martes, 22 de enero de 2008

Experiencia 09

Experiencia es, en mi opinión, "ser" humano fuera y alrededor de los entes (ex-peri-encia). Aunque el término parece común y corriente no es simple de definir puesto que abarca cualquier cosa que queramos comprender como encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo. Es el corazón de la filosofía de Inmanuel Kant que la coloca como aquello que revela o hace patente las facultades de conocer del ser humano, y que condiciona lo que podemos conocer, pues es elaborada, a partir de la receptividad, por nuestra intuición pura (espacio y tiempo en Kant, infinitud y eternidad en mi manera de ver el tema) y nuestro entendimiento puro ("Yo" trascendental, yo pienso cartesiano, conciencia del "Yo soy quien se manifiesta" en mi manera de verlo).

Frecuentemente me refiero a la trascendencia como la característica que nos hace superar el nivel apetitivo y que permite que accedamos (en la medida en la que nos es posible, tomando como punto de referencia los santos y maestros espirituales) a la conciencia más elevada que nos es posible en el nivel de "ser" humano. Sin embargo, cuando hablo de trascendencia, así como cuando Kant reconoce la limitación del discurso racional en su aprehensión del universo o mundo, lo hago utilizando el lenguaje natural (escrito o hablado), que es una creación de la mente (razón pura, entendimiento puro e intuición pura unificados (síntesis pura) por la conciencia "Yo soy..." que aprehende, mediante la receptividad, el mundo que nos constituye). Ahora bien, el gran salto que intento dar es "comprender" (abarcar) lo que el entendimiento y la racionalidad han dejado de lado por no corresponder con la "dignidad" del pensar, y que Kant intentó precisar en las críticas de la Razón Práctica y del Juicio. La emocionalidad nos define, como "ser" humano, en forma más "imponente" que la racionalidad, pues impera en nuestro "ser" humano, en alianza con nuestra naturaleza apetitiva, y nos separa de lo trascendente que nos espera como realización más elevada (siempre tomando como referencia a los santos y maestros espirituales).

Los maestros espirituales han utilizado la analogía, la parábola y las imágenes propias de las experiencias comunes a todos los seres humanos, para señalarnos ("enseñarnos" en el sentido de indicar el camino) la dirección (conductas y prácticas de nuestra naturaleza de "ser" humano apetitiva) hacia la trascendencia. Y es que pareciera ser que lo que Platón intentaba comunicar cuando hablaba de las "ideas" y de la manera en la que estas se concretaban para nosotros, lo que estaba buscando era el camino de la trascendencia (ejemplo de la alegoría de la caverna), pues habla de copia, participación, causa y semejantes, para referirse a lo que, posteriormente, será considerado, en la filosofía, como el inicio de lo conceptual que es plenamente desarrollado por Aristóteles.

Para trascender el discurso, desde el discurso, solamente queda el camino de la alegoría o analogía o ejemplificación mediante imágenes que apunten a totalidades "comprensivas" antes que a conceptualizaciones. Debemos utilizar el discurso sin sumergirnos en la conceptualización a la manera en la que Hegel intenta, en su Lógica, superar la limitación encontrada por Kant en la dialéctica trascendental en temas tales como Dios, Libertad, Mundo y similares. La experiencia sigue y seguirá siendo válida como contraparte del "ser" humano en su manera de acceder a sus facultades y potencialidades inmanentes y trascendentes. El modelo Kantiano es un punto de partida válido para trascender el discurso desde el discurso, mediante el afinamiento de lo que es comprensible en los elementos de partida: experiencia y conciencia, elaboración discursiva y contrapartida de "lo que es". No es esta una comprensión (entendimiento) sino un intento de "comprensión" (en el sentido de abarcar), semejante al matemático que habla de "infinitos" de distinto orden para referirse a "infinitos" que quedan comprendidos dentro de "infinitos", como los puntos (ideales) de un segmento infinitamente (idealmente) divisible dentro de los puntos de una recta (idealmente) infinita. En todo caso, para trascender el discurso deberemos acudir siempre a "lo que es" en contraposición de lo conceptualizado. Algo semejante a lo fenomenológico introducido por Husserl (poner en suspenso lo pensado...) para repensar lo filosófico, pero renunciando a la filosofía como manera de expresar, y dirigiéndose a la experiencia como manifesación del "ser" humano en pos de la trascendencia como realización y plenitud.

