martes, 2 de febrero de 2010

Filosofía, ciencia y espiritualidad 1

Recuerdo una frase, de las que solía coleccionar cuando era un adolescente, que decía: "Instruir puede cualquiera, educar sólo quien sea un evangelio vivo". Aunque captaba la profundidad, o verdad, de la frase, no acostumbraba a detenerme en la reflexión detenida. Y es que en ella se resume la diferencia entre conocimiento y conciencia, entre ciencia y filosofía.
La filosofía es el intento del hombre por acceder, fuera de la religión, a la trascendencia que lo constituye. La ciencia es el esfuerzo del hombre por acceder a la divinidad desde su racionalidad. Vano intento, este último, que interpreta, sin saberlo (inconscientemente), la historia de la rebelión de los ángeles ante Dios, según las historias de la religión. La racionalidad es una propiedad del Ser humano dentro de su animalidad, dentro de su instinto de supervivencia y de satisfacción de sus otros instintos y emociones básicas. La conciencia es el hallazgo más elevado de la filosofía, que, posteriormente, se transforma en el tema de la psicología y la psicoterapia, como medio para superar las agobiantes fuerzas de su naturaleza racional animal en contra del lento descubrimiento de su aspiración a la trascendencia.
Hasta el presente la ciencia ha tenido un elevado nivel de supremacía sobre la filosofía debido al olvido de la limitación humana que el Ser humano ha "descubierto y olvidado" en su devenir histórico filosófico. No se le ha ocurrido al "científico", por estar alejado de sus posibilidades de experimentación, "ver" la "experiencia" de los santos y maestros espirituales. Al fin y al cabo, estos últimos, que reconocen su humanidad como una expresión que aspira a la trascendencia y, en tal sentido, tratan de comunicarla mediante parábolas, historias y analogías, han reconocido la libertad de cada ser a su propia expresión, como manifestación de lo divino que acepta todo lo que de su emanación ha brotado. Los santos, por su parte, simplemente se han dedicado a vivir en lo trascendente expresado en su aceptación y amorosidad (gentileza, respeto y amabilidad hacia cuando les rodea).
El científico, aspirante a lo divino desde la perspectiva de un dios que se impone sobre cuanto le rodea, simplemente está alejado de la conciencia del "Yo soy" que se considera integrado dentro del universo que lo rodea e incluye. La filosofía, y con ella la religión, le son extrañas e inexpresables. Más aun, el científico no se percata de que su limitada área de acción le incapacita para ver el panorama global que lo integra. Y en tal olvido, tragedia de la humanidad como conjunto de seres humanos en una aventura global, intenta, desde su mínima observación, extrapolar, mediante teorías, que son sencillamente "filosofía" con un fundamento material de partida, experiencias para explicar un mundo que se le escapa por estar más allá de la percepción de los sentidos. El científico, cada vez más, se ha ido olvidando de lo trascendente a la percepción y los sentidos físicos, y se ha encerrado en una burbuja de "aparente omnipotencia".
La filosofía se ha olvidado de la trascendencia, como experiencia de santos y maestros espirituales que le son desconocidos - incluso se puede decir que Aristóteles es un "ciego" ante Sócrates y Platón, cuando conceptualiza desde la pura percepción y "evalúa" la teoría de las ideas desde la simple percepción física. Desde la inmanencia propia de la animalidad racional. Y es así como la filosofía ha tomado un papel secundario e insignificante frente a la ciencia, salvo en su papel de extender los fundamentos de la ciencia sobre bases de racionalidad, entendida a la manera kantiana de "receptividad de la sensibilidad y espontaneidad del pensar", olvidándose de su aspiración a la trascendencia, a pesar de la limitación impuesta por el pensar kantiano acerca de la metafísica. Se han olvidado los filósofos de que, a pesar de las limitaciones de la denominada "razón pura", establecida por Kant en su CRP, para acceder a la metafísica, o a lo que yo denomino "trascendencia", siempre han existido, existen y seguirán existiendo, además de los santos y maestros espirituales, cuya experiencia me es, personalmente, desconocida pero observable, la experiencia interna, separada de lo físico, del "Yo soy", la conciencia, mediante la cual soy, potencialmente, capaz de observar mis experiencias física, imaginativa, emocional, mental y reactiva, como un espectador que pudiera, si así lo decide, sobreponerse a dichos niveles de conciencia. Tal experiencia, como supuesto común a todo Ser humano, que pudiera encontrar maneras de compartirse para acceder a una nueva manera de "conocer", es un terreno que la filosofía ha olvidado, por la pretensión de cientificidad que le agobia a partir del idealismo alemán en filosofía. Se olvidó, la filosofía, que la Crítica de la Razón Práctica y la Crítica del Juicio retoman el quehacer metafísico que Kant ha combatido en la CRP (Crítica de la Razón Pura) como manera de hacer metafísica. Se olvidó, la filosofía, que Kant, en su largo recorrido en la CRP, ha utilizado la vía del "derecho", y no la de "los hechos", como fundamento de-mostrativo de su argumentación en favor de la ciencia y su campo de acción, en contraposición con el más elevado campo de la filosofía propiamente dicha en su aspiración a la trascendencia.