sábado, 22 de abril de 2006

Motivación

Hace tiempo leí u oí la frase: "Una vida sin objeto no merece ser vivida", y me impresionó como si se tratara de sabiduría expresada. Actualmente, después de alguna evolución personal, cuestiono dicha "sabiduría". ¿Quién establece que la vida ha de tener objetivo alguno, salvo un deseo momentáneo o pasajero de figurar en la historiografía personal, social o imaginaria? En mi situación vital presente entiendo que, como ser humano, puedo tener deseos, objetivos y proyectos que pudieran darme una motivación para vivir, pero que no tienen relación alguna con el hecho de vivir. El vivir es espontáneo. En cada momento puedo cambiar mis perspectivas y seguir recorriendo mi ciclo vital sin expectativa alguna. Más aun, puedo carecer de objetivos, deseos o proyectos y seguir disfrutando de la vida por el simple hecho de vivir. Es el reconocimiento de que mi vida pertenece, si es que puedo utilizar tal expresión, a algo que no entiendo ni necesito entender: simplemente se extiende ante mí, como si se tratara de un viaje o de un paseo en el que lo único importante es la experiencia que va quedando dentro de mí, sin calificaciones ni descalificaciones. Vivir es, para mí como ser humano, estar abierto a la experiencia de cada momento, independientemente de su "significación". La "significación" es un asunto de la mente y las emociones, y su relación con el vivir es algo en lo que pongo o quito alegrías y pesares según el momento que me toca vivenciar. En mi opinión "vivir por vivir" es una manera de estar abierto a la experiencia, con el añadido de que, si he logrado internalizar dentro de mí la conciencia de estar en el ahora, puedo poner alegría y motivación, sin que tenga que cumplir regla alguna o condicionamiento ante el universo que me rodea. El universo que me rodea me acepta tal cual soy, sin requerimientos. La luz, el sonido y todas las experiencias a las que puedo acceder desde mi vivir, son suficientemente valiosas para que yo quiera asignar, mental o emocionalmente, valores que residen dentro de mí por formación cultural, social y familiar y que pertenecen a un mundo que no es el del vivir. La vida es valiosa en sí misma, y no precisa de objetivo alguno... salvo el reconocimiento de que pertenezco al universo que me rodea, y que, algo o alguien consideró que yo soy suficientemente valioso para estar presente... pues mi vida es un don, un regalo para mi conciencia...