miércoles, 18 de febrero de 2009

Intuición y pensamiento

Las facultades de la mente son la intuición, el entendimiento y la razón. Ahora bien, cuando me refiero a "la mente", lo hago para seguir el patrón que considero generalizado cuando se trata de estos temas, pues, en mi opinión, sería más apropiado hablar de "la conciencia". La conciencia, "Yo soy", aparece en la filosofía con Descartes, en la forma "Yo pienso", y es, posteriormente, elaborada por Kant, cuando trata, en la CRP, el entendimiento y sus categorías y procesos. De esa manera queda semiescondida como parte de la elaboración del entendimiento y no como una instancia superior que se manifiesta en intuición, entendimiento y razón.
El entendimiento puede identificarse con el pensamiento. En efecto, las categorías del entendimiento puro (cantidad, cualidad, relación y modalidad) son las reguladoras de los procesos que permiten la elaboración del pensamiento y, junto con el esquematismo, que las unifica con la intuición, constituye el entramado propio del pensar como proceso. Pensar, como ya he manifestado en otras oportunidades, es discurrir, es discurso, es lenguaje; y obedece a las leyes de figura y fondo, propio de los sentidos. El discurso es, por excelencia, secuencial, es decir, temporal, y su elaboración ha de seguir, paulatina y progresivamente, los mismos pasos que es necesario dar con el cuerpo físico para lograr un objetivo. En el mundo físico, para alcanzar un objetivo, un lugar al que se quiere llegar, se ha de recorrer una distancia y, necesariamente, ello implica una secuencia, un recorrido. En el pensar, para lograr una idea, una imagen completa o totalidad o conclusión, principio o regla, se ha de discurrir una secuencia de pensamientos que conduzcan al objetivo que se quiere alcanzar. Por ejemplo, en el teorema de Pitágoras, se establecen los elementos propios del discurso geométrico: los cuadrados de los catetos se constituyen en focos de atención para igualarlos con los rectángulos respectivos del cuadrado en la hipotenusa, mediante secuencias de igualación de ángulos y lados para, finalmente, lograr el resultado que una visión previa (una manera de ver geométrica: una intuición, una totalidad intuida) ha mostrado a los ojos de Pitágoras.
La intuición, que se revela en los sentidos, no pertenece, en mi opinión, al proceso de pensar propiamente dicho. Más bien se integra con la razón pura como proceso integrador, completante, si se puede utilizar dicho término para identificar el proceso que lleva a la completitud o completud requerida por la integridad propia del universo que nos rodea y que, paulatinamente, podemos contemplar en sucesivas ampliaciones del proceso de figura y fondo, hasta lograr el término "universo", que comprende todas las posibles parcialidades propias del proceso discursivo, del discurso, del pensar que se expresa mediante el lenguaje, el discurso. La intuición, y la razón pura, pertenece a la conciencia; o, más bien, son procesos propios de la conciencia, que, posteriormente, se elaboran en el entendimiento como guías para el "análisis" propio del pensar. El grado más elevado del pensar es la razón, a partir de la cual se puede, en el proceso inverso, descender en el "análisis".
La intuición es el más elevado grado de aprehensión de la conciencia. Cuando la conciencia se desempeña en los niveles físico, imaginativo y mental, la intuición es la guía que permite elaborar los "análisis", a partir de las "síntesis" que se presuponen, se ven, en los focos de atención propios del discurso como "intuiciones empíricas". El pensar surge de la conciencia que, poseedora de la intuición en los diversos niveles de conciencia, discurre, "habla" o "escribe", para elevarse desde las partes, que ha encontrado en el "análisis", hacia la "síntesis", que ha focalizado desde la intuición empírica.