sábado, 8 de julio de 2006

Emocionalidad y conciencia

Siempre había oído y leído acerca de la emocionalidad como una facultad humana posible de ser manejada desde la racionalidad. Sin embargo, y luego de experiencias personales y observación, he llegado a la conclusión de que la única manera de manejar la emocionalidad es desde la conciencia. Cuando estoy suficientemente presente con lo que se suscita o produce dentro de mí, puedo dirigir mi atención de manera tal que maneje la "reacción" que, en forma natural y avasallante, se produce como resultado de una emoción fuerte, como la ira o el miedo. Esto no es fácil de manejar. En efecto, estar presente, estar consciente y darme cuenta del momento en el que surge dentro de mí ese efecto avasallador de la emocionalidad por alguna palabra, gesto o presencia que no son de mi particular agrado, requiere un estado de alerta continuo de mi parte. Y, aun así, la emocionalidad puede ser un brote tan espontáneo e inesperado que mi capacidad de atención se vea sobrepasado por la reacción instantánea.
La emocionalidad es un estado de conciencia totalmente negado a la racionalidad. Amor, ira, miedo y envidia son estados de conciencia que crean una atmósfera interior de total negación de la realidad circundante. Todo lo que me rodea pierde sus características reales para tornarse en un cuadro totalmente teñido por la emoción particular que me inunda. Es por esta razón que mi estado de alerta tiene que irse transformando en un estado de conciencia particular que reciba mis experiencias internas y externas en plenitud de conciencia, de un darme cuenta de cada circunstancia y sus diversos elementos para evitar que la emoción se apodere de mi capacidad de acción y se transforme en una reacción irracional que no atienda a la realidad sino a la pintura interna que se suscita dentro de mí.
Las emociones son como botones invisibles dentro de mí, que se disparan mediante palabras, gestos, actitudes y situaciones que, probablemente, evocan situaciones semejantes en el pasado que me ocasionaron malestar, incomodidad o dolor (físico o emocional). El manejo de tales emociones requiere un estado de conciencia de alerta que solamente puede crearse mediante una constante práctica de la atención y observación internas. En mi condición actual adulta es mi opinión que tal estado de alerta puede ponerse en práctica desde la niñez, mediante una adecuada guía de los padres y maestros en el entrenamiento de la conciencia de los niños para que acompañen cada experiencia con una observación interior de lo que cada una puede significar para su estado de bienestar o malestar correspondientes, y mediante una continua práctica de atención a los resultados de cada acción en función del bienestar o malestar de cuantos nos rodean. Es una tarea que, por el momento, no forma parte de los planes de enseñanza y entrenamiento de los niños.