lunes, 21 de enero de 2008

Experiencia 08

Experiencia y conciencia están tan íntimamente ligadas como para decir que son las dos caras de un mismo "ser" humano. En forma concatenada, la experiencia es la fuente del aprendizaje y, si de enseñanza se trata, del maestro que nuestras facultades internas representan. Sin experiencia y su respectiva conciencia, el aprendizaje es un simple entrenamiento mental, que es lo que, salvo con contados profesores, recibimos en la instrucción escolar, secundaria y universitaria. En efecto, el proceso de enseñanza-aprendizaje propio de la escolaridad (primaria, secundaria y universitaria) equivale a un entrenamiento de la racionalidad que nos permite establecer las condiciones de enlace entre niveles de conceptos dentro de un universo particular de conocimientos. En matemática, por ejemplo, se nos dan los números y sus relaciones, los símbolos y sus significaciones, la simultaneidad (espacio, geometría) y sus causas y consecuencias, la secuencia (tiempo, aritmética) y sus propiedades. Estas "racionalidades" son luego complementadas en la física, la mecánica y otras ciencias semejantes, para abarcar un mundo de relaciones que, bajo la guía de las categorías kantianas, permiten modelar un mundo físico estática y dinámicamente útil para el "ser" humano. Pero la experiencia propiamente dicha surge en el intercambio de nuestro "ser" humano con el "ser" del mundo y, consiguientemente, involucra nuestra imaginación, emocionalidad y entendimiento en un verdadero aprendizaje que se "adhiere" a nuestra personalidad como una "memoria" viviente que nos permite, en forma continua y constante, visualizar "opciones" que, sin dicha experiencia, habrían pasado inadvertidas e invisibles.
La evolución es aprendizaje a nivel orgánico. El organismo, y el mismo universo que nos constituye, personal, interpersonal y orgánicamente, experimenta transformaciones que son producto de la experiencia que aprende a seleccionar opciones de mayor eficiencia y funcionalidad en el entramado de relaciones y comunicaciones dentro de alternativas de utilización de recursos energéticos y materiales más sencillos.
La experiencia es la base sobre la que se realiza el "ser" humano, el "ser" del mundo y cualquier otro "ser" cuya atención pudiera constituirse en nuestro foco de atención. De aquí que la integridad de cuanto existe, desde la perspectiva del "ser" humano, se vaya concretando en una búsqueda de un equilibrio dinámico que permita la valoración y preservación de las mejores opciones para la subsistencia del sistema como un todo. Sin embargo, debido a la limitación de nuestro discurso, dicho equilibrio está regido por una conciencia que nos comprende y nos guía en formas que se hacen cada vez más sutiles para nuestra receptividad y que, tal vez, solamente los santos y maestros espirituales pueden acceder en forma consciente desde su "ser" humano particularmente trascendido en su apetitividad.
Es posible que el discurso, la palabra, en sus primeras etapas de desarrollo, se limitara a señalar (enseñanza) los elementos tangibles del universo constitutivo. Posteriormente fueron surgiendo conceptos y símbolos que hacían referencia a relaciones y comunicaciones implícitas en la manera de observar el "ser" del mundo que abarcaban el "ser" humano. Y así, en sucesivas oleadas y niveles de comprensión e integración al discurso, se llegó al modelo kantiano (evolución del modelo de conocimiento) que integra en el "ser" humano la experiencia exterior e interior en categorías de cantidad, cualidad, relación y modalidad que modelan el mundo en un mundo de conocimientos para la receptividad propia del "ser" humano y su "espontaneidad" pensante. Pero tal modelo está escindido en un modelo para el entendimiento y un modelo para lo trascendente (razón práctica y juicio) que carece de la unidad propia del "organismo" vivo que nos constituye y nos abarca en un solo Ser. El discurso se encuentra limitado por un vocabulario creado para la comunicación más que para la experiencia, puesto que la experiencia se ha visto limitada a lo que el entendimiento y el "ser" fisico pueden manipular. Y de aquí surge el denominado proceso de enseñanza-aprendizaje propio de la escolaridad, que maneja "racionalidades" carentes de experiencia, aunque sean producto de la "experiencia dirigida" hacia la comprensión de lo físico por parte del "ser" humano.
En este momento, La Conciencia, si podemos denominarlo de alguna manera, se encuentra buscando maneras de superar la limitación del "ser" humano apetitivo para encontrar e integrar al "ser" humano trascendente y lograr el siguiente paso evolutivo del "sistema humano". En tal sentido, comienza a ser tema de consideración, al menos desde mi particular perspectiva de "ser" humano inmerso en una comprensión que me trasciende, la conciencia individual y colectiva de la experiencia en su contexto. Solamente la experiencia que revela la conciencia y que, partiendo de los niveles físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo (sub e inconsciente), se eleva para trascender lo apetitivo puede constituirse en el nuevo despertar de la conciencia a su experiencia como fuente de opciones distintas al simple objeto material, para constituirse en una experiencia que comparte la subjetividad en una integridad orgánica que supere los conceptos de sufrimiento, dolor y vulnerabilidad para acceder a la verdadera comprensión e integración en la eternidad. Tal vez, el "ser" humano pudiera compararse al "ser" del planeta tierra en sus denominadas placas tectónicas, que están sometidas a movimientos que provocan terremotos, maremotos y fenómenos semejantes, para estabilizar, durante largos períodos, equilibrios delicados, progresivamente integradores de la totalidad.
El lenguaje ha creado un mundo "conocido" paralelo al mundo "experimentable" que ha hecho aparecer conceptos como el de "verdad" para adecuar el discurso con la experiencia, cuando lo que realmente es necesario plantear es un mundo que simplemente es. Lo que es, no es verdad ni mentira, simplemente es, y solamente el lenguaje ha creado conceptos como dolor, sufrimiento, enfermedad y vulnerabilidad, en general, para referirse a procesos de estabilización que implican experiencias de concientización para el "ser" humano como individuo y como colectividad en su ascenso hacia la experiencia de su naturaleza trascendente por encima de su naturaleza apetitiva.

