sábado, 4 de marzo de 2006

Memoria y conciencia

La memoria, en mi opinión, es la fuente de información que alimenta el miedo, el subconsciente y el inconsciente. En relación al miedo, tanto la psicología como los maestros espirituales recalcan que el miedo es una ilusión, que no existe aquello que suscita nuestro miedo, que, si me coloco en el ahora, me daré cuenta de la inutilidad de tal emoción. Sin embargo, en mi caso, me doy cuenta que no me agradan, que francamente me disgustan, el dolor físico y emocional, la enfermedad y cualquier malestar físico que pudiera padecer. Y hay ocasiones en las que mi situación física o emocional me enfrentan a la posibilidad de experimentar, de acuerdo con los registros de mi memoria, tales padecimientos: dolor físico o emocional, carencias que pudieran afectar mi bienestar físico o emocional, y experiencias diversas molestas en grado que ya he experimentado en otras oportunidades. En tales casos, se suscita inmediatamente esa sensación de miedo, y, aunque puedo reconocer que no está presenta el padecimiento inmediato, el simple recuerdo subyacente de lo que significan, genera, en mí, un estado de desagrado (miedo) hacia las consecuencias de la actividad o acción que parece anunciar dichas experiencias.
En cuanto al subconsciente e inconsciente, me doy cuenta de que hay en mí información anterior, tal vez mal interpretada por una memoria (registro existente dentro de mí) insuficientemente precisa, que promueve conductas, reacciones y estados de ánimo sobre los cuales, aparentemente, no tengo control alguno. Me he dado cuenta, cuando he estado en contacto con mis pensamientos en forma consciente, de que un pensamiento arrastra a otro, y este a otro, y así sucesivamente, sin que yo tenga nada que ver, a nivel consciente, con los motivos de dicha asociación, que, por lo general, se centran en aspectos negativos, en aspectos que me parecen obscuros, desagradables e incómodos, y que terminan por conducirme a estados de desánimo y decaimiento. Es notorio, para mí, que los pensamientos alegres y felices no se concatenan en forma tan espontánea y secuencial como los pensamientos negativos y desagradables. Es un motivo que me ha impulsado a estar más en contacto con mis pensamientos en una forma más consciente, cuando me es posible. Sin embargo, se trata de mecanismos automáticos que se encuentran arraigados en mí, tal vez como mecanismos de protección en su funcionamiento inicial.
Es posible que exista, a nivel más elemental que la mente racional, un mecanismo de "razonamiento instintivo" que se encarga de enlazar los pensamientos, mediante analogías y similitudes que puedan suscitar experiencias negativas, para darnos información protectora a nivel de la mente racional consciente... solo que dicho mecanismo es de naturaleza elemental y no toma en cuenta el medio civilizado de vida al que hemos accedido durante nuestra evolución humana. Desmontar dicho mecanismo implicaría crear un nuevo tipo de respuesta que, manteniendo su naturaleza protectora de nuestra vulnerabilidad física y emocional, nos acercara más a una apreciación positiva de las condiciones de vida moderna. En todo caso, pienso que solamente el proceso de evolución, transformado en un elemento de pensamiento racional consciente, pudiera conducirnos a una reelaboración de nuestras "respuestas instintivas originales". Es todo un mundo de investigación personal que requiere agudeza, constancia y tenacidad en el nivel racional, pero que, probablemente, puede sustituirse mediante una inmersión en los mundos de la espiritualidad, como han sido practicados por los maestros espirituales conocidos desde la antigüedad.