viernes, 25 de septiembre de 2009

La voluntad: la colmena humana

La voluntad es el reflejo del nivel de conciencia de cada ser humano. Sea que viva en estado primitivo o pertenezca a una sociedad civilizada, la voluntad va reflejando lo que la experiencia ha aportado al ser individual en su aprehensión del universo que le rodea en función de su particular aprehensión de su interioridad en el acceso a dicha experiencia. De alguna manera se alimenta de la memoria, pero con la particularidad de que dicha memoria no es la simple acumulación de información propia y ajena, sino lo que todas los condicionamientos de vulnerabilidad y emocionalidad imprimen en el subconsciente automatizante del cuerpo en sus facultades de movilización voluntaria.
Voluntad es una palabra procedente del latín (voluntas, voluntatis), que, a su vez, procede del verbo volo (volo, vis, velle, volui - diccionario Vox latín español) que se traduce al español como "querer, desear, tener la intención de". Es, en consecuencia, la designación de la actividad propia al movilizarse en todos los sentidos: físico, anímico, mental, emocional, y cualquier otro que implique una acción por parte del Ser humano que ejercita su libertad de acción dentro del contexto en el que se desenvuelve. En principio obedece a los instintos básicos propios de la naturaleza apetitiva del ser humano y a las necesidades de abrigo, relación, protección y alimentación.
La movilidad y accionar del Ser humano se ejerce, en la mayoría de los casos, mediante automatizaciones propias del medio en el que se desenvuelve, que, en el caso del hombre civilizado, implica contextos como infancia, adolescencia, adultez y madurez; familiar, laboral, lúdico, y social en sus diversas manifestaciones grupales y habituales. La voluntad corresponde con la satisfacción de roles, papeles y actuaciones que cada Ser humano ha, instintivamente, adoptado en su desenvolvimiento dentro del medio ambiente circundante en el que le corresponde manifestarse y expresarse. Estos dos últimos términos resumen y condensan el objetivo de la voluntad: cada Ser humano necesita expresarse y manifestarse dentro de su contexto. Es una necesidad interna que se contrapone con la abulia (falta de voluntad, apatía, desinterés) propia de los estados depresivos y de inercia ante circunstancias individuales, físicas y ambientales, que abruman y aturden al individuo y lo dejan como hoja al viento, indefenso y vulnerable.
Lo que constituye el núcleo de la voluntad es la selección de opciones en los diversos contextos en los que le corresponde ejercer su Ser al Ser humano. La manifestación y expresión se ven sometidas al proceso de selección cuando la naturaleza apetitiva del Ser humano se hace consciente de limitaciones y regulaciones de dicha apetitividad y se eleva por encima de su naturaleza apetitiva para obedecer a principios reguladores éticos y morales. Este es el inicio de la conciencia en los niveles más elevados a los que puede acceder el Ser humano, y, más que la racionalidad, que ejercita el proceso de selección entre opciones conductuales, es lo que diferencia al Ser humano del ser humano como animal racional.
La sociedad es una colmena de automatizaciones conductuales que permiten, al Ser humano que la constituye, una amplia variedad de manifestaciones y expresiones (Ser) que dan por descontado el proceso de selección requerido por la conciencia en sus niveles más elevados. Es en esta automatización donde reside, mayormente, esa ceguera o entumecimiento que los santos y maestros espirituales consideran como un estado de sueño en vigilia. En efecto, el ejercicio de la conciencia tiene un efecto que, frecuentemente, equivale a sentimientos de culpabilidad o enjuiciamiento a posteriori de acciones que, de haberse ejercido el Ser a plenitud de conciencia, podrían haber forzado a una elección contraria a los intereses apetitivos inmediatos del Ser humano sometido a situaciones y circunstancias donde el conflicto de instintos (apetitos) contra valores podría haber sido manejado en formas que apoyaran niveles de conciencia superiores a los del simple apetito momentáneo. Y aquí aparece el término "valores" para caracterizar aquellos "principios reguladores éticos y morales", entendiendo como ética el planteamiento racional de principios "universales" de comportamiento y "moral" como el conjunto de costumbres de una comunidad que se corresponden con principios de convivencia y valoración mutua. Esta última es la que configura el comportamiento del Ser humano desde su infancia hasta su adultez, mediante el modelaje que ejerce el medio social circundante sobre el recién nacido, el infante y el adolescente.