lunes, 14 de enero de 2008

Experiencia 07

Experiencia es el encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo. Este encuentro puede ser particular, del individuo; familiar, de la familia; social, de la sociedad; e, incluso, general, del mundo (causalidad recíproca en su escala más amplia). Cada encuentro es una particular acción y reacción en la cual el "ser" humano actúa, es agente, sobre el encuentro; observa, es participante pasivo del encuentro; o padece, es paciente o receptor del encuentro. En cada encuentro el "ser" humano puede aprender las distintas maneras de relacionarse con el mundo que lo rodea. Sin embargo, el mayor aprendizaje es el que se obtiene cuando la acción o padecimiento involucran el nivel emocional y físico del "ser" humano, por cuanto en dicha acción o padecimiento se ponen en juego las vulnerabilidades y limitaciones propias del nivel físico y del nivel emocional. Los niveles imaginativo y mental son herramientas que permiten una evaluación de causas y consecuencias propias del entendimiento. El nivel reactivo, sub e inconsciente, actúa limitando las respuestas posibles, en la medida en que dicho nivel se ancla en experiencias anteriores (encuentros previos del "ser" humano con el "ser" del mundo) que atentaron contra la vulnerabilidad física o emocional del "ser" humano.
Es notorio, en mi opinión, que la racionalidad, como manifestación del "ser" humano, no haya contribuido, hasta el presente, en un mayor equilibrio y bienestar del "ser" humano en su encuentro (experiencia) con el "ser" del mundo. Y esto ha sido, probablemente, debido a que la concepción del mundo, elaborada a través de las diversas experiencias (historia del "ser" humano), se ha enfocado, al menos en el mundo occidental, en la satisfacción de su bienestar físico (lo material, lo "científico") por encima de la naturaleza trascendente propia del "ser" humano en su constitución íntima. Y la naturaleza trascendente se ha dejado como conocimiento inútil (la religión y la filosofía) para la convivencia del "ser" humano con el "ser" del mundo. Esta apreciación, francamente polarizada, se enfoca en el menosprecio del "ser" del mundo por parte del "ser" humano que, en su particularidad individual, aprehende, en las etapas más enriquecedoras de su encuentro con el "ser" del mundo (niñez y adolescencia), solamente lo relacionado con su vulnerabilidad física y emocional.
La religión se ha dedicado a predicar un "deber ser" en contradicción con el "ser" humano en su aprehensión del mundo. En lugar de facilitar un aprendizaje, fundamentado en el encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo, debidamente guiado en sus primeros encuentros, se han consolidado, cristalizado y momificado conductas, determinadas por circunstancias y situaciones totalmente transitorias en reglas e imposiciones que coartan la capacidad de aprendizaje. Así como el condicionamiento de los primeros años de vida, y el aprendizaje fundamentado en "leyes" y "reglas" establecidas por mentes privilegiadas en su capacidad racional particular, limitan, condicionando, el aprendizaje individual del adulto y coartan la receptividad y creatividad características de los primeros años de vida, de la misma manera, las "reglas" del "deber ser", aplicadas a situaciones y circunstancias de vida superadas con los nuevos encuentros (experiencias) del "ser" humano con el "ser" del mundo, limitan y condicionan la "racionalidad" a patrones de comportamiento que desperdician opciones y potencialidades presentes en cada particular encuentro del "ser" humano con el "ser" del mundo.
La filosofía, por su parte, en su apreciación del mundo como una actividad mental de conceptualización que se subordina a "lo científico", considerado como máxima expresión de la potencialidad humana de realización, ha dejado de ser una búsqueda universalizadora para transformarse en una simple exposición e interpretación del discurso. Solamente queda la psicología, en su versión de psicoterapia y facilitación, como ámbito que busca el "ser" del "ser" humano en su encuentro con el "ser" del mundo, y que integra lo particular de las experiencias "espirituales" subjetivas en una "subjetividad compartida", más que en una "objetividad" congelada en lo material o fosilizado, como recurso potencial para una nueva manera de concebir filosofía, a partir del "encuentro" del "ser" humano con el "ser" del mundo.

