viernes, 10 de abril de 2009

Niveles de conciencia: Físico

El nivel físico de conciencia está constituido por el mundo que me rodea y mi cuerpo como parte de una multiplicidad cuerpos. Cuando dirijo mi receptividad, al mundo que me rodea, lo hago desde mi sensorialidad y mi posibilidad de satisfacción de necesidades orgánicas y apetitivas. En tal caso mi mundo es totalmente exterior, constituido por objetos y fenómenos que son amigables o adversos a la satisfacción de mis necesidades orgánicas y apetitivas. Es el comienzo de la experiencia como conjunto de maneras de manejar el mundo externo en mi provecho. Es el comienzo del conocimiento y la ciencia como conjunto de mensajes, indicaciones y sugerencias propias de una comunicación dirigida a compartir una manera de encontrarme con el entorno que, en principio, ha sido dirigido por la idea de manejar el entorno en provecho del ser humano y no a una manera de señalar un encuentro con una totalidad de la que formo parte.
Posteriormente, y gracias a la adversidad de algunos fenómenos y objetos para con mis necesidades orgánicas y apetitivas, me encuentro con la necesidad de manejar mi propio cuerpo físico para adecuarlo a las adversidades y oposiciones propias de dichos fenómenos y objetos (vivienda, vestido, alimentación). El hecho de que mi cuerpo sea uno más entre muchos cuerpos que me limitan está, favorablemente para mí, complementado por mi movilidad y mi capacidad de relacionar los factores que mi sensorialidad puede suministrar a mi espontaneidad pensadora. También dispongo de un sistema interno de señalizaciones (imaginación, emocionalidad y apetito) que dirigen mi voluntad (motora de mis facultades de movilidad y direccionalidad) hacia la consecución y satisfacción de mis necesidades orgánicas y apetitivas.
Como elemento sobresaliente, dentro de lo físico de mi constitución, está, junto con sus facultades receptivas, la vulnerabilidad propia de mis sentidos externos y mi cuerpo físico. Estas vulnerabilidades externas son la base de otras vulnerabilidades propias de la emocionalidad, que han sido extraordinariamente estudiadas por Emilio Mira y López en su "Cuatro gigantes del alma". En todo caso, son las vulnerabilidades, junto con las necesidades orgánicas y apetitivas, el fundamento de mi condición animal humana. Son las que dirigen, en su estado más primitivo, mi devenir y mi encuentro con el mundo que me comprende, y son la base sobre las cuales se establece el principio de mi evolución como conciencia (como Yo soy).
En algún momento de mi vivencia y mis vivencias me doy cuenta de que soy algo más que mis vulnerabilidades y que el mundo que me rodea es mucho más de lo que mis sentidos externos me permiten experimentar. Más aun, me puedo dar cuenta de que el mundo que me rodea y yo estamos relacionados en forma tal que dar y recibir en equilibrio es lo que pudiera considerarse, en principio, una actividad de satisfacción de un nivel más elevado que la simple satisfacción de necesidades orgánicas y apetitivas que, en caso de ilimitación, como es posible en el caso del ser humano, pudiera atentar contra algo más esencial que la supervivencia individual, contra la conciencia de la totalidad. En este punto, lo físico, lo orgánico, lo apetitivo propio del ser humano, se ve ampliado a la conciencia de algo más que no puede expresarse con el lenguaje propio de la comunicación de conocimiento y ciencia de lo externo y que apunta a lo espiritual como ámbito de encuentro con la totalidad que se manifiesta y expresa en fenómenos físicos, químicos, históricos y sociales.