jueves, 4 de diciembre de 2008

Acción, pensamiento y experiencia 4

En mi opinión, la acción no depende del pensamiento sino de condicionamientos biológicos y experienciales. La intuición, que solamente adquiere carta de naturaleza, para el conocimiento y la filosofía, con Kant, es la facultad que domina todo nuestro quehacer cotidiano. Naturalmene que esta afirmación implica que la intuición tiene una significación particularmente identificable. La intuición, ejemplificada en las intuiciones puras de tiempo y espacio, que son maneras de ordenar en las que se inserta la infinitud y la eternidad, entendidas como objetividad (o materialidad) y secuencialidad, tiene la característica esencial de ser totalizadora (semejante a la razón pura en su necesidad de la completitud, entendida esta como totalidad).
La experiencia, desde sus primeras manifestaciones infantiles, está dirigida por la vulnerabilidad física, emocional y mental. Es decir, que los dolores físicos y emocionales y las imágenes mentales surgidas del deducir consecuencias negativas a partir de situaciones semejantes a las experimentadas en nuestra historia de vida, dirigen nuestras experiencias. Y, a partir de este conjunto de situaciones, junto con las condiciones familiares, grupales y sociales, se integra nuestro "Yo soy" en los niveles más accesibles (físico y emocional) para nuestras posibilidades de actuación. Por supuesto que influyen las características genéticas que nos han particularizado al nacer. La educación, en caso de existir un modelaje apropiado en nuestro entorno, puede influir en el manejo de las situaciones de naturaleza conflictiva y generar conductas que alteren las respuestas automáticas de nuestro devenir mediante una estructura de valores apendidos. En todo caso, todas nuestras acciones son, en gran medida, respuestas prediseñadas en nuestra intuición, en nuestra apreciación de la totalidad que nos integra con el medio que nos toca manejar en cada momento.
Si la filosofía hubiera tomado en consideración nuestra naturaleza discursiva, secuencial, y el factor estructural de figura y fondo que caracteriza nuestra receptividad y nuestra comunicación interpersonal, tal vez el resultado de las reflexiones habría sido más apegado con la realidad y se hubiera constituido en una "ciencia" paralela al conocimiento científico, con ventajas para el descubrimiento de nuestro "Yo soy", de nuestra conciencia, como fuente y base sobre la cual se constituye nuestra historia de vida. Tal vez, en ese caso, se habría considerado con más detenimiento el planteamiento de un discurso que poco se detiene en la clara definición o clarificación de la significación de los términos utilizados. Pues, cuando planteamos cualquier tema no sometido a mediciones de distancia o duración, la complejidad de cada término, como mente, situación, conciencia, sociedad y cualesquiera otros, debe ser dilucidada para establecer la univocidad de la comunicación discursiva. Cada palabra, cada frase, cada planteamiento tiene su figura y su fondo, y, mientras no se aclaren tales elementos, el discurso tendrá una significación multívoca, dependiendo del sujeto que lo recibe. En caso diferente, cada discurso deberá ser repensado por cada receptor, y cada receptor podrá, a su vez, replantearlo en forma diferente, sea afín u opuesto al original. Tal es el caso, por ejemplo, del término "ser", que ha sido rodeado por misterios, considerados aun no resueltos, cuando, en mi opinión, tal abreviación "ser" se refiere al "modo en que cada ser puede desenvolverse en sus diferentes aspectos de cualificación o determinación con relación a un punto de visto o situación específicamente considerado": "Yo soy profesional", "la pared es blanca", "el perro es un animal" y así sucesivamente. Esto, probablemente, se ha originado en un vacío surgido durante la formalización del lenguaje en una gramática o "sistema explicativo", pues a las diferentes estructuras, ideadas para formalizarlo, se le ha separado del "Yo soy" constitutivo del ser humano que lo genera y lo utiliza en su comunicación con sus semejantes en una estructura "informativa" que intenta transformar experiencias en enunciados para que dichos enunciados puedan servir de referencia a dichos semejantes en sus experiencias personales. Vano intento este último, pues transformar la información en experiencia no es uno de los elementos fuertes del ser humano, que pareciera estar destinado a "padecer" personalmente los resultados de su actuación para poder extraer las posibles consecuencias de sus elecciones o decisiones. Pareciera que la única, o la mejor, manera de aprender a enfrentarse al entorno y los semejantes es el ensayo y error propio de todo conocimiento y la aceptación de las responsabilidades consiguientes a dichas decisiones.
Cada ser humano es una integridad de experiencias, dirigido a enfrentar, en cada momento, situaciones que lo estimulan a la acción para atender apetencias de muy diversa naturaleza: desde las más altruistas de los dedicados a las actividades de protección y cuido de cuantas cosas nos rodean, incluyendo a nuestros semejantes, hasta los más egocéntricos de satisfacción de deseos y apetitos. Tal conjunto de experiencias tiene automatizada las respuestas de acción: movimiento y comunicación, ante situaciones que pueden tener perspectivas diversas de consideración y actuación. La intuición es la facultad que integra una "visión" de cada situación como una totalidad íntima, constituida por experiencias, conocimientos, valoraciones y vulnerabilidades físicas y emocionales. La mente, como pensamiento discursivo, tiene poca relevancia, salvo que la persona haya estructurado un "Yo soy" consciente de sus niveles físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo (sub e inconsciente). E, incluso en este último caso, el automatismo funciona mediante la estructura de "valores" que dicha persona ha establecido en su historia de vida. La conciencia, el ser consciente, el "Yo soy" plenamente vivido es (el ser) un nivel de observación que acepta lo que es (ser) y que procede (actúa, comunica, interactúa) en plena armonía con los distintos niveles de conciencia, sin contradicciones y, aunque sea automáticamente, responde por las consecuencias de cada interacción con naturalidad y alegría. Esta última opinión es solamente eso: una opinión, por cuanto mi nivel de experiencia en tal sentido es actualmente limitada.