domingo, 19 de febrero de 2006

¿Cielo, Infierno?

Cuando reflexiono un poco sobre las creaciones imaginativas de la conciencia humana, puedo darme cuenta de la limitación que nuestra capacidad pensante tiene en la fundamentación de la vida como recurso activo. Y es que, el concepto no analizado, puede condicionar la vida en formas que limitan considerablemente nuestra posibilidad de evolución como sociedad, que es lo que al final nos hará más liviano el progreso individual.
El infierno, como se me presenta a nivel personal, es simplemente el sobredimensionamiento de los dolores y penalidades físicas, que ya de por sí no necesitan ser sobredimensionados para hacerme consciente de lo desagradables que me resultan. Es tomar, como referencia para el castigo, el cuerpo físico y su vulnerabilidad, sin llegar a su destrucción, lo cual sería un cese de la pena o castigo. Y, lo más curioso, en la concepción que se me presenta de tal tipo de infierno, es que las penalidades o "dolores" de tipo emocional no forman parte de dicho infierno, siendo que, con toda probabilidad, resultan más pesados, cuando los estamos viviendo, que los mismos dolores físicos. Por supuesto que, de presentarse simultáneamente, los dolores físicos y enfermedades atraen más mi atención y me obligan a tomar conciencia de mi cuerpo y de la necesidad de llevarlo a su mejor condición, salvo que el "dolor" emocional sea tan significativo que me haga desear la destrucción total de la conciencia mediante su desaparición. Pero esto último sería llegar al estado de "locura" e inconciencia.
Como opuesto del infierno está el paraíso o cielo, que viene a ser un sobredimensionamiento de los placeres y gustos físicos y, esta vez sí, emocionales, basados en sus contrapartes físicas.
Las religiones han tomado todas nuestras vulnerabilidades y todas nuestras apetencias y han fabricado dos "lugares" (¡ qué absurdo denominar utópico - sin lugar - a un supuesto lugar!) imaginarios para incentivarnos a buscar el bien y evitar "lo malo", cuando el bien y "lo malo" no son otra cosa que esos mismos "males" y "bienes" cuyo sobredimensionamiento se ha imaginado (sin entrar en consideraciones de tipo moral o ético, que, al final, no apuntan a otra cosa que las costumbres y maneras de actuar establecidas por la cultura particular en la que nos desenvolvemos).
Como ejemplo puedo citar, si estoy bien informado, el supuesto cielo de algunas religiones que promueven los mayores daños a nuestra vulnerabilidad física, prometiendo un paraíso de placeres a quienes realicen tales daños, cuando los receptores de tales daños no siguen las reglas dictatoriales establecidas en sus "revelaciones"; sin tomar conciencia de que dichas reglas establecen un infierno cierto frente a un cielo o paraíso "incierto", pues nadie puede dar testimonio de su existencia real... a menos que dichos placeres sean, simplemente, un cebo para un anzuelo cuyo objetivo sea pescar "seres humanos".