lunes, 8 de marzo de 2010

Reflejos 1

El reflejo más conocido es el del espejo que regresa nuestra imagen al iniciar cada día con las rutinas de aseo personal. Luego está el referido a la reacción automática ante un estímulo físico (biológico nervioso) o condicionado (psicológico). Y, menos comunes, están los originados en reproducción, muestra o manifestación de cosas o fenómenos cuando, mediante el lenguaje, hacemos mención o descripción de hechos, situaciones y circunstancias. En todo caso, reflejo implica un ir y un regresar de imagen, sea física o representativa.
Me gusta pensar en las palabras como representaciones de algo que alguien, en alguna oportunidad, alguien perspicaz, identificó en forma muy precisa y, con el tiempo, dicho vocablo o expresión perdió su significación específica. En el caso de reflejo se me ocurre la imagen de re flexión, de algo que se flexiona repetidamente hasta llegar a la identificación con su contraparte. Y como las palabras son insuficientes para dibujar lo que intento reflejar, tomaré el caso de una cabilla redonda (la cuadrada o rectangular sirven también para el ejemplo, pero la redondez optimiza la cantidad de materia dentro de la forma). O sea, una cabilla cuyas caras extremas son redondas. Si tomamos dicha cabilla y la doblamos suficientemente hasta hacer que sus caras se enfrenten, y unimos apretadamente dichas caras, habremos obtenido el reflejo perfecto, en mi opinión, consistente en el encuentro del objeto consigo mismo en una nueva manera de concebir su presencia física. No es lo que el reflejo, como representación, quiere significar, pero es una manera de ejemplificar lo que el extremo del símil puede evocar. En efecto, el lenguaje como medio para representar, mediante la comunicación, cuanto nos rodea, intenta substituir la experiencia por su reflejo, y se queda corto, puesto que la experiencia vivida lleva aparejado un aprendizaje que, quien tiene la experiencia, puede tener una utilidad instrumental, mientras que el reflejo, que es lo que se comunica desde dicha experiencia, apenas es un pálido anuncio de lo que el receptor de dicho reflejo puede intuir. Máxime, si tomamos en consideración la limitación perceptiva de figura fondo que caracteriza nuestra manera de ver el mundo, puesto que la figura, el reflejo, no se adscribirá al fondo, nuestra realidad circundante, mientras no tengamos una experiencia similar a la recibida por comunicación.
Las perspectivas de la que este "Reflejo 1" forma parte, son totalmente subjetivas, son opiniones, son puntos de vista que, incluso cuando el receptor ocupara mi lugar, si ello fuera posible, resultaría milagrosa la coincidencia de las perspectivas paralelas, pues siempre serían paralelas, sin encuentro posible, salvo el hecho de representar el Ser humano. Y los reflejos intentan presentar los "pálidos reflejos" que anuncien lo que la experiencia puede aportar a quien se tome el trabajo de convertir la información en experiencia. Cosa, esta última, a que aspiran los maestros espirituales, que apuntan hacia algo que, según lo que ellos expresan, es inefablemente único y universal para el Ser trascendente que reside en nuestro Ser humano, en contraste con la multiplicidad que el universo encuentra, como reflejo, en cada Ser humano que lo comunica.
El conocimiento es, aparentemente, simple, puesto que los parámetros, que miden, unifican. Sin embargo, incluso en la medida, encontramos interpretaciones que escapan a su verificación, igual que el color permanece con un nombre común sin contar con la verificación de que lo observado es coincidente en lo recibido por cada Ser humano. Posición extrema, es verdad, pero innegable cuando se trata de reflejar lo que, realmente, está implícito en el termino subjetividad. Pues, así como lo objetivo puede calificarse como tal sin que la subjetividad quede menoscabada, puesto que, incluso lo objetivo pasa por el filtro de lo subjetivo para transformarse mediante mediciones, mediante números que indican separación y distancia, en común apreciación, en comunidad reflejada en el lenguaje, el fin último es la consecución de aquello que nos caracteriza como unidad dentro de la diversidad, como mismidad dentro de la separación, como conciencia, una y única, de apreciación del Ser parte de un Ser total, que intenta explicar y explicarse algo que no requiere dicha explicación, por estar implícita en lo que trasciende la separación que lo físico. La conciencia, en oposición a la aparente facilidad del conocimiento, es compleja, para no decir complicada, pues incluye lo conocido y el conocedor. Lo conocido está regido por nuestra manera de ver, por figura sobre un fondo, ambos cambiantes, y el conocedor, a pesar de significar, de hacer señales en una dirección, también se ve sometido al proceso de figura sobre un fondo, ya no sentido sino concebido, por lo menos en su reflejo mediante el lenguaje, pues, en lo intuido, hay una unidad que apenas se vislumbra cuando interviene el lenguaje para hacerlo objetivo dentro de la subjetividad que lo caracteriza.
El lenguaje fue creado, en mi opinión, para referirse a lo presente. Con el tiempo surgió, en mi opinión, su utilidad para referirse a lo presente en una de las experiencias, Ser humano, presentes en la comunicación. Posteriormente aparece el conocimiento como producto del lenguaje en su evocación de la experiencia no compartida (temporalidad y espacialidad separadas). El lenguaje se convierte en espejo en el que el Ser humano quiere reflejarse para sí mismo y sus semejantes. En tal sentido surge la objetividad, calidad de representación que puede comunicarse, en oposición a lo subjetivo, calidad de representación que no es comunicable, por referirse a experiencias que han de ser, necesariamente, sentidas, aprehendidas, por cada Ser humano, para poder ser, al menos, evocadas mediante referencias indirectas.