lunes, 22 de mayo de 2006

Simplezas 2

La constitución física del ser humano, unida a la facultad de relacionar actividades, hechos y circunstancias, es, en mi opinión, el germen de la emocionalidad. En efecto, la vulnerabilidad del cuerpo humano hace que el dolor, en sus diversas manifestaciones físicas, genere relaciones con un estado de bienestar (me siento bien) o malestar (me siento mal, me duele, no me gusta...), que, sucesivamente se transforma en un continuo evaluar lo que nos rodea como fuente de posibles "daños" o "beneficios". Y tales evaluaciones, que se convierten en expectativas de "lo que podría acontecerme" (desde una perspectiva interna), generan una respuesta energética de nuestra realidad vital, que, poco a poco, de experiencia en experiencia, se transforma en una respuesta que adquiere una denominación emocional. Lo interesante es que dichas denominaciones se comparten con otras personas, por cuanto hay un elemento de empatía (un cierto nivel de energía interpersonal compartido) que nos permite ir moldeando las respuestas en un todo conceptual que denominamos "emocionalidad". Esta emocionalidad es, sencillamente, nuestra apreciación subjetiva de lo que la otra persona puede sentir en situación similar a la que nos toca vivenciar en cada momento específico. Siempre se mantendrá como una respuesta subjetiva ante situaciones internas y externas, aunque podamos comunicarla a otras personas en solicitud de apoyo. Cuando es lo físico lo que ocasiona nuestra situación, acudimos al médico. Cuando es lo interno - emocional - netamente lo que nos aqueja, acudimos al psicoterapeuta o a una persona afín que nos permita descargar algo de la energía de malestar que nos agobia. En todo caso, en mi opinión, la causa y consecuencia de conceptualización se ha originado en una respuesta previa (vulnerabilidad física) ante elementos físicos que han perturbado nuestra situación vivencial primitiva. La complejidad con la que hemos creado un sistema de relaciones, que es cada vez más mental que física, influye en la presencia de causas cada vez más ficticias de males de tipo emocional y mental (imaginativo) que, con frecuencia, se traducen en malestares físicos (enfermedades).