jueves, 21 de mayo de 2009

Niveles de conciencia: Las emociones

El nivel de la imaginación es denominado en alguna literatura nivel astral, tal vez sea así, en mi opinión, porque, hasta la aparición de los viajes espaciales, los astros únicamente nos llegaban como imágenes, desprovistas de toda otra característica sensorial. En forma semejante, el nivel de las emociones, o nivel emocional, es denominado nivel causal, por ser el nivel en el que impera la ley de causa-efecto o ley de causalidad.
Aunque no tiene la evidencia material del nivel físico, su influencia en nuestra vida es el más alto. Incluso el nivel de conciencia mental, que se encuentra, relativamente, por encima, está supeditado al nivel causal.
Lo primero que encontramos son los nombres de las emociones básicas. Guiándonos por "Cuatro gigantes del alma", de Emilio Mira y López, nos encontramos con cuatro emociones básicas: el miedo, con sus vestiduras de timidez, escrupulosidad, pesimismo, escepticismo, aburrimiento, vanidad, hipocresía, mentira y fobias; la ira y sus versiones enmascaradas de impulso reivindicativo, que puede confundirse con la denominada sed de justicia, la crítica, la ironía, el humorismo, al menos en la opinión de Mira y López, la soberbia y el odio, en sus formas religiosa, racial, política, profesional y familiar (y lo que denomina Mira y López "salidas del odio": el desprecio, la venganza, el resentimiento y el perdón conciliatorio); el amor, que Mira y López estudia en su forma ejemplar del amor de pareja (señal inequívoca de que el amor no es conocido, en el nivel humano, en la dimensión de lo divino, espiritual, al que aspiramos y que es donde, probablemente, pueda accederse, verdaderamente, al amor en sí, no emocional sino incondicional, sin ataduras de nivel físico, sexual y apetitivo; y, finalmente, encontramos el deber. Este último es una emoción ligada con el carácter social del ser humano, y su desarrollo se fundamenta en las emociones de naturaleza individual en interrelación con el nivel mental de conciencia.
La identificación con el nivel emocional es mucho más poderosa que el nivel físico, puesto que la energía, presente en la emoción, arrastra a dicho nivel físico, exacerba el nivel imaginativo y se impone sobre el nivel mental, inutilizándolo, sin que podamos, en los casos extremos, manejar las circunstancias que nos rodean. Incluso, un maestro espiritual afirma que, superados los restantes niveles en nuestro proceso de desarrollo hacia la conciencia del alma, el nivel emocional es el último obstáculo que debemos superar para acceder al nivel del alma.
El nivel de conciencia causal tiene raíces biológicas y, en consecuencia, de alguna manera esta íntimamente imbricado con nuestra condición orgánica físico-material. Su manejo apropiado es lo que ha conducido a la humanidad a la vida civil y social. Sin embargo, no hemos logrado que el "Yo soy" de la conciencia individual se involucre en nuestra vida diaria para que logremos la integración plena que los santos y maestros espirituales han vislumbrado como fundamento de nuestra presencia física en el plano de la vida. Los filósofos descubrieron el "Yo soy", pero, alejados de lo religioso, apenas si se dieron cuenta de la necesidad de informar acerca de la conveniencia de incluir su desarrollo en los currículos de formación escolar. Las religiones, por otra parte, dedicaron toda su energía a la preceptiva, a las reglas de conducta, a las normas de convivencia como automatismos que podían formar y substituir a la conciencia plenamente responsable del "Yo soy". Solamente los psicoterapeutas, los psicólogos y psiquiatras más perceptivos han logrado integrar el "Yo soy" de las personas, y han desarrollado la figura del facilitador que, antes que normas y preceptos, acompaña al paciente y a los grupos humanos en el descubrimiento de sus posibilidades de conocimiento interior y la superación de sus carencias y limitaciones emocionales. Tal vez haya sido el proceso normal para que, en el futuro, podamos llegar a un sistema de enseñanza que guíe, que acompañe más que informar, pues los medios de información han alcanzado tal nivel de elaboración que la tarea de enseñar, como proceso de informar e instruir, ha superado la enseñanza-aprendizaje, como señalar e indicar, para encontrar un nuevo continente en el que el acompañamiento, como facilitador, se convierte en un proceso de ver, con todas nuestras facultades receptivas, para acceder a nuevas maneras de ver, a nuevas visiones, en las que, el que facilita, se enriquece con el aprendizaje del que es facilitado, y este logra la plenitud de su "Yo soy", en ejercicio pleno de cocreador con la divinidad que todo lo sostiene.