domingo, 6 de noviembre de 2005

Educación

"Instruir puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo". Y es que, en mi opinión, instrucción tiene que ver con conocimiento y educación con comportamiento, conducta, hacer y expresarme en mi relación con el mundo que me rodea. Sin embargo, cuando reflexiono un poco más, me doy cuenta que, en mi caso, y, probablemente para la mayoría de los adultos, la educación dejó de tener influencia cuando dejé de ser niño... y, tal vez, solo tal vez, adolescente.
En mi realidad presente hago todo lo posible por orientar mi hacer y mi decir según lo que mi conciencia me va diciendo, y el ejercicio de conciencia es algo que he comenzado a aprender de las enseñanzas de un maestro que afirma: "No creas en lo que te digo hasta que no lo hayas puesto a prueba suficientemente. E, incluso, cuando te funcione, manténte atento para observar cuando deje de funcionar. Y, lo que funciona para una persona puede no funcionar para otra".
He llegado a pensar que las novelas, cuentos y fábulas educan más que los consejos y sugerencias de las personas que me rodean. Esto, probablemente, se debe a que entre el consejo y sugerencia y la persona que los enuncia hay, de alguna manera que no se percibe a simple vista, una incongruencia. En cambio en las novelas, cuentos y fábulas hay una acción acompañada de unos resultados. En este sentido, la lectura de novelas puede ser, para el adulto, una especie de educación continuada... y no precisamente en el mejor de los sentidos, si la persona no está consciente de que lo que lée es ficción y de que las emociones y sentimientos que suscita pueden influir en su devenir en formas no conscientes. Esto es más notorio cuando se trata de panfletos y proclamas parcializadas, como opiniones de especialistas en todo tipo de asuntos, en las que, inconscientemente, nos hacemos parte u opositor sin darnos cuenta de que las ideas expresadas involucran una manera de ver personal que, no necesariamente, reflejan la realidad de lo que exponen de una manera parcial.
La reflexión, en temas de enunciado general o de "conocimiento público", es más necesaria de lo que normalmente acostumbro a practicar. Es sencillamente un tomar el tema y estar o no en desacuerdo, sin detenerme a considerar las posibles consecuencias de lo enunciado. Es lo que observo en la generalidad de las personas que me rodean.
El hecho de que nuestra mente se enfoca, se parcializa, se dirige a un determinado punto de vista que no considera otras perspectivas, es una limitación humana que contribuye a los conflictos que nos rodean en todas las áreas de nuestro medio familiar, social y político.
La educación no ha sido tomada, por lo que yo observo, con la importancia que tiene la estructuración y formación de valores universales: amor, compasión, comprensión y respeto por el otro (hombre, mujer, niña, niño y adolescente de cualquier raza, credo, color...). Solamente las religiones, actualmente menospreciadas, consciente o inconscientemente, tanto por practicantes como no practicantes, formaban dichos valores, aunque en un contexto de incongruencia e incomprensión de la naturaleza humana.
Como yo lo veo, solamente una educación que se enfoque en nuestra conducta para con nosotros mismos y con nuestros semejantes, y que enfatice nuestra necesidad de cooperar y el enriquecimiento que significa el considerar puntos de vista distintos a los nuestros, puede generar una sociedad que se aleje paulatinamente de los conflictos y competitividad destructivos que nos rodean y envuelven. Solamente seremos capaces de evolucionar hacia un mundo mejor, (y habría que definir qué consideramos mejor en el contexto presente), cuando entendamos que la cooperación en términos interpersonales e internacionales es la única solución para el mayor bienestar de todos.