viernes, 19 de junio de 2009

Niveles de conciencia: Reactividad

El nivel que sigue al mental es el denominado, en algunos círculos, nivel etérico. Es el nivel de la reactividad. Aunque el nivel emocional es el nivel de acción y reacción, este nivel comprende algunas "grabaciones", en nuestro sub e inconsciente, que producen reacciones ante situaciones y circunstancias.
Este nivel nos pone en contacto con una peculiar manera de ver que podríamos denominar negativa, en el sentido de que pareciera ser nociva a nuestros mejores intereses. Sin embargo, luego de reflexionar un poco, podemos darnos cuenta de que la reactividad es un mecanismo de protección, semejante al de los reflejos del sistema nervioso, que permiten que alejemos inmediatamente nuestro cuerpo de objetos o situaciones peligrosas para nuestra integridad física, como por ejemplo un pinchazo, un objeto caliente, y otras situaciones semejantes. El nivel etérico o reactivo contiene experiencias que se han hundido en nuestro sub e inconsciente, y que actúan como disparadores de reacciones intempestivas de nuestra parte ante situaciones, circunstancias y experiencias que tendemos a calificar de incómodas o desagradables.
Es un nivel que permite, igualmente, darnos cuenta de contradicciones en nuestra manera de ver lo que nos define. En efecto, en un primer momento podemos pensar que este nivel debería encontrarse por debajo del nivel físico, o del astral o imaginativo, o del causal o emocional y, en forma notoria, del nivel mental. No obstante, cuando dedicamos algún tiempo a examinar los diversos aspectos del nivel etérico o reactivo, nos damos cuenta que el nivel de conciencia que debemos lograr para discernirlo es superior a los otros niveles y, de allí, que esté como un nivel de conciencia superior, apenas por debajo del nivel del alma, según las enseñanzas de maestros espirituales.
El nivel reactivo es fácil de detectar cuando, ante situaciones y circunstancias, aparentemente neutras, reaccionamos exageradamente con ira, miedo, deleite o cualesquiera otras emocionas que, a su vez, nos llevan a reacciones de tipo físico e interactivo fuera de nuestro control. Este nivel requiere un largo entrenamiento, bajo la dirección de las enseñanzas espirituales y, particularmente, las relacionadas con la meditación, la contemplación y los ejercicios espirituales, pues solamente en un nivel muy delicado y sutil de conciencia podemos darnos cuenta de nuestra peculiar manera de ver, sentir y reaccionar ante los estímulos externos en la forma de situaciones y circunstancias o experiencias.
En mi opinión, toda relación con nuestros semejantes está teñida por este nivel etérico. Y solamente podemos darnos cuenta de su influencia cuando nos vemos impulsados a responder con palabras y acciones ante las solicitaciones de nuestros semejantes. Un ejemplo ilustrativo de tal nivel se ejercita en nuestro contacto con niños en edad de responder al entorno. Frecuentemente "reaccionamos", más que actuar, ante las demandas o respuestas de los niños con los que nos relacionamos en el entorno familiar y social cercano. Y, tal vez, allí es donde comienza a formarse nuestro nivel reactivo, puesto que aprendemos maneras de actuar, como niños, para lograr efectos en los adultos que nos rodean. Las experiencias de nuestra niñez, en el trato con los adultos y nuestros pares e inferiores, se convierten en "reactividad" que se registra en niveles que, poco a poco, vamos sepultando en nuestro sub e inconsciente en la medida en que se nos revela la impropiedad o inconveniencia de nuestras respuestas en un nivel social "consciente". Designando por "consciente" aquella conducta, "apropiada", que adoptamos ante el ámbito social que nos envuelve y que responde a nuestras acciones y reacciones.
Es notorio, cuando estamos en un proceso de crecimiento personal dirigido por enseñanzas coherentes, la observación, no estudiada ni programada, sino simplemente espontánea, que nos pone en contacto con las respuestas verbales y físicas que tenemos ante nuestros semejantes, niños y adultos, y la variación que hacemos de tales respuestas. Tales variaciones no son "voluntarias", en el sentido de forzadas sobre nuestra personalidad, sino más bien mínimas y progresivas, eso espero desde mi posición de neófito en estos menesteres, hacia un equilibrio de las necesidades del ego o personalidad con la armonía y bienestar de mis semejantes. Es un proceso de "toma de conciencia", de "darme cuenta", de "observación dirigida" de aquello que en cualquier momento puede llevar al equilibrio y armonía en contraste con el impulso espontáneo que surge desde los niveles de reacción automatizada, cuyo origen no podemos rastrear en nuestra historia personal, o, si pudiéramos dedicar tal esfuerzo, tendría que ser dirigido desde el exterior. Este esfuerzo es valioso cuando se trata de alteraciones que nos violenten dentro de nuestro contexto interpersonal familiar y social, pero, para nuestro devenir normal, requiere de nuestra disposición de elevarnos sobre nuestra naturaleza apetitiva para acceder a niveles de conciencia que nos pongan en contacto con nuestra pertenencia a un organismo del que formamos parte junto con nuestros semejantes y el mundo que nos rodea. Vendría a ser como el reconocimiento de nuestro dedo para darse cuenta de su pertenencia y su funcionalidad dentro del contexto que lo contiene y lo funcionaliza dentro del cuerpo del que forma parte; sólo que más significativo, en nuestro caso, pues se trata de acceder a la universalidad, la eternidad y la infinitud del campo de la conciencia.