viernes, 23 de noviembre de 2007

Conocimiento

La técnica es una manifestación del "ser" humano, mediante la cual logra modificar los materiales y condiciones que lo circundan para el beneficio o extensión de sus habilidades naturales. La manipulación o la unión de materiales para lograr herramientas, artefactos y condiciones ambientales que favorezcan su desempeño en el ámbito en el que le toca desempeñarse son, en su manejo personal y colectivo, expresión de la técnica. La artesanía, por otra parte, como parte de la técnica, requiere de una disposición natural del individuo para la elaboración de productos que, además de su utilidad, produzcan una sensación o sentimiento armonioso en la persona que lo utiliza. El arte, adicionalmente, es una manifestación que produce, mediante una técnica propia del individuo, un objeto armonioso para los sentidos del "ser" humano. La técnica y sus derivados, a pesar de ser una utilización elemental de las habilidades motrices e imaginativas del ser humano, no las considero conocimiento en el contexto moderno para tal término, pues, a pesar de poder ser practicadas por cualquier individuo, requieren de dedicación y constancia para su dominio por parte de cualquier persona. El conocimiento, a la manera en la que yo lo entiendo, se refiere a una información que puede transmitirse y divulgarse oralmente para, posteriormente, convertirse en fuente de solución para situaciones y circunstancias que requieran manejo del entorno físico, social y natural.
La tecnología es otra manifestación del "ser" humano para el manejo del entorno. Se compone de técnicas diversas unidas al conocimiento de los materiales para producir resultados físicos en el manejo del entorno para el beneficio del individuo y la sociedad. Tal tecnología surge de la constante curiosidad del ser humano en su manejo de los materiales tanto orgánicos como inorgánicos para observar el comportamiento y posibles alteraciones ante modificaciones de la presión, la temperatura y el sometimiento a cargas elécttricas, magnéticas y energéticas de diversa naturaleza (radiaciones), así como el manejo de propiedades químicas de fluidos (líquidos y gaseosos) en su interacción con los materiales sólidos. La tecnología es fuente de plantas industriales y procedimientos de fabricación para generar objetos y materiales intermedios y finales propios del mundo artificial que rodean al individuo en su vida cotidiana.
La ciencia es la manifestación más elaborada del "ser" humano en su aproximación al mundo natural que lo rodea con el objeto de conocer su comportamiento y utilización en beneficio del "ser" humano. En la época conocida como Renacimiento y anteriores, el conocimiento era puramente informativo y acumulativo y no tenía la connotación utilitaria que adquirió posteriormente en la denominada revolución industrial. El conocimiento científico surge como reacción del "ser" humano a la concepción del mundo como puramente mental y racional propio de la filosofía de la edad media, y en la confrontación del idealismo y el empirismo como "maneras de ver el mundo". El surgimiento de la ciencia parte de la concepción del mundo que admite al ser humano como espectador de un mundo que debe ser interpretado y "conocido" mediante el sencillo arte del ensayo y error propios del "ser" humano en su acercamiento a cuanto le rodea y a su necesidad de manejar el entorno para sus necesidades de supervivencia y socialización. Por supuesto que la intencionalidad que aquí refiero no existe en una forma planificada y consciente sino que subyace como explicación plausible del desarrollo debido a individuos cuya curiosidad y particular conciencia personal les hizo vivir una aventura de vida centrada en el estudio y observación del mundo circundante con la finalidad de "comprender" el funcionamiento y posibilidades de los materiales y circunstancias que les correspondió manejar.
La filosofía, por otra parte, es una manera de manifestación del "ser" humano, que se originó en Grecia, a partir de individuos particularmente orientados por su curiosidad para observar y "comprender" el universo en sus principios constitutivos y de funcionamiento como contexto de desenvolvimiento de la vida del "ser" humano. Su "amor a la sabiduría", significación original de la palabra "filosofía", consistía en comunicar a sus contemporáneos los resultados de su observación y comprensión en forma de discurso. Dicha filosofía contrasta marcadamente con los contextos sociales del oriente, incluido el pueblo judío, que se centraban en el "ser" humano en su conciencia interior y "espiritual" por encima del contexto material. Tan marcado contraste es ejemplificado por las palabras oriente y occidente que designan estas dos partes "materiales" del mundo, pues, efectivamente, la perspectiva material predominante fue la de occidente en la aproximación del "ser" humano al contexto natural, y, en consecuencia, dicha denominación nace en occidente. Tal vez si se hubiera dado el hecho inverso, el occidente sería el oriente para el mundo del conocimiento histórico predominante en la literatura universal. El sol seguiría saliendo por el oriente, pero correspondería a un viajero del "occidente" el descubrimiento de Europa y América en lugar del famoso viaje de Marco Polo a China.
La filosofía es el camino del hombre desde el universo que lo rodea hacia su mundo interior, mientras que la religión y las "filosofías del oriente" son un viaje del hombre hacia su mundo interior y espiritual con subordinación del mundo físico a lo espiritual y a la conciencia interior. La filosofía es el intento de captar el universo mediante el discurso comunicativo interpersonal del "ser" humano en su contexto social. Es un "amor a la sabiduría" que se centra en el discurso para comunicar lo que el "ser" humano en su perspectiva física, imaginativa, emocional, mental y reactivamente (sub e inconsciente) puede "comprender" del comportamiento y posibilidades del mundo natural que lo rodea. Tal "comprensión" abarca la infinitud y la eternidad pero, en vista de su imposibilidad de recorrer físicamente tal infinitud y eternidad, elabora principios discursivos que, en aproximaciones sucesivas e indefinidas, expliquen el universo en sus diversas perspectivas.

miércoles, 14 de noviembre de 2007

"Ser" humano

La conciencia ("Yo soy") se manifiesta en el "ser" humano mediante el "ser", preferiblemente en la forma de "Yo pienso" en la filosofía, la ciencia y la tecnología. Adicionalmente tenemos el arte, la técnica, la artesanía y muchísimas otras expresiones conocidas como cultura y comunicación. Lo más significativo es el descubrimiento de la conciencia por parte de cada individuo humano y su desarrollo, ya sea en forma personal o bajo la guía de un maestro espiritual. Este maestro espiritual es una persona plenamente consciente en niveles que no son accesibles a la conciencia natural, pues incluye el aspecto denominado divino dentro de la dualidad propia que nos constituye: animal y espiritual. Entendiendo por espiritual algo más amplio y elevado que lo comúnmente entendido en la filosofía y el discurso socio cultural corriente. En efecto, el maestro espiritual se encuentra en un nivel de unidad tal, con el universo que lo rodea, que carece de las normas de enjuiciamiento propias del ámbito socio cultural que lo rodea y practica una manera de vivir que acepta con cooperación y entendimiento toda expresión y manifestación humana y no humana con la gracia de trascender las vulnerabilidades propias del "ser" humano en sus diversas formas.
La filosofía ha descubierto la conciencia en su forma "Yo pienso" con Descartes (1596-1650) y ha tratado de aprehender el universo desde el área del entendimiento y la razón