lunes, 5 de diciembre de 2005

Filosofía y ciencia

Desde Kant(1724-1804) la filosofía comenzó a figurar en segundo lugar, y, cada vez más, como una manera de pensar subordinada a la ciencia, a pesar de surgir, casi inmediatamente, un filósofo por excelencia como Hegel (1770-1831). Y es que parecería que la manera de acceder a cuanto nos rodea pasa por la determinación de su funcionamiento, olvidando que el ser que determina dicho funcionamiento es, a su vez, producto del universo circundante. Y las consecuencias de ese afán delimitador y "conocedor" lo abarca, de maneras que le son cada vez más impredecibles, dentro de un aparente "conocer" que no "comprende" las consecuencias de su "utilización objetiva" del universo como si se tratara de un objeto exterior, y no una totalidad orgánica.
La ciencia, en su afán de conocer el "cómo" de las cosas (el "porqué" de nuestra manera causal de ver el universo que nos rodea) dirige la "tecnología" como "manera de hacer", en un contexto que abarca a la "técnica" de acciones específicas de transformación de la materia, y contribuye a la creación de un mundo lleno de artificios que simplifican y amplían las capacidades de actuación del ser humano individual, y que introducen una nueva manera de crear desechos de más difícil transformación para la naturaleza.
Los científicos pasan a ser los personajes más importantes en la dirección de los objetivos de la sociedad, y su obra de "conocimiento" carece de la autocrítica, en sentido humano y contextual del universo circundante, propia del filósofo que cuestiona sus propias reflexiones y conclusiones en un contexto de mayor alcance. Esto conlleva que nos sumergimos, cada vez más, en la creación de necesidades artificiales que, dentro de la comodidad de vida que nos ofrece la ciencia y la tecnología moderna, carecen de la dimensión natural y humana. Y es que, una vez desatada la imaginación y creatividad hacia lo material, es imposible que, como seres curiosos e ingeniosos en nuestro quehacer, nos detengamos a reflexionar en las consecuencias de nuestra actividad, salvo que surjan elementos de juicio equivalentes a "enfermedades y desequilibrios sociales y naturales" que atenten contra la vida.
La filosofía no puede, por supuesto, separarse del conocimiento de la ciencia, y de ahí que exista hoy en día, en los países de habla inglesa el doctorado en filosofía de las ciencias conocidas, para referirse a aquellas personas que han superado el nivel de conocimiento establecido para adentrarse en el universo de las teorías que justifican dicho conocimiento. Pero la formación utilitaria, propia de la formación académica profesional, aleja a dichos "filósofos" de la universalidad requerida para la autocrítica, no ya de las teorías de su ciencia, sino de la significación y consecuencias que dichos conocimientos y su uso pudieran implicar para el ser humano y para la naturaleza que lo sustenta. En tal sentido, hace falta la presencia de filósofos que conozcan las ciencias, e, incluso, que puedan especializar su conocimiento en alguna de ellas, pero que mantengan la supremacía de la reflexión en lo universal del sentido y significación del ser humano y su origen en su acepción de conciencia en un contexto material que lo condiciona pero que supera, en su misma concepción de tal conciencia.
Y se hace más necesario todavía la presencia de tales filósofos, como pensadores de lo universal no científico, dentro de la ciencia, porque la ciencia genera conciencias particulares que atentan contra los mejores intereses del universo dentro del cual vive y se desenvuelve el ser humano. Surgen defensores de la naturaleza que, utilizando los mismos recursos de la ciencia, actúan para convencer a sus congéneres, aparentemente menos conscientes, por los mismos mecanismos que estos últimos inventan y manipulan sin reflexión alguna acerca de las consecuencias.
El filósofo es un "amante de la sabiduría" que se desenvuelve en un área que separa al científico del santo en su apreciación del universo, y que puede constituir un puente para que la evolución del ser humano a mayores niveles de conciencia se realice de una manera menos traumática, sin la necesidad de "enfermedades y desequilibrios sociales y naturales ".