viernes, 25 de agosto de 2006

Campos de conciencia 7

El hallazgo fundamental de la psicología gestalt es el hecho de que el ser humano recibe toda experiencia en una forma estructurada en figura y fondo. La figura es aquella percepción que domina nuestra atención, ya sea porque sobresale ante nuestros sentidos o porque dirigimos nuestra atención hacia ella. En tal sentido, entendemos que nuestra experiencia es siempre una síntesis de sensaciones en una totalidad que constituye una figura sobre un fondo. Esto implica que, dentro de la limitación de nuestra capacidad receptiva, siempre tenemos ante nosotros una totalidad o conjunto estructurado en figura-fondo.
Adicionalmente tenemos el hecho de que, por nuestra naturaleza física, nuestra receptividad de las experiencias de vida y nuestra comunicación con otros seres humanos es discursiva. Sinembargo, debemos tomar en cuenta de que dicho discurso se realiza sobre una totalidad. Debemos tener una experiencia totalizadora previa para poder comunicarla a un interlocutor.
La intuición pura kantiana, que, para nuestra interpretación, es la infinitud y la eternidad presente ante nuestra receptividad, la transformamos en un sistema referencial ordenador de la realidad y constituímos el espacio y el tiempo, y éstos, a su vez, los transformamos en sistemas de medición de nuestro mundo circundante. Nuestro discurso, receptivo y comunicacional, es discursivo. El discurso receptivo es sintético, puesto que depende de nuestra direccionalidad en el enfoque para recibir las figuras y fondos de cada experiencia en sucesión ininterrumpida. El discurso comunicacional es analítico, y construye, dentro del lenguaje, un panorama que debe ser relacionado y sintetizado por el receptor de nuestro discurso para formar una totalidad significativa coincidente, hasta donde sea posible, con nuestro discurso emisor.
En Kant la intuición es la facultad totalizadora por excelencia, tanto que Kant se atreve a decir que dicho tipo de facultad es la más próxima a lo concebible para una inteligencia divina, con el adicional de que la facultad divina debería ser una intuición creadora. Posteriormente, cuando llega al tratamiento de la razón pura (RP), Kant concibe la RP como la facultad de los principios, en contraposición del entendimiento puro, que es la facultad de las reglas. Como yo lo veo, la RP se rige por principios en su potencialidad estructuradora de nuestra experiencia, que es organizada y regida por el entendimiento puro. Pero la RP es, igual que la intuición pura, totalizadora, y crea unas ideas de la RP. Es así que la RP busca la completud de todas las experiencias en los distintos ámbitos en los que se desenvuelve el entendimiento puro. Así que la intuición pura y la razón pura son totalizadoras y el entendimiento puro, que es sintético a priori, se desenvuelve en el razonamiento discursivo, dentro de las limitaciones de nuestra receptividad.
En mi opinión, podríamos crear una nueva facultad, denominada "intelecto puro", para unificar las capacidades totalizadoras de la intuición (receptiva) y de la razón (productiva, como espontaneidad del juicio que ubica cada experiencia dentro de un contexto universal). En el caso de la divinidad es fácil prever que su omnisciencia, según nuestra limitada manera de concebir, tiene toda alternativa de creación realizada. En el caso humano, toda experiencia se desarrolla, en su intelección creadora, para darnos una totalidad creciente, al estilo del desarrollo Hegeliano en tesis, antítesis y síntesis, en ciclos progresivos en los que cada síntesis se transforma en la tesis del siguiente ciclo de progresión en nuestra experiencia del mundo. El mundo, o universo, es siempre una totalidad para cada uno de nosotros, con perspectivas parciales, según nuestro particular camino de vida.
En resumen: nuestro devenir es discursivo, pero nuestra concepción interior del mundo es intelectiva (intuición y razón creadora). Solamente la unión de todos los seres humanos, en una tarea creadora armónica y dirigida, puede consituir un atisbo de la realidad que nos circunda.