viernes, 11 de enero de 2008

Experiencia 06

La experiencia, en mi opinión, es una vivencia personal centrada en lo exterior. En tal sentido, hay dos concepciones fundamentales en el mundo: la occidental y la oriental. La concepción occidental surge, básicamente, en Grecia, con influencias del oriente, principalmente de Egipto, se consolida en Italia (Imperio Romano) y se desarrolla en Europa. La oriental se origina y desarrolla en India. La diferencia entre estas dos concepciones se centra en la manera de considerar el universo. Mientras que la concepción occidental se enfoca en lo que la receptividad del "ser" humano elabora mediante su pensamiento (la denominada racionalidad), la concepción oriental se enfoca en la receptividad humana propiamente y su capacidad de experimentar todo cuanto se le ofrece. La primera se dedica a elaborar conceptos y modelos del mundo exterior e interior, desde una perspectiva comunicadora y compartida entre los pensadores, mientras que la segunda se dedica a experimentar y ampliar las facultades del ser humano en su convivencia con el mundo y comprendiendo que es una parte integral con el universo que lo comprende.
El mundo occidental, partiendo de las ideas de los primeros filósofos griegos, de Sócrates y Platón, se focaliza, a partir de Aristóteles, en el mundo externo. Tal vez si la visión investigadora pre-científica de Aristóteles no se hubiera impuesto, el mundo occidental habría elegido el mundo interior que Sócrates y Platón habían planteado. Sin embargo, en la manera griega de concebir el mundo, las ideas de Sócrates y Platón, que se centraban en el mundo interior del ser humano tenían que ser confrontadas, a la manera de Aristóteles, y tenían que ceder su primacía ante el mundo externo. Es así como se impone el modelaje y conceptualización del universo a partir de la racionalidad humana, y la experiencia se centra en determinar aquello que se ofrece a la receptividad humana (los sentidos internos y externos del "ser" humano), mientras que el mundo Hindú se dedica al cultivo de la interioridad del ser humano, en busca de una integración con el universo y una trascendencia que, reconociendo lo apetitivo del "ser" humano, evolucione hacia niveles de vivencia que le permitan aprehender y "comprender" desde sí y en sí los más elevados niveles de conciencia.
Tendrían que plantearse muchas contradicciones racionales para que llegara René Descartes y reiniciara el camino de la reflexión a partir del "Yo pienso" que, manejado por diversos pensadores, a partir de su particular planteamiento, culminara con Immanuel Kant, que, sin proponérselo, alcanza el "Yo soy" de la conciencia que supera el "Yo pienso" de la racionalidad. Pero el arraigo de lo material por encima de lo trascendental, que subyacía en lo religioso judeo-cristiano que caracteriza el mundo occidental, impide que las ideas de Kant se desarrollen en el camino de la conciencia y, por el contrario, surge el idealismo alemán. Nuevamente, en dicho idealismo, los primeros que siguen a Kant son Fichte y Schelling que inician el idealismo alemán en forma promisoria para lo espiritual, a partir del Yo y el No-Yo como contraposición que podría haber conducido al planteamiento de la conciencia y a la exploración de los distintos niveles introducidos por Kant en su Intuición, Entendimiento, "Yo" trascendental y Razón. Pero la aparición de esa poderosa maquinaria del pensamiento que fue Hegel, vuelve al "Yo pienso" cartesiano y lo elabora en forma tan poderosamente integral que lo transforma en un voluntarismo racional que intenta, desde lo racional, modelar el mundo a la manera de la razón, olvidándose de las limitaciones discursivas que Kant había descubierto y que Hegel "cubre, tapa, esconde" una vez más, dejando lo trascendente como algo "superado" por la racionalidad. Una vez más la experiencia se enfoca en la conceptualización de lo externo, olvidándose de su origen como fuente de la concepción. Olvidándose de que dicha racionalidad es función de la receptividad y no a la inversa. Olvidándose de que la limitación de la racionalidad planteada por Kant tiene una contrapartida trascendental imposible de acceder desde el discurso racional. Olvidándose de que la Razón Pura y la Intuición Pura son vislumbres de un mundo trascendental cuya unidad e integridad son fundamento de la materialidad accesible a la receptividad y de la racionalidad que se manifiesta en la aprehensión, reproducción y reconocimiento propias del entendimiento y la razón.

