el efecto no físico de las situaciones, circunstancias y experiencias, despojándolas de significaciones no físicas, para lograr un equilibrio en el aprendizaje de los mejores medios individuales y grupales para atender las "dificultades" que, en última instancia son sencillamente experiencias dentro de la aventura del vivir. Esto, sin añadir, la pérdida del sentido de humanidad de unos para con los otros, resumida en las famosas, rutinariamente repetidas y poco aprehendidas frases: "Amaos los unos a los otros", "Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo por amor a Dios", que hacen referencia a nuestra unidad (cada uno de nosotros es hijo de Dios) y a nuestra solidaridad dentro de un mismo cuerpo, que es el universo que nos gestó y nos sostiene. Es a ese fin al que se dirige la conciencia. A la aceptación, la comprensión y la cooperación, con el entusiasmo de saber que el cuerpo físico y todo lo físico es una manifestación de algo más elevado que nos contiene y que no podemos expresar con palabras, imágenes ni pensamientos, pero que, en la intimidad de nosotros mismos, podemos experimentar. Esto es fácil de decir, pero, en mi intimidad, me doy cuenta de que estoy siguiendo los dictados de un maestro espiritual que me guía, y que no he accedido, todavía, a esa experiencia esencial que me la haga realidad experiencial vivida. Bien es cierto que he tenido atisbos de dicha realidad esencial, que la iluminación ha llegado por instantes, pero el despertar a la conciencia del alma, aunque presente, requiere de una mayor dedicación y presencia de mi parte.

martes, 5 de junio de 2007

Conciencia 5

Despertar e iluminación traen a la mente sus contrapartidas: estar dormido, sueño, estar en la oscuridad. Es así como entendemos que los maestros espirituales hacen referencia a que "estamos dormidos" y "estamos en la oscuridad", en relación a una realidad que es clara para ellos. Esto implica que nuestro estado de vigilia o alerta cotidiano, en el cual nuestros sentidos están abiertos a cuanto nos rodea, no accede a la realidad accesible para los maestros espirituales.
Una primera aproximación nos dirige a la necesidad de ampliar nuestra percepción física a una "percepción" que abarque una mayor y más elevada "realidad". Esto quiere decir que necesitamos una "sensibilidad" adecuada a los elevados niveles de conciencia que son accesibles para los maestros espirituales. Esto puede obtenerse mediante una apertura a las enseñanzas de dichos maestros espirituales. En todo caso, dichas enseñanzas son dadas mediante analogías y anécdotas que apuntan al objetivo sin "mencionarlo", por cuanto las palabras de nuestro mundo sensible no se aplican a las experiencias del mundo del espíritu.
Otra aproximación consiste en comprender que nuestra percepción está envuelta en preconcepciones y experiencias negativas que condicionan nuestra receptividad de lo que es. En este sentido necesitamos reaprender el mundo que nos rodea mediante las guías de los maestros espirituales, y ésto, a su vez, consiste en tomar conciencia de nuestros pensamientos, emociones e imágenes, en cualquier experiencia en la que nos encontremos envueltos. A la manera en que lo he entendido, consiste en evolucionar, dejar que las situaciones, circunstancias y experiencias se presenten, y estar consciente de lo que sucede en nuestro interior. Es, una vez más, simplemente observar, sin rechazar, nuestros pensamientos, emociones e imágenes ante la experiencia que nos toca vivenciar.
