sábado, 1 de abril de 2006

Profundo y sutil

En el uso del lenguaje comienzo a darme cuenta de que utilizo las palabras desde una perspectiva interna que puede o no coincidir con la definición del diccionario. Tal es el caso cuando hablo de un pensamiento profundo, que me resulta, igualmente, sutil. En efecto, cuando el pensamiento que elaboro es profundo tiene una cualidad que me lo hace sutil, por cuanto es difícil relacionarlo con el mundo de la experiencia físico sensorial. Aunque, en lo sensorial, puedo hablar de lo sutil de la sensación de un perfume al referirme a la dificultad de ubicarlo nuevamente, aunque pueda referirme a que lo he sentido al pasar.
Las palabras que se refieren al pensamiento toman referencias del mundo físico cuando digo "un pensamiento profundo". Con esto, indico que he tenido que llegar muy dentro de mí mismo (profundamente, a lo profundo de mí mismo, por analogía con un hueco o agujero inaccesible a mi cuerpo o a mis extremidades) para hacerme consciente de dicho pensamiento. Y, en tal caso, la sutileza acompaña la profundidad, por cuanto no me es posible objetivar, hacer patente ante un interlocutor, lo que he querido expresar. Solamente puedo acudir a la facultad común que poseemos para que dicho interlocutor, por sí mismo, haga contacto con su propia idea acerca de mi pensamiento: que él lo piense y tome o no la significación que yo intento darle.
En este tipo de reflexión hago contacto con el entendimiento y la razón. En el entendimiento, que conceptualiza o deduce, tengo suficiente material para objetivar y hacer patente ante mi interlocutor aquello a lo que quiero referirme. En la razón he dejado atrás los elementos materiales, y me he adentrado en un mundo, conocido como mundo de las ideas a partir de Platón, que, por su referencia lejana con el mundo material, que me es indispensable como punto de partida, me introduce en el mundo de lo sutil, de lo referido como simple indicador, como si se tratara de una flecha que muestra el camino, pero no lo constituye ni lo recorre. Es aquí donde se diferencia el hombre que razona(Facultad de Juzgar) del hombre que simplemente entiende(Entendimiento).
El Juicio (la Facultad de Juzgar) solamente puede ser ejercida por el que entiende, el que comprende todo lo incluído dentro de un contexto dado. Es como decir: el que ve el bosque y los árboles y el contexto que lo rodea. Mientras que el razonamiento deductivo, aunque implica un Entendimiento que comprende, lo hace dentro de un contexto limitado, no totalizador. Es como decir: ve el bosque pero no ve los árboles o ve los árboles pero no percibe el bosque, ve las relaciones en un contexto parcial y no totalizador. Es algo a lo que se refiere Kant, en relación con los Jueces de la Ley Humana, que deberían tener esa Facultad de Juzgar en forma eminente, para poder ver el ejemplo dentro del contexto de la ley, porque, de otro modo, no pueden aplicar los lineamientos o la intención de la ley sino una mecánica deductiva que no contempla los mencionados lineamientos o intención del legislador, sino una cadena de razones estructurada en base a conceptos parciales y materiales, sin relación con la idea o la intención o la humanidad.
En mi opinión, todo lo anterior está en relación directa con lo que conozco como Conciencia (darse cuenta), y que, con toda justicia, pudiera considerarse como un estado más elevado que la Facultad de Juzgar, aunque se aleja tanto del mundo material y del pensamiento, que, nuevamente, seríamos enjuiciados al estilo en que lo fue Platón por su teoría de la ideas, y en el estilo en que lo son los santos y maestros espirituales por sus experiencias totalmente subjetivas e intransmisibles en palabras que puedan indicar un camino "fácil" de seguir.