viernes, 4 de agosto de 2006

Campos de conciencia 2

"Pienso, luego existo", "Me duele la muela, luego existo". La primera expresión es la de un filósofo, que la desarrolla y fundamenta. La segunda es de un columnista de un diario de circulación en Venezuela que, sencillamente, entiende que pensar, sentir y todas las manifestaciones "existenciales" son autoevidentes. Diferencia fundamental entre quien se plantea la interrogante por su propia justificación y existencia y otro que vive inmerso en sus quehaceres cotidianos sin más interés que lo que trae el diario acontecer.
Y lo que nos llama la atención es que el filósofo utiliza el lenguaje en una forma cotidiana. Por esto no acierta a lo que intenta expresar, pues lo cotidiano del lenguaje apunta a lo cotidiano del vivir, y se requiere de una gran creatividad si se desea comunicar la reflexión del filósofo a la persona inmersa en su vivir cotidiano. Esto, por supuesto, no parece ser el interés del filósofo (aunque debiera serlo, según mi opinión), quien se dirige a aquellos que, como él, se plantean el dilema de la existencia como algo misteriosamente oculto en las infinitas posibilidades y realidades del universo que nos rodea.
Cuando dormimos no se dice que estamos en "estado de inconciencia". Sencillamente se dice que "dormimos", y que pronto "despertaremos del sueño". Sueño que implica la presencia de imágenes relacionadas con el mundo de nuestra vigilia, pero alterado en formas que se mencionan como simbólicas y alteradas, cuando no se trata de simples repeticiones de nuestras actividades diarias.
Cuando dormimos podemos ser despertados por fuertes impactos a nuestra sensorialidad (ruidos, luminosidad, impresiones tactiles y semejantes). Nuestro sistema sensorial está en cierto estado de alerta. Cuando se supone que estamos "inconscientes" (debido a un desmayo, o a un estado de anestesia o similares) nuestro sistema sensorial está en estado de "apagado".
Igualmente se habla, en los escritos espirituales y otros afines, de que vivimos en un estado de sueño (fantasía o ilusión) en vigilia; queriendo indicar que la realidad que nos rodea es diferente de la manera en que la percibimos. Esto hace referencia a las experiencias de nuestros primeros años que, generalmente en sus efectos traumatizantes, condicionan nuestras percepciones por nuestra tendencia asociativa de percepciones semejantes con experiencias previas, y tales condicionamientos se acumulan con el tiempo, produciendo un cuadro interior de expectativas. Este sería un estado de "inconciencia" que sintetizamos en la frase "ver lo que queremos ver y oir lo que queremos oir" en contraste con "lo que es".
Así que lo que el filósofo se plantea es completamente diferente de lo que expresa la frase "pienso, luego existo", pues apunta hacia una facultad o cualidad interior que nos pone en contacto con un estado de alerta a aquello que tiene una mayor significación que lo inmediato de la sensación, que señala hacia algo que podríamos considerar "el mayor bien" para nuestra acción y no el simple hecho de "reacción" ante una percepción o experiencia momentánea. También es cierto que el filósofo, como el científico, se plantea el conocimiento de nuestro medio circundante y de nosotros mismos con la finalidad de interactuar en una forma de mayor "conciencia", de mayor "responsabilidad". Con la diferencia notable de que el científico persigue, aun en sus investigaciones más puras, una finalidad utilitaria, mientras que el filósofo tiene ante sí la tarea de "integración" y "saber" en una búsqueda de justificación o comprensión de finalidades y "satisfacción" simplemente totalizadoras de la realidad en la razón que reflexiona. Esta diferencia, al igual que las dos frases de partida de este ensayo, tiene la misma dificultad expresiva e indicadora que dichas frases implican, pues es difícil expresar lo que diferencia a ambos "estados de conciencia", que son etapas que cada ser humano va realizando en su propio devenir vital, cuando las necesidades de supervivencia se lo permiten.