En cuanto a la oscuridad, la referencia es a comprender, una vez más, que hay un mayor panorama que puede iluminarse mediante una "percepción" diferente. Este factor de iluminación, en mi opinión, no depende de mí mismo en forma directa, aunque, indirectamente, yo la promuevo mediante mi intención y mi dedicación a las enseñanzas, los ejercicios espirituales y la "comprensión" constante de que "lo que es" no es bueno ni malo. Simplemente está ahí para mí, que lo utilizo para aprender la diversidad y posibilidades, sin descuidar mi integridad física, emocional y mental. Esto se resume en las reglas: no te lastimes y no lastimes a los demás; cuida de tí para que puedas cuidar a los demás; y, utiliza todo para aprender, para avanzar, para crecer en conciencia y experiencia.
En mi opinión, es notoria la falta de interés por parte de los filósofos para "comprender" el mundo como una totalidad, al menospreciar la influencia de la emocionalidad en el conocimiento. Han dedicado todo su esfuerzo al campo de la mente, sin tomar conciencia de que la mente del ser humano se encuentra envuelta en las emociones y la imaginación. Han limitado el conocimiento al dominio de la racionalidad, sin darse cuenta de que, si tal racionalidad fuera esencialmente independiente, todos los seres humanos deberíamos ver las mismas cosas en las mismas circunstancias, y, en tal sentido, todos los seres humanos deberíamos acceder al conocimiento de la misma manera y sin obstáculos para ver "el mismo mundo". En Kant es notorio el hecho de que quiso abarcar todos los dominios del conocimiento, pero, cuando llega al Juicio, a la facultad de juzgar, hay dos premisas que subyacen a su concepción: la primera se refiere a la dificultad que tienen gran cantidad de seres humanos para subsumir una experiencia bajo un determinado principio que lo abarca (notoriamente en la formación profesional se dan excelentes profesionales que, enfrentados a determinados casos de la experiencia, tienen dificultad para subsumir dicha experiencia bajo una regla en general. Esto es particularmente problemático en el caso de jueces y especialistas del derecho); la segunda se refiere a que, en la Crítica del Juicio, trata de "descarnar" las "impresiones" (juicios estéticos) de lo emocional, de lo subjetivo que se muestra en un compartir de la subjetividad que, difícilmente, en mi opinión, pueda concebirse como un aspecto meramente intelectual, sin participación de una "energía" afín a la emotividad. Estos dos factores indican un menosprecio de la emocionalidad en la formación de conocimiento. Lo cual constituye una manera de evitar elevarse a las posibles causas del "oscurecimiento" que se concibe en el campo de lo espiritual. Este es también el caso de Platón que, en La República, que, en su origen, es un estudio de la naturaleza humana (en particular mediante un entendimiento de lo que es la justicia, un hombre justo), menciona la poesía como una disciplina que debe eliminarse en La República para el beneficio del equilibrio y balance que la justicia implica, sin darse cuenta de que el equilibrio, en el caso de los seres humanos, no consiste en eliminar alguna de nuestras facultades o potencialidades sino en darles un balance o equilibrio en nuestra vivencia cotidiana; que el ser humano justo, equilibrado, es un ser humano "consciente" de sus posibilidades y limitaciones, y que la emocionalidad, la imaginación y la mente deben ser cultivadas en forma tal que el subconsciente propio de nuestra naturaleza apetitiva sea contrarrestado en forma tal que beneficie nuestro ser integral, para elevarnos a los niveles más altos de nuestra naturaleza no material, a partir de los elementos de nuestra constitución material.