miércoles, 2 de enero de 2008

Experiencia 05

Cuando Kant elabora la Crítica de la Razón Pura, tiene como objetivo plantear una clarificación de cómo surge el conocimiento científico. Su trasfondo es Newton y su física, la matemáticas, el tiempo y el espacio. Así mismo, tiene en mente los planteamientos de los empiristas ingleses, en particular David Hume, quienes niegan realidad a la ciencia y explican los alcances de "lo científico" como una simple "costumbre", como un hábito creado por la memoria humana. La denominada ley de causalidad es, sencillamente, un hábito de la mente humana que relaciona la causa con el efecto, pero no hay tal "necesidad" y, en cualquier momento, pudiera presentarse una inversión de la dirección causa efecto.
La experiencia es, en tal contexto, la manipulación de la mente sobre los fenómenos "objetivos" observados por el ser humano. Es aquello que, de alguna manera, no le afecta, es impersonal, es neutro, no le atañe en ningún otro sentido, salvo lo que ve e interpreta de la naturaleza inanimada; no está sujeto a la particular constitución del observador, pues puede ser corroborado por cualquier ser humano que quiera comprobar las observaciones bajo los lineamientos del modelo formal o teoría elaborado por el creador científico.
Vemos, así, que apuntamos a dos maneras de ver la experiencia: una impersonal (la de la ciencia) y otra personal (la del individuo). La primera es comprobable por cualquier persona y la segunda está sujeta a la individualidad, la denominada subjetividad. No se habla de subjetividad compartida, como acostumbro referir en estas perspectivas, sino de la "objetividad" como algo exterior y permanente. Y es aquí donde Kant introduce lo que ya ha encontrado, "descubierto", René Descartes, la conciencia, el "Yo soy". Solamente que lo hace desde la perspectiva cartesiana, el "Yo pienso" y no el "Yo soy". En consecuencia, quedan descartados los niveles de conciencia no mentales de la experiencia humana. Se descarta, fundamentalmente, la emocionalidad y, con ella, el condicionamiento de los primeros años de aprendizaje del ser humano en su ciclo vital. Sin embargo, la elaboración kantiana se trasciende a sí misma, puesto que el "Yo pienso" se transforma, en mi opinión, imperceptiblemente, en el "Yo soy ... quien se manifiesta ... ", pues las Críticas de la Razón Práctica y del Juicio complementan, de alguna manera integradora, la presencia de algo más que el "Yo pienso" en la manera de saber, comportarse y apreciar el universo circundante por parte del "ser" humano.
Nuevamente me veo llevado a la consideración de la conciencia en el trato con la experiencia. Y esto es inevitable, por cuanto la experiencia está íntimamente ligada a la conciencia como su expresión más universal. Es así como Kant considera que la experiencia es la que permite que las facultades humanas se manifiesten y revelen ante sí mismas. Llegamos, así, a una concepción de la experiencia que rodea, envuelve y llena el ser del "ser" humano en forma tal que lo condiciona o lo abre a lo que lo rodea, dependiendo de aquello que ha sido descartado por la ciencia, la emocionalidad subyacente a todo observar y, particularmente, al condicionamiento surgido en los primeros años de vida de cada ser humano que interactúa con su medio ambiente.