sábado, 19 de agosto de 2006

Campos de conciencia 6

"El desconocimiento de la ley no excusa su incumplimiento" es una máxima que indica la diferencia entre conciencia y conocimiento. En efecto, el conocimiento es algo que obtengo en mi relación con otras personas, y hace referencia a una manera de comunicarnos en la que la objetividad es el ideal establecido implícitamente; entendiendo con la palabra objetividad un conocimiento compartido mediante definiciones y delimitaciones de objetos, situaciones y experiencias. La conciencia hace referencia exclusiva a mí mismo. Tal vez lo más próximo, como manera de referirnos a algo compartido, es el término "responsabilidad", como indicador de que tenemos o estamos disponibles a responder por nuestros actos, resumido en el imperativo categórico kantiano: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal". Este enunciado supone en nosotros, como seres humanos, la presencia de una Razón (que podríamos igualmente denominar Conciencia o Espíritu) que es capaz de discriminar, en cualquier situación o circunstancia, aquello que es más conveniente (el mayor bien) para nosotros mismos y para todos los que nos rodean, incluyendo el mundo inanimado e inorgánico circundante. En tal sentido, nuestra volición (nuestra voluntad) está dirigida, según lo establece la máxima, por nuestra Razón, y en ningún caso por nuestra naturaleza apetitiva.
La sabiduría incluye al conocimiento y a la consciencia. Sin embargo, jerárquicamente, la consciencia está por encima del conocimiento, por cuanto una persona puede ser un científico altamente calificado y no tener conciencia de las implicaciones de sus actos como conocedor científico. Puedo no darme cuenta de que tengo algún objeto al alcance de la mano y hacer todo lo posible por ubicarle para hacer uso de dicho objeto y, sin embargo, ser consciente de que la responsabilidad del conocimiento de la ubicación de dicho objeto es total y absolutamente mía, a pesar de que otra persona pudiera haberlo movido de algún lugar en el que yo hubiera podido colocarlo. En tal responsabilidad puedo consultar a otras personas para ubicar el objeto, sin hacerlos responsables de su manipulación inconsciente o, incluso, interesada.
Cuando algún área del conocimiento (matemáticas, física, biología, etc.) no me es familiar, puedo afirmar que "no sé", pero, simultáneamente, "soy consciente" de que dicha área de conocimiento existe, y puedo estudiar e investigar con la finalidad de "conocer" dicha área, sin calificar dicho desconocimiento como inconsciencia.
Conciencia es un saber con-migo mismo, y pudiera no ser comunicable con palabras. Es el caso de los santos, que saben que hay algo más importante que lo que nos motiva en el plano físico de conciencia. Y es el caso de los maestros espirituales, que son algo más sabios que los santos, pues siguen interactuando con las experiencias del plano físico de una manera armoniosa, intentando comunicar su conocimiento, mediante parábolas, historias y manejo discursivo de experiencias que puedan apuntar (señalar, enseñar) lo que ellos y los santos ven con tanta claridad.

