viernes, 2 de diciembre de 2005

Condicionamiento y presencia

El dolor físico y emocional, mis necesidades y mis deseos, mis apetitos y mis expectativas, me condicionan, y, bajo su influencia, la visión del mundo y de las situaciones, personas y circunstancias que me rodean adquieren una perspectiva que no puedo garantizar como realidad válida y equilibrada. La atención generada por dolores, enfermedades, carencias y deseos puede ocasionar que mi situación particular se me dibuje con matices dramáticos que no me permitan tomar las mejores alternativas, o que, de alguna manera, no se presenten a mi capacidad de raciocinio las posibles maneras de enfrentar las opciones que pudieran resultar viables para resolver cada situación específica. Aunque no se trata de inconciencia en el sentido de dormir físicamente, puesto que mis sentidos están disponibles para hacer contacto con el mundo que me rodea, sí lo puedo calificar como un cierto tipo de "inconciencia", que no me permite hacer el mejor contacto con la situación real, sino que me presenta un cierto tipo de ilusión o fantasía, a partir de la cual las opciones son, en el mejor de los casos, imprecisas u obscuras. El condicionamiento, por lo general, me produce miedo, que es una expectativa de carencia, de no poder lograr lo que necesito, deseo o apetezco, o de estar a merced de circunstancias que pudieran ocasionarme algún daño. El miedo, en mi opinión, se origina en un falso sentimiento de que no puedo obtener algo, de que algo me hará daño irremediablemente o de que alguna situación de carencia se hará presente en un futuro cercano imprevisible. En tales casos, las situaciones, circunstancias y personas se me ofrecen en una perspectiva desfavorable y en un contexto irreal e ilusorio.
La presencia implica un mecanismo denominado en psicología "estar aquí y ahora", o sea, estar presente con lo que siento y lo que me rodea y observar detenidamente mi situación interna (emociones, imágenes y pensamientos), y evaluar el medio externo de una manera que, dentro del contexto, pueda establecer variables y características que me permitan lograr una mejor apreciación de las situaciones y circunstancias reales, y, en la medida de lo posible, dejar que mi observación interna detenida resuelva, paulatinamente, la atmósfera de irrealidad y fantasía que el miedo introduce abiertamente. Implica tener paciencia conmigo mismo y no tomar decisiones inmediatas, comprendiendo mi naturaleza vulnerable y sensitiva y, de alguna forma, recordar la frase de los maestros espirituales: "soltar y dejárselo a Dios", que no es más que "relajarme y ser paciente".