sábado, 4 de febrero de 2006

Integridad

Mientras avanzo en el autoestudio de mi conciencia interior, mientras observo interiormente y se me presentan ideas nacidas de lo heredado de mi cultura y de otras mentes, más se me presentan las carencias del lenguaje para expresar lo inexpresable, y más entiendo a Sócrates, que, por lo que puedo entender muy subjetivamente, estuvo consciente de la imposibilidad de lo escrito para transmitir "lo que no sabía", pero, a la vez, me doy cuenta de que, aun con la carencia de poder transmisor de las palabras escritas o pronunciadas, agradezco a los que no siguieron la máxima socrática y perseveraron en manifestar por escrito lo que su experiencia les había aportado.
La palabra integridad tiene un nuevo matiz en mi conciencia. La significación de entero, completo, íntegro, uno solo en mí mismo adquiere ahora un nuevo sentido de integridad cuando recibo la enseñanza de que yo creo todo cuando sucede en mi vida y yo recibo las consecuencias de lo hecho o dejado de hacer. Efectivamente, desde la antigüedad las religiones han enseñado un código de moralidad que se opone en muchos aspectos a la naturaleza sensorial y emocional de los seres humanos y, de esa manera, nuestra personalidad tiene dos expresiones: la naturaleza que nos impulsa a satisfacer apetencias indiscriminadamente y un código interno que nos dirige a la supresión de dichos impulsos. Nos hemos escindido, nos hemos dividido a nosotros mismos, debido a la sabiduría de unos pocos seres que aprendieron a "ser humanos" pero no encontraron la manera de transmitir sus experiencias ante una mayoría incapaz de acceder a sus niveles de conciencia. De ahí el uso de las reglas que se transformaron en leyes que, en lugar de indicar el camino hacia la experiencia, se transformaron en instrumentos de "represión"... claro está "represión autoinfligida" mediante imágenes de infiernos y castigos después de la muerte, pero represión al fin que sojuzga y somete en forma agobiante, sin la contraparte del aprendizaje de la razón de ser de la regla, de la ley.
Hoy en día podemos reconocer el valor de la ley, pero necesitamos tomar una nueva dirección para que la experiencia que hizo nacer tal expresión oral o escrita se haga presente para cada ser humano, y para que la evolución de la conciencia nos lleve a la integridad que nos haga sabios en conciencia, sabios en humanidad, sabios para darnos cuenta de que cada uno de nosotros crea, promueve y permite todo cuanto sucede en nuestras vidas, y para que, desde la empatía, busquemos caminos de entendimiento y aprecio que nos integren en una sola presencia en este plano físico, superando distinciones de cuerpos, raza, credos, color, circunstancias y medio ambiente.
Todavía quedo descontento por no haber expresado lo que quería expresar. Sigo dividido en mí mismo sin encontrar esa integridad que solamente la conciencia de mi unidad con cuanto me rodea me puede dar. Sigo sin acceder a la experiencia que las palabras de los maestros espirituales intentan indicarme en múltiples y variadas formas y colores. Y sigo aprendiendo...