jueves, 17 de agosto de 2006

Campos de conciencia 5

Es el "Yo soy" el acompañante de todas mis manifestaciones y expresiones existenciales. Es la autoconciencia manifestada en todas y cada una de mis expresiones. Y aunque, en el caso del ser humano, es entendida por Kant como apercepción trascendental, podemos considerar a ese "Yo soy" como la manifestación del "ser en sí" kantiano, que se manifiesta y expresa.
La consciencia ( o: conciencia) es una facultad superior a la razón, o coincidente con la Razón Práctica Pura kantiana expresada en el imperativo categórico: "Obra de tal modo que la máxima de tu voluntad pueda valer siempre, al mismo tiempo, como principio de una legislación universal".
Un cuerpo humano sin vida es la máxima expresión de la inconsciencia, por cuanto su deterioro progresivo es indicador de la carencia de una conciencia que le permita mantener su integridad.
El cuerpo de un bebé es la máxima representación de una conciencia vegetativa, sin la presencia de una conciencia volitiva, por cuanto el bebé está abierto incondicionalmente al mundo que le rodea, e integra, como aprendizaje surgido de la espontaneidad del pensar, ya presente, todas las sensaciones y percepciones en experiencias unificadoras que constituyen un continuo "crecimiento de la conciencia volitiva".
El caso de estar en contacto continuo con una habitación o recinto cerrado y pasar por alto, o no darse cuenta, de la presencia de algún objeto, que en algún momento nos llama la atención por considerar que no se encontraba en ese recinto hasta que lo percibimos, y que, al preguntar a otra persona, se nos dice que siempre ha estado allí, indica la existencia de "puntos ciegos" dentro de nuestra facultad de percepción. No se puede decir que somos inconscientes por tal motivo, pero sí se puede afirmar que no estábamos plenamente en contacto con dicho recinto cerrado o habitación.
El estado de sueño no se puede denominar un estado de inconsciencia, por cuanto indica simplemente una separación de la conciencia volitiva, de la facultad de enfocarnos en aquellos objetos o circunstancias con cierto interés para nuestro desenvolvimiento de vida. Se dice en tal caso que estamos "dormidos".
El hecho de que los maestros espirituales afirmen que "dormimos en vigilia" indica simplemente un estado de condicionamiento en el que "vemos lo que queremos ver y oímos lo que queremos oir", y que nuestra facultad de receptividad de impresiones está como adormecida o entumida, en forma tal que lo que se presenta a nuestra receptividad es "interpretado" y no tomado en su realidad expresiva. Es un estado de conciencia condicionado. Es un tipo de inconsciencia en vigilia, mediante el cual la realidad a la que accedemos se ve alterada "inconscientemente". A este respecto, el filósofo Husserl "inventa" un método de "poner en suspenso" nuestras experiencias previas para acceder a la realidad que se nos presenta. Es este un método bastante difícil de practicar, por cuanto, en nuestra atención a lo que nos rodea ya está implícito todo cuanto forma parte de nuestra experiencia previa, y "poner en suspenso", aun como recurso reflexivo es bastante difícil de ejercitar. Aunque podríamos afirmar que el simplemente observar nuestra manera de acceder a la experiencia pudiera aproximarse a dicho "poner en suspenso". Sin embargo, ese observar busca más la conciencia interior que el conocimiento exterior.
Los estados de inconsciencia propiamente dichos son causados por un trauma o golpe severo o por drogas que se utilizan cuando nuestro cuerpo ha de ser intervenido quirúrgicamente. En estos casos la inconsciencia está referida a la total suspensión de nuestros procesos neurológicos para aislarnos de todo dolor físico y emocional, y poder así, eliminar partes de nuestro cuerpo físico que ya no funcionan para nuestro bienestar y autoconservación.
Vemos, pues, que la consciencia es un estado de apertura de nuestra facultad de recibir impresiones internas y externas, y que, tal facultad, pueda enfocarse o dirigirse (volición) según los mejores intereses, tanto de nosotros como de cuanto nos rodea para el equilibrio y preservación del universo del que formamos parte. En esta forma, la consciencia implica un "Yo soy" que se reconoce como parte de una totalidad que lo rodea (el mundo o universo), y que participa activamente para el mayor bien. Es así una manifestación de la sabiduría por encima del conocimiento. El conocimiento es, sencillamente, una manera de comunicarnos acerca del mundo que nos rodea, y la sabiduría es una manera de integrarnos, en armonía y equilibrio, dentro de la totalidad de la que formamos parte. Tanto el conocimiento como la sabiduría pretenden ser compartidos, pero el conocimiento se comparte a través del discurso, con sus limitaciones, y la sabiduría se comparte desde la "Conciencia", que supera lo individual dentro del individuo y alcanza la unidad comprensiva, más allá de límites físicos, emocionales y mentales.

