miércoles, 13 de septiembre de 2006

Campos de conciencia 11

El "Yo soy" de la Razón Pura (RP) que, en el individuo humano, se ha diversificado en Intuición Pura (IP) y Entendimiento Puro (EP) como manifestaciones de niveles de conciencia de receptividad y espontaneidad, tiene una manifestación en los niveles de conciencia empíricos inferiores denominados: físico, imaginativo, emocional, mental y subconsciente.
En mi imaginación, la vida humana es un viaje circular desde la RP hacia la opinión y el conocimiento y, cuando aparece la conciencia del "Yo soy" ( "el que se manifiesta en... pensar, sentir, etc."), de regreso a la RP. La RP es omnisciencia y creatividad en el nivel de la totalidad de la existencia, es la facultad de los principios constitutivos y la facultad que hace surgir los principios en todo cuanto se manifiesta.
Como seres humanos, nuestra vulnerabilidad física y emocional (dolores y mortalidad en todas sus expresiones) condicionan la presencia de nuestras facultades superiores (RP, IP, EP) de tal manera que todo cuanto "pensamos" se ve interpretado a través de la posibilidad de padecer el dolor y la mortalidad en todas sus manifestaciones. El conocimiento y nuestras opiniones, creados para comunicarnos, se convierten en una proyección de nuestros apetitos, y surgen expresiones como el miedo, la ira, la envidia, el odio y otras manifestaciones parecidas, que únicamente son interpretaciones veladas por nuestra vulnerabilidad inmediata, sin tomar en cuenta otros valores o niveles de conciencia que aprecien la universalidad de nuestra presencia o la interrelación que tenemos con cuanto nos rodea.
Únicamente cuando nuestra experiencia de vida se libera del velo de la vulnerabilidad propia de nuestra naturaleza emocional y física, podemos acceder a los niveles de conciencia más elevados.
Y es natural que así sea, puesto que desde que somos concebidos comenzamos a experimentar dolencias físicas y emocionales, registradas y aumentadas por nuestra imaginación, nuestra mente empírica y nuestro subconsciente, que nos condicionan a la preservación y satisfacción de un bienestar físico que se nos impone como bien inmediato y que, paulatinamente, va creando una manera de percibir el mundo a través del "yo físico-emocional" que se nos revela con intensidad, en el dolor y en el placer tanto físico como emocional, en los niveles inferiores de conciencia.
La etapa de "iluminación", que es aquella en la que la "luz de la conciencia del Yo soy" se nos hace presente como "Luz de la conciencia del formar parte de una totalidad Yo Soy El Que Soy", surge, por lo general, como resultado de "crisis de identidad" propios de las satisfacciones o de los dolores que sustentan el modelo del "yo físico-emocional". Y, en tal situación, comenzamos a ser conscientes de que ninguna satisfacción física o emocional es suficiente y de que, en cualquier caso, siempre nuestra satisfacción es algo interior y está disponible para nosotros sin el requisito de un estímulo externo. Es el momento en el que nos damos cuenta de que la satisfacción de amar no requiere de la satisfacción de ser amado, que la satisfacción de la bondad tiene su propia recompensa en la bondad que se brinda, en el servicio incondicionalmente dado, en el conocimiento que disfruta del simple saber, sin necesidad del reconocimiento externo por parte de un interlocutor. Y, lo más significativo, y que aun el decir y hablar sobre estas cosas no es fácilmente accesible, el saber que somos algo más que el yo físico-emocional. Tal vez sea esta la experiencia cumbre en la etapa de iluminación: Llegar a tomar conciencia de que "Yo soy conciencia pura que se manifiesta en todas las posibles expresiones de vida física, imaginativa, emocional y mental, e independiente de condicionamientos subconscientes e inconscientes".