martes, 17 de enero de 2006

Conciencia e integridad

Mientras más me adentro en la reflexión sobre la conciencia más me doy cuenta de que, a pesar de ser subjetiva, individual, tiene que ver con la totalidad de la que formo parte. Es la integridad, en un contexto más amplio que el personal, la que permite que yo me dé cuenta, que yo tome conciencia. El sentimiento de culpa, que en tiempos anteriores constituía la señal de "conciencia", es un buen indicio de tal integridad ampliada, pues dicha culpa reflejaba la falta de coherencia con el otro, con aquello que sufría mi acción "culpable". Esto, también, es un indicio de lo que, realmente, está detrás del sentimiento de culpa: la ignorancia. En efecto, si hubiera habido de parte del "culpable" un conocimiento de cómo hacerlo mejor, seguramente lo habría realizado. En tal ignorancia se fundamenta el perdón, tanto del otro como de mí mismo, pues entiendo que las próximas acciones semejantes serán iluminadas por la experiencia obtenida, y la acción realizada o padecida pasa a ser como si no hubiera sucedido, pues su significación queda suprimida en función de la ignorancia que la generó.
La conciencia, así, es mi integración con cuanto me rodea para hacerlo parte de mí. Me doy cuenta de aquello que me afecta, interesa, importa... En tal sentido, mi conciencia es, sencillamente, la ampliación de mi campo de acción, para integrar como propio lo que me rodea, tanto orgánico como inorgánico. Y es tanto así que ahora me explico la "cualidad" de los santos y maestros espirituales, cuya conciencia es tal que no hay cosa ni circunstancia alguna que puedan considerar en oposición, pues, incluso lo desviado de lo que se considera sano o saludable, es tomado como "la voluntad divina" y, en lugar de entrar en una lucha de oposición, se dirige la acción hacia el mejor aprovechamiento o alineamiento con lo que resulta más apropiado en cada situación y circunstancia, ya sea alejándose hacia un entorno acorde con lo saludable, o aportando lo que pudiera hacer funcional la situación o circunstancia en concreto para el mayor bien de cuantos se encuentren involucrados.
Es sencillo decirlo con palabras, pero creo que solamente la experiencia vivida puede integrar en mí la conciencia de cuanto me rodea y, por lo que veo, es parte de mí, para experimentar la integridad que me permita ser cada vez más compasivo y empático. Esto, incluso, se aplica a mi individualidad que, no por ser más íntima y próxima, deja de generar rechazo y malestar que se transforman en enfermedades y dolencias. Como lo veo, la conciencia puede generar, en un contexto amplio, una vida plena de salud y bienestar, tanto para el individuo como para el entorno que lo abarca.