domingo, 19 de febrero de 2006

Dios, cielo e infierno.

En esta época en la que vivo, y que no considero que sea ni mejor ni peor, en general (salvo acotaciones específicas y tomadas en perspectivas parciales), que otras épocas de la historia de lo denominado "humano", sería muy conveniente que los conceptualizadores eminentes de las ciencias sociales tomaran los términos más comunes del contexto humano y los sometieran a sus reflexiones imaginativas y creativas. Tal vez sea porque hay demasiado texto que no he leído por lo que no he accedido a tales reflexiones, si las hay, pero voy a tomar, como ignorante de tales reflexiones, tres términos (y no me refiero a "experiencias" que pudieran "evocar" dichos términos): Dios, cielo e infierno.
No me cabe duda de que "Dios" implica "cielo", por cuanto solamente puedo concebir lo divino como "existencia" libre de imperfecciones de todo tipo y naturaleza, si es que tales calificativos pudieran aplicarse a algo que me es inaccesible por definición. Ahora bien, una vez planteado el término "Dios" como implícito de toda perfección, y bajando a la naturaleza humana que no accede a tal nivel de realización, es, por decir lo menos, imposible concebir el infierno sin evidente contradicción conceptual, aunque no lo sea a nivel del pensamiento no analizado. Pues, de "existir" "Dios" o, en alguna medida más accesible para mí, lo divino, no es posible que lo infernal se presente, pues no es posible que la "existencia" de "Dios" permita que lo imperfecto se presente. Es así como llego a la conclusión de que "todo es perfecto", y que cualquier mal o daño que pueda concebir o sufrir como individuo es solamente producto de la contradicción entre lo divino que está presente y las facultades de concebir que no acceden a lo divino. ¿Podría ser que "sufrir" es estar ausente (inconsciente) de lo divino que está presente? Creo que por ahí va la cosa... En todo caso, me doy cuenta de que la mente no es la facultad o capacidad (¿o tribunal, en términos humanos?) más apropiada para dilucidar tales "cosas", como ya había encontrado nuestro viejo conocido Inmanuel Kant en su Crítica de la razón pura.