sábado, 12 de agosto de 2006

Campos de conciencia 4

"Pienso, luego existo" reivindica el hecho de que la acción de pensar, así como cualquier otra manifestación existencial, es la que me permite acceder a la conciencia de mí mismo. Sin embargo, el hecho fundamental no es "yo pienso" sino "yo soy". El "yo soy" precede y permite el "yo me manifiesto en mi pensar, sentir, actuar, etc". La conciencia es un elemento de mi existencia que evoluciona, y tal evolución no es solamente individual sino interpersonal. Surge en dicha evolución un "yo soy" que apunta al Espíritu, como entidad difusa pero tan consistente como la individualidad, y que me enseña que soy algo más que un cuerpo físico, y que el cuerpo físico es un simple medio de manifestación y expresión que me permite tener cierto tipo de experiencias.
Kant, en su modelo del ser humano, trasciende el yo individual y constituye un yo, fundamentado en el "yo soy" ("yo pienso" en la traducción al castellano), a partir de varios elementos de reflexión que intentan "explicar" nuestro "ser humano". Tales elementos fundamentales son la intuición pura, la imaginación pura, el entendimiento puro, el esquematismo del entendimiento puro y la razón pura. En su elaboración utiliza como acto fundamentador el poder de síntesis de nuestras distintas facultades. La intuición pura se manifiesta en el espacio (en mi opinión la infinitud) y el tiempo (en mi opinión la eternidad) como elementos de la sensibilidad. La intuición pura es la organización de la sensibilidad (capacidad de recibir impresiones) en antes, después y simultáneo; y, en la simultaneidad, el arriba, abajo, al lado, atrás y adelante (un antes y un después en la simultaneidad, organizados coherentemente por nuestro entendimiento). El entendimiento puro es la facultad que organiza la experiencia según reglas: las conceptos puros del entendimiento o categorías (cantidad, cualidad, relación y modalidad) y los principios del entendimiento puro (axiomas de la intuición, anticipaciones de la percepción, analogías de la experiencia y postulados del pensar empírico en general). La imaginación pura, mediante el esquematismo del entendimiento puro, es la facultad que permite la amalgama entre la intuición empírica (el objeto de la experiencia), que es sensible, y el entendimiento (el concepto), que es intelectual; el esquematismo es una representación mediadora entre el concepto y el objeto empírico del concepto. Finalmente culmina Kant con la razón pura como facultad de los principios. La razón pura es una facultad correspondiente, según mi propia apreciación, a esa condición propia de la intuición pura que es la de totalidad; o sea, una facultad que busca la completud de todas las experiencias, que el entendimiento puro organiza, en ideales que permitan una unidad de conjunto de la Experiencia, como concepto que abarca toda nuestra realidad como Espíritu dentro de esa otra totalidad que constituye nuestra experiencia individual en conjunto.
Todos estos niveles del modelo kantiano constituyen otros tantos niveles de conciencia que apuntan a una concepción del universo en una unidad omniabarcadora de todas y cada una de las experiencias individuales. A partir de este modelo surgen el hombre que conoce (Crítica de la Razón Pura), el hombre que actúa (Crítica de la Razón Práctica) y el hombre que contempla (Crítica de la Facultad de Juzgar), como distintas maneras de acceder a la experiencia del mundo y de integrarla en una totalidad significativa.
El conocimiento intuitivo es el conocimiento en su máxima expresión (El conocimiento de Dios "ha de ser intuición y no pensamiento, que es siempre limitado") por ser totalizador, al igual que la necesidad que tiene la razón pura de totalizar en ideales, que permitan abarcar el conocimiento discursivo del entendimiento en una forma de completud que implique perfección.

domingo, 6 de agosto de 2006

Campos de conciencia 3

La jerarquía de la expresión: "Pienso, luego existo", sobre cualquier otra manifestación existencial reside en que cualquiera de ellas va acompañada por el "pienso". Ahora bien, la frase de Descartes fue expresada en latín: "Cogito, ergo sum", y en latín no existe, como en castellano, la diferencia entre ser y existir, por lo cual la significación de la expresión, en mi opinión, pierde su caracter esencial, pues el "soy" debería ser la preferencia significativa sobre "existir". En efecto, aunque el existir y cualquier otra expresión existencial va acompañada por el pensar como actividad subyacente, es la esencia del ser expresada en el "yo soy" la que sintetiza todas las expresiones (manifestaciones) existenciales, pues implica una presencia consciente. Máxime si tomamos en consideración que las piedras no piensan y que los animales y plantas no han entrado todavía a ser considerados, en paralelo con el ser humano, como seres pensantes y, sin embargo, no podemos negar su existencia. En consecuencia, aunque en términos de espiritualidad se dice que nuestro pensar humano "crea el mundo que nos rodea", no podemos adscribir al pensar la prioridad sobre el existir, a pesar de su innegable prioridad discursiva en relación al ser humano, porque indicaría que lo no pensante podría considerarse como no existente.
La frase de Descartes llega a su culminación reflexiva en Kant, que fundamenta en el "yo pienso" lo que él denomina "apercepción trascendental" (el "yo" que sintetiza todos las fenómenos de la receptividad interior y exterior del ser humano en una experiencia, que es la que se va a transformar en conocimiento). Sin embargo, en forma similar al caso del latín, en alemán tampoco existe la diferencia del vocablo ser y existir, sino que, más bien, el vocablo "ser" adquiere una connotación de existencia implícita en el vocablo. Es aquí donde la conciencia del mundo circundante se transforma en una autoconciencia. Basta recordar el "Yo soy el que soy" de la biblia para comprender que el "yo soy" acompaña a cualquier manifestación existencial . Y así lo entiendo yo en la perspectiva de la Crítica de la Razón Pura de Kant. En todo caso, cuando Fichte, Schelling y Hegel toman, a partir de la Dialéctica (segunda parte de la Lógica Trascendental de la Crítica), el yo, para contradecir la limitación que Kant había impuesto a la facultad de conocer, se nos aparece una nueva conciencia, que amplía la conciencia individual, y que trasciende la individualidad, pues no puede, una individualidad, desarrollar el amplio campo de la infinitud y de la eternidad que se nos ofrece como materia para evolucionar hacia la aprehensión de la realidad en todos sus campos y niveles de conciencia.