Nuevamente he de hablar de aquellos niveles de conciencia que me son evidentes en mi identificación con lo que experimento, como medida de mi darme cuenta que soy algo más que lo que experimento. En el nivel físico siento la vulnerabilidad de mi corporalidad, tanto en la enfermedad y el dolor como en su limitación para alcanzar probables metas sugeridas por mi imaginación y mi mente. En el nivel imaginativo (por cierto, muy importante en la elaboración kantiana del modelo humano de conocer, comportarse y apreciar el universo circundante) soy consciente de las imágenes que elaboro y se concatenan en posibilidades de intercambio con mi universo, surgidas de otras imágenes que, continuamente, se suceden sin control aparente de mi parte. En el nivel emocional, una vez más, soy consciente de mi vulnerabilidad en la apreciación de situaciones y circunstancias que son moldeadas por mi imaginación y mi mente en patrones que generan emociones y condicionamientos fundamentados en mi naturaleza apetitiva, tanto orgánica como intelectiva, y en mi vulnerabilidad y limitación física para lograr objetivos "imaginativa, emocional y mentalmente posibles". En el nivel mental soy poco consciente de los condicionamientos que operan en mi apreciación de los hechos, circunstancias y relaciones que me toca manejar, y de las relaciones causa-efecto que son más elaboraciones de costumbre y hábito a la manera de Hume que fundamentos operacionales (categoría) a la manera de Kant. Finalmente están esos elementos reactivos del sub e inconsciente que se han establecido a lo largo de mi ciclo de vida como maneras de manejar automatizadas que no operan para mi ventaja, tanto de aprendizaje continuado como de logro momentáneo, sino que protegen una "aparente" vulnerabilidad pre-establecida en mis esquemas "reflejos", por llamarlo de alguna manera.
La experiencia, en su manera de elaboración en la Crítica de la Razón Pura de Kant, trasciende la mera experimentación y observación de la ciencia, sin proponérselo, y plantea, al final, en el tratamiento de "la dialéctica trascendental" unas "ambiciones" de la Razón Pura que, más que "limites", como es la conclusión, parecieran señalar campos de evolución de la conciencia humana que pueden ampliarse mediante la inclusión de experiencias que, a pesar de ser subjetivas, son ejemplificaciones de "facultades" posibles para el "ser" humano dentro de su ámbito de "ser" humano: las experiencias de los santos y de los maestros espirituales. Esto se "ve" complementado por las otras Críticas (Razón Práctica y Juicio) y las frecuentes incursiones de Kant en su manera de "comentar" o "discurrir" en muchos pasajes que dejan abierta la puerta a nuevas elaboraciones, tal vez con un caracter más integral que el que le tocó manejar en su "diálogo" con los pensadores que le precedieron. Tal diálogo, a su vez, está marcado por la limitación discursiva de la menta para tratar los temas que conciernen al "ser" humano y Su Universo, pues el entendimiento humano, en su afán de "comunicarse", mediante el discurso, sin la posibilidad de "vivenciar" la experiencia para otro "ser" humano, se ve constreñido por su particular manera de acceder (la receptividad, fundamento del conocimiento) de figura y fondo, que ha de limitarse en su apreciación de lo que lo rodea para poder abarcar, con el entendimiento, el discurso comunicador. La intuición, maravillosa integración de la totalidad en la razón, no está disponible para la receptividad más que como infinitud y eternidad (espacio y tiempo) organizador de la presencia y la secuencia propias de la experiencia humana. Solamente la experiencia directa de Lo Universal en Lo Particular puede acercarnos a La Totalidad, y, en tal caso, estamos hablando de Lo Divino, que no es discurso sino Experiencia.