viernes, 25 de junio de 2010

Reflejos 6

En este constante ver dentro de mí, me doy cuenta de que los estados de ánimo y los estados de conciencia son diferentes, aunque están entrelazados estrechamente. Los estados de ánimo infunden estados de conciencia, pero si logro elevarme por encima de dicho estado de ánimo puedo iniciar el cambio de conciencia. Sin embargo, esto no es fácil y, en mi opinión, se debe a que, con toda probabilidad, los estados de conciencia son los que, desde el sub e inconsciente, generan los estados de ánimo.
Los estados de conciencia son tales que dibujan ante mí, en mi conocimiento de cuanto me rodea, situaciones, circunstancias e ilusiones sobre el devenir que me son ingratas. El ejemplo más evidente es el de los estados de conciencia de carencia, en los cuales pareciera que el universo que me rodea dependiera de mí para suplir mis necesidades, y, más que mis necesidades, las apetencias que mi condicionamiento existencial, desde mi nacimiento, han hecho aparecer en mí como indispensables, cual si pertenecieran al aire que respiro, el alimento, habitación y similares. Es así que, en tales estados de conciencia de carencia, pareciera que solamente mi actividad dirigida pudiera suministrarme cuanto necesito y apetezco. Sin darme cuenta de que el universo, o la conciencia del universo que me comprende, es la que me ha dirigido a satisfacer mis necesidades, incluyendo apetencias que no implican supervivencia, protección y abrigo. Es semejante al hecho de no darme cuenta de todas las bendiciones que me rodean y me alejan del sentimiento de gratitud por cuanto se me ofrece y me satisface sin que yo tome conciencia. Solamente tomo conciencia del dolor, la insatisfacción y los obstáculos. En ningún momento evalúo los momentos no dolorosos, que son mayoría, las situaciones de satisfacción, que superan con creces las de insatisfacción y la fortaleza que me acompaña en la superación de los mencionados obstáculos, que, igualmente, son "obstáculos" en mi consideración subjetiva de las actividades que son necesarias para lograr objetivos y logros.
Incluso cuando considero la diferencia que existe entre las personas, dotadas de cualidades, apetencias y necesidades específicas que definen actividades y modos de vida diferentes, me doy cuenta de que las denominadas "miserias" de la naturaleza humana son, en mi opinión, perspectivas focalizadas desde las vulnerabilidades propias de la condición humana, incapaces de ver el cuadro general, por cuanto nuestra manera de apreciar situaciones, circunstancias y experiencias es "ignorante" del conjunto, del universo, de la unidad que nos comprende. Es la misma apreciación que tenemos de los fenómenos naturales que consideramos cataclismos y catástrofes, por cuanto se pierden vidas y bienes creados por la sociedad, sin darnos cuenta de los procesos de equilibrio, y sin la plenitud de conciencia que implica trascender lo físico para aproximarnos a lo denominado espiritual, porque no lo comprendemos, pues solamente los santos y maestros espirituales han llegado a la experiencia que trasciende lo físico para sumergirse en la totalidad que origina lo material.
La conciencia es el paso previo, para los seres humanos, excluidos los santos y maestros espirituales, dotados al nacer de sensibilidad específica para acceder a lo trascendente, para superar nuestra vulnerabilidad física, emocional y mental en el acceso a niveles de conciencia que nos liberen de los estados de ánimo y nos permitan acceder a estados de conciencia de paz y universalidad (que, en mi opinión, implica el denominado "amor" de las enseñanzas espirituales)