sábado, 2 de junio de 2007

Conciencia 4

En las enseñanzas espirituales se habla del despertar y de iluminación para referirse a un contacto con experiencias fuera del área meramente sensorial. De esa manera se infiere que el estado normal de vigilia o conciencia diaria es un tipo de sueño que impide que los seres humanos tomen contacto con la conciencia en su nivel más elevado. Y la manera en la que, a menudo, se instruye a los seguidores de un determinado maestro espiritual para propiciar el encuentro o elevación a dichos estados de conciencia más elevados es mediante los denominados ejercicios espirituales. Dichos ejercicios espirituales conllevan una significación similar a la de los ejercicios físicos, pues es la manera de hacer que el espíritu individual se fortalezca y se amplíe su amplitud receptiva. Tales ejercicios espirituales consisten, por lo general, en el canto interior de un mantra, que es una o más palabras en un idioma como el sánscrito. Un ejercicio espiritual más universal es la denominada meditación de la respiración, que consiste en cerrar los ojos en un ambiente suficientemente personal y protegido y dedicarse en exclusiva a observar el ritmo y curso de la respiración. Tales ejercicios, realizados con suficiente dedicación y regularidad diaria, promueven un estado de conciencia más alerta al de la actividad diaria, por cuanto la persona, paulatinamente, se hace más consciente de lo que sucede en su interior dentro del contexto de sus actividades cotidianas, y, consiguientemente, puede darse cuenta de la influencia de sus imágenes, emociones y pensamientos en su estado de ánimo.
El despertar de la conciencia es, sencillamente, el "Yo soy" que se hace presente con cada actividad que realizamos, y la mejor manera de lograrlo, además de los ejercicios espirituales bajo la guía de un maestro o guía espiritual, es la simple observación interna. Tal observación pareciera ser sencilla, y, de hecho, lo es, sinembargo no es fácil, por cuanto la imaginación, la emocionalidad y la mente están en continua actividad, enlazando retazos de eventos residentes en la memoria con la situación y estado de ánimo presente en cada momento. Adicionalmente, la necesidad de enfoque de la mente para la realización de todas las actividades diariamente, en sucesión continua e indefinida para cada momento, distrae la atención de la conciencia del "Yo soy", que pasa a identificarse con la situación o circunstancia y olvida el enfoque de considerar que, en cada momento, cada actividad, pensamiento, palabra, acción, circunstancia o situación es producto de un entorno dentro del cual el "Yo soy" tiene la libertad de interactuar eligiendo opciones dentro del contexto.
La observación interior, que pareciera ser una actividad totalmente pasiva, es el recurso más poderoso de cambio de que disponemos los seres humanos. Dicha observación pudiera compararse con la contemplación que muchos seres humanos hemos tenido la oportunidad de experimentar ante un paisaje particularmente atrayente, amanecer y atardecer en particular, o ante le inmensidad del océano. Por supuesto que me refiero a la contemplación detenida y prolongada que se abstrae en el paisaje o ante el océano, y que se convierte en una especie de meditación sin palabras que se sumerge en dicho paisaje o en el oleaje y el entorno circundante ante la presencia de los fenómenos naturales, viento, luminosidad, nubosidad y similares. La observación implica una neutralidad, una carencia de juicios de valor, de bueno o malo, de benéfico o dañino; se trata de la simple observación, del simple estar presente, del natural fluir con la situación en total presencia del observador interior que, estando presente, observa lo que fluye en total neutralidad. En tal caso el "Yo soy" es un espectador de la propia acción, pensamiento, decir, circunstancia o situación. Tal proceso de observación nos va introduciendo en la más elevada conciencia a la que podemos aspirar dentro de nuestra sensorialidad y el contexto imaginativo, emocional y mental que nos envuelve.
El proceso mental de los filósofos se parece más al proceso creativo de los poetas, pues involucra un tipo de contemplación que se recrea en las palabras y sus significados, cual una persona ante un cuadro por piezas que se trata de ensamblar. Si leemos los escritos de los filósofos con tal direccionalidad, nos daremos cuenta de un ritmo, una armonía y una belleza interior que unifica el discurso en significaciones que deleitan nuestra capacidad de apreciar lo bello, lo bueno y lo sublime, a la manera en que lo concibe la Crítica del Juicio de Kant. Es un Juicio estético que se sobrepone sobre los significados, el ritmo y la armonía de un escrito de filosofía. Por supuesto que esto es más notorio en filósofos como Heidegger, que se detienen en la naturaleza humana como elemento de estudio de su filosofar, pero es también apreciable en los filósofos como Hegel, Kant y los que les precedieron, hasta llegar a los primeros filósofos griegos, cuyas obras nos llegaron en retazos que semejan poemas o versos en forma de refranes. En tal sentido, la filosofía, en mi opinión, se me sigue presentando como el desenvolvimiento de una conciencia social, puesto que participa de la comprensión de lo que la precede dentro del contexto intelectual y mental del filósofo que la recrea. Es así somo se hace todavía más válida la afirmación kantiana de que no aprendemos filosofía (no existe una filosofía como tal) sino que aprendemos a filosofar. Y tal filosofar es una conciencia que se desenvuelve y se realiza en una poesía, creativamenta tan indescifrable en su origen como lo implicado en las palabras de kant para referirse al esquematismo del entendimiento puro: "...constituye un arte oculto en lo profundo del alma humana" y "...difícilmente lo pondremos al descubierto".

