sábado, 26 de junio de 2010

Reflejos 7

Estas perspectivas, reflejos y escritos son puntos de vista, reflexiones (devolución de impresiones recibidas, reflejos) y planteamientos mediante símbolos del lenguaje que pretenden describir situaciones, circunstancias y experiencias personales. Es información (formación interior fundamentada en estímulos recibidos por distintos medios y facultades - físico, imaginativo, emocional, mental y sub e inconsciente) que intenta presentarse a la consideración exterior del que escribe y del que lee.
Los primeros filósofos griegos, incluidos Heráclito, Parménides y Demócrito, iniciaron su reflexión buscando el elemento común del que se componían todas las cosas. Así aparecieron los elementos agua, tierra, aire y fuego y, posteriormente, el cambio, el ser y el átomo (lo indivisible). Solamente cuando la ciencia comienza su recorrido, a partir de la técnica, la tecnología y la observación, aparece la energía como elemento común a todos los procesos de cambio y transformación. Y, muy posteriormente, a partir de Descartes , llevado a la culminación en Kant, aparece la conciencia.
La filosofía, como amor a la sabiduría, se alimenta del conocimiento de lo externo pero busca, esencialmente, el conocimiento interior y el fundamento que permite vivir en armonía con cuanto existe, a partir del yo soy consciente, nuestros semejantes y el no-yo que se refiere al universo que nos comprende y abarca en un Yo Soy El Que Soy que se manifiesta y expresa.
La energía se manifiesta en seres orgánicos (organizados autónomamente para su subsistencia y supervivencia) y en los seres inorgánicos que subsisten mientras los elementos que los rodean no los afecten o alteren. Así, una piedra es un elemento material duro que podemos imaginar sobre una superficie a la que, mediante su peso y contacto, manifiesta su presencia en una energía en equilibrio estático. Un ser vivo, por otra parte, se manifiesta y expresa mediante sus movimientos y transformaciones en busca de sustento y supervivencia, con energías que fluyen hacia el interior para su alimentación y transformación y hacia afuera para su interrelación y contacto esencial.
Mi estado de conciencia implica una manera de ver cuanto me rodea. Este ver puede manifestarse desde mis vulnerabilidades y carencias, expresiones de mis mecanismos de defensa y supervivencia, o desde mi elevación sobre dichos mecanismos. Lo natural es que los mecanismos de defensa y supervivencia sean la manifestación fundamental, hasta que descubrimos nuestra conciencia interior como observadora de los distintos niveles de conciencia accesibles: físico, imaginativo, emocional, mental y sub e inconsciente. Posteriormente, y gracias a los maestros espirituales y los santos, accedemos a la posibilidad de superar nuestras vulnerabilidades y carencias en un espíritu superior, o espiritualidad, que puede llevarnos a niveles de aprehensión, comprensión y entendimiento que iluminen nuestros niveles inferiores, particularmente el nivel emocional y mental, ampliando nuestras perspectivas y opciones de manejo de lo material y de nuestras vulnerabilidades.
El aprendizaje que nos acompaña desde nuestra infancia, niñez y adolescencia, se nutre de nuestras vulnerabilidades y apetitos y, en consecuencia, crea un panorama, un paisaje (perspectivas), limitado a respuestas del sub e inconsciente en actividades de reacción que se retroalimentan y nos condicionan a elegir opciones cada vez más limitadas en su posibilidad de ofrecernos un devenir equilibrado y favorable para nosotros y el universo que nos rodea. De ahí se nutren nuestros estados de ánimo y de conciencia, en constante retroalimentación desfavorable al desarrollo de alternativas de crecimiento y expansión de conciencia que nos abarque en unión de cuanto nos rodea. Solamente mediante una constante observación interior, sin juicios, recriminaciones o egocentrismos, podemos, paulatinamente, gradualmente, acercarnos al equilibrio de dar y recibir en nuestro entorno para lograr la trascendencia sobre lo material y perecedero, que es, en la tradición de los maestros espirituales y los santos, y los filósofos en su esencia de amor a la sabiduría del vivir y devenir, nuestra herencia. Solamente dirigiendo nuestra atención y enfoque a lo bello, lo bueno y lo amoroso en cuanto nos rodea, podemos encontrar el estado de conciencia que alimente nuestros estados de ánimo hacia un bienestar, paz y equilibrio independientes de los aconteceres propios de nuestra limitación física, emocional y mental. Los santos son modelos de manifestación y expresión, los maestros espirituales añaden la palabra mediante anécdotas, analogías y máximas que alimenten nuestro pensar y hacer, y los filósofos, en su amor a la sabiduría, solamente han encontrado el yo soy como fundamentación para el hacer y ser que los santos y maestros espirituales intentan mostrarnos: Desde el yo soy que observa los distintos niveles de conciencia (físico, imaginativo, emocional, mental y sub e inconsciente o reactivo) podemos iniciar el camino hacia la espiritualidad y trascendencia; desde el yo soy (sentido interior) alerta, (silencio interior) activo, podemos iniciar un enfoque atento a cuanto nos rodea como bendición, belleza, bondad, totalidad inclusiva, conciencia de plenitud que ejercita lo agradable (gratitud, agradecimiento) para acceder a estados de conciencia de bienestar y paz en nuestro devenir.