viernes, 4 de agosto de 2006

Campos de conciencia 2

"Pienso, luego existo", "Me duele la muela, luego existo". La primera expresión es la de un filósofo, que la desarrolla y fundamenta. La segunda es de un columnista de un diario de circulación en Venezuela que, sencillamente, entiende que pensar, sentir y todas las manifestaciones "existenciales" son autoevidentes. Diferencia fundamental entre quien se plantea la interrogante por su propia justificación y existencia y otro que vive inmerso en sus quehaceres cotidianos sin más interés que lo que trae el diario acontecer.
Y lo que nos llama la atención es que el filósofo utiliza el lenguaje en una forma cotidiana. Por esto no acierta a lo que intenta expresar, pues lo cotidiano del lenguaje apunta a lo cotidiano del vivir, y se requiere de una gran creatividad si se desea comunicar la reflexión del filósofo a la persona inmersa en su vivir cotidiano. Esto, por supuesto, no parece ser el interés del filósofo (aunque debiera serlo, según mi opinión), quien se dirige a aquellos que, como él, se plantean el dilema de la existencia como algo misteriosamente oculto en las infinitas posibilidades y realidades del universo que nos rodea.
Cuando dormimos no se dice que estamos en "estado de inconciencia". Sencillamente se dice que "dormimos", y que pronto "despertaremos del sueño". Sueño que implica la presencia de imágenes relacionadas con el mundo de nuestra vigilia, pero alterado en formas que se mencionan como simbólicas y alteradas, cuando no se trata de simples repeticiones de nuestras actividades diarias.
Cuando dormimos podemos ser despertados por fuertes impactos a nuestra sensorialidad (ruidos, luminosidad, impresiones tactiles y semejantes). Nuestro sistema sensorial está en cierto estado de alerta. Cuando se supone que estamos "inconscientes" (debido a un desmayo, o a un estado de anestesia o similares) nuestro sistema sensorial está en estado de "apagado".
Igualmente se habla, en los escritos espirituales y otros afines, de que vivimos en un estado de sueño (fantasía o ilusión) en vigilia; queriendo indicar que la realidad que nos rodea es diferente de la manera en que la percibimos. Esto hace referencia a las experiencias de nuestros primeros años que, generalmente en sus efectos traumatizantes, condicionan nuestras percepciones por nuestra tendencia asociativa de percepciones semejantes con experiencias previas, y tales condicionamientos se acumulan con el tiempo, produciendo un cuadro interior de expectativas. Este sería un estado de "inconciencia" que sintetizamos en la frase "ver lo que queremos ver y oir lo que queremos oir" en contraste con "lo que es".
Así que lo que el filósofo se plantea es completamente diferente de lo que expresa la frase "pienso, luego existo", pues apunta hacia una facultad o cualidad interior que nos pone en contacto con un estado de alerta a aquello que tiene una mayor significación que lo inmediato de la sensación, que señala hacia algo que podríamos considerar "el mayor bien" para nuestra acción y no el simple hecho de "reacción" ante una percepción o experiencia momentánea. También es cierto que el filósofo, como el científico, se plantea el conocimiento de nuestro medio circundante y de nosotros mismos con la finalidad de interactuar en una forma de mayor "conciencia", de mayor "responsabilidad". Con la diferencia notable de que el científico persigue, aun en sus investigaciones más puras, una finalidad utilitaria, mientras que el filósofo tiene ante sí la tarea de "integración" y "saber" en una búsqueda de justificación o comprensión de finalidades y "satisfacción" simplemente totalizadoras de la realidad en la razón que reflexiona. Esta diferencia, al igual que las dos frases de partida de este ensayo, tiene la misma dificultad expresiva e indicadora que dichas frases implican, pues es difícil expresar lo que diferencia a ambos "estados de conciencia", que son etapas que cada ser humano va realizando en su propio devenir vital, cuando las necesidades de supervivencia se lo permiten.