viernes, 1 de junio de 2007

Conciencia 3

El "Yo soy" de la conciencia ha sido delimitado por la filosofía, aunque los santos y maestros espirituales lo han planteado desde mucho tiempo antes, pero en forma no dirigida a la enseñanza mediante la mente sino mediante algo que en el mundo de la espiritualidad se denomina "El Corazón", y que, por supuesto, no se refiere al corazón físico sino a lo espiritual, tomando el corazón, que actúa en forma continuada, y sin nuestro concurso consciente, al desenvolvimiento de la vida, como referencia activa.
La filosofía, sin embargo, se ha quedado estancada después de la filosofía kantiana. Y esto, a mi modo de ver, se debe a que la filosofía ha renunciado a tomar en cuenta las capacidades no-mentales del ser humano como fuente de conocimiento. Platón pensaba que la poesía debía ser excluida de La República. Kant mismo dice explícitamente en la CRP (A801-B829 - nota al pie) "Todos los conceptos prácticos se refieren a objetos de agrado o desagrado, es decir, de placer o displacer, y por tanto - al menos indirectamente - a objetos de nuestros sentimientos. Como este no constituye una capacidad de representar cosas, sino que queda fuera de todas nuestras facultades cognoscitivas...". Tal afirmación descarta la emocionalidad del campo de estudio de la filosofía. Ni tan sólo en el efecto que dicha emocionalidad pueda tener sobre nuestra facultad de representar. De esa manera se deja fuera de la filosofía la parte más significativa del ser humano. Solamente la modernidad, en forma indirecta y objetivada, da cabida a lo humano no intelectual del ser humano en la obra de Heidegger, pero no como elemento que haya de ser investigado, a la manera de Kant, sino como componente de una manera de ver "el ser" propia de lo humano, sin apuntar o señalar a la conciencia, que, en definitiva, es lo que puede conducirnos a ampliar nuestra conciencia personal. La filosofía de Heidegger se queda, como toda la filosofía, en la conciencia social, sin tomar en consideración que dicha conciencia social parte de la conciencia individual, y que, de no ser ahondada en forma secular, a la manera de la filosofía y de la ciencia, deja fuera del radar que es la conciencia un inmenso campo de posibilidades direccionales para el ser humano individual.
Los santos y maestros espirituales, por el contrario, consideran todo lo humano como digno de ser llevado a la conciencia para su evolución y transformación hacia lo espiritual, sin menospreciarlo, sin descartarlo. Simplemente se acepta lo humano, en todas sus dimensiones y posibilidades, como un campo de experiencias que necesita ser vivenciado en forma consciente, dentro de un contexto de unificación del ser humano, que contempla, con el universo, que lo envuelve, y que, a su vez incluye, otros seres humanos que conforman una manera de vivenciar que se eleva por encima de su naturaleza físico-emocional.
En mi opinión, el que los filósofos hayan descartado una gran parte de la experiencia humana, y la hayan dejado de lado en estudios éticos y estéticos, que solamente estudian los efectos y no las causas, es la responsable del atraso de la filosofía con relación al avance de la ciencia y la tecnología, con las consecuencias lamentables para el entorno humano, en cuanto a los valores humanos y a la integridad del mundo natural en su capacidad de sustentar la vida en todas sus formas. El abandono de "lo divino", en contraste con "lo científico-tecnológico", como campo de posibles experiencias íntimas que enriquecen el universo total en su intercambio de posibilidades de evolución y transformación ha traido un abandono de los valores humanos que pudieran compensar el deterioro que la ciencia y la tecnología causan sobre el mundo natural. Y, en mi opinión, la filosofía pudiera aportar al estudio de la conciencia una profundidad y una perspectiva que la psicología y las ciencias sociales no pueden abarcar.
El hecho es que la conciencia debe ser abordada en sus aspectos docentes-discentes desde la perspectiva filosófica, y que, para tal fin, el filósofo debe tomar conciencia, como lo hizo Descartes, y posteriormente Kant, de su mundo interior y de la manera en que su mundo interior se desarrolla. En tal forma se abriría el abanico de la conciencia hacia nuevos alcances y posibilidades, desde la experiencia interior que puede extenderse en la medida en que el ser humano consciente se hace más perceptivo de sus energías internas de contacto con el mundo interior y con posibilidades de ampliación hacia un mundo de energías de intercomunicación con el universo que nos envuelve, incluidos otros seres humanos en sus aspectos no visibles externamente.
La conciencia, el "Yo soy", es una presencia que, anclada en un cuerpo físico, puede ampliar su alcance de posibilidades de desarrollo y evolución hacia una comprensión de sí misma como un componente, como una parte, como una esfera de influencias y de intercambios que, debidamente entendida, pudiera conducirnos a concepciones de mayor integridad para el universo del que formamos parte discernible.