miércoles, 23 de noviembre de 2005

Bueno y malo

Según recuerdo, las palabras bíblicas de Dios para Adán y Eva eran: "Puedes comer los frutos de todos los árboles, menos de la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal, pues si lo haces vas a morir". Apartando lo referente a simbolismos y asuntos semejantes acerca de La Biblia, a mí me parece surgido de una mente genial, de una mente de profundidad de pensamiento y reflexión, el hecho de afirmar que "el conocimiento del bien y del mal" es la causa de todas nuestras "experiencias", para no introducir términos como "desdichas".
El bien y el mal son, sencillamente, términos para calificar las situaciones y experiencias. Un terremoto es "malo" porque causa daños y perjuicios al ser humano, incluída su muerte. Las lluvias son "buenas" cuando contribuyen a la alimentación y sustento de los seres orgánicos, y son "malas" cuando arrasan con todo lo que, vivo o inerte, encuentran a su paso.
Bien y mal tienen referencia directa con un juicio humano, obviamente, referido a la supervivencia y, probablemente, bienestar del ser humano.
Puedo crear, en mi imaginación, un mundo muy antiguo en el que el ser humano viera todas las cosas como "naturales": vida, muerte, desolación... y no como bueno o malo. Sencillamente era el natural devenir de la vida y el universo. Lo que sucede me afecta o no, y puedo, cuando no está de acuerdo con mis mejores posibilidades, hacer lo que necesito para modificar mi manera de desenvolverme, en el entorno que me rodea, de tal manera que pueda obtener el máximo provecho, según las circunstancias. Con tal actitud, las posibilidades de ocurrencia de hechos de naturaleza no me afectan más que en la experiencia adquirida para prevenir, de la mejor manera posible, las consecuencias insatisfactorias. Pero, en cuanto al morir y al vivir, no me queda más que reconocer que están fuera de mi alcance, salvo por el hecho de que en mi relación con la pareja puedo dar origen a nueva vida. En tales circunstancias, mi aceptación de lo que sucede es más funcional que dramatizante de los hechos. Lo que funciona, lo que promueve mis mejores intereses, es lo que dinamiza mis acciones. Y ¿quién no reconoce que mi unión de esfuerzos con mis semejantes y con el universo que me rodea es la mejor posibilidad para mi bienestar?
No es posible reflejar en el lenguaje escrito o hablado el poco beneficio que "el conocimiento del bien y del mal" aporta a la vida del ser humano, pues se ha transformado en un elemento de juicio y no, como podría haber sucedido, en un elemento de "funcionalidad" de las maneras y los medios que utilizo como ser humano para el logro de mis mejores intereses... y el de los que me rodean. Pues el juicio de que el otro es "bueno" o "malo" corta toda posibilidad de integración de esfuerzos. Pues "bondad" y "maldad" no apuntan a lo funcional sino a lo intelectual... y, en lo intelectual, no existe empatía hacia la condición humana, sea desviada de mis patrones de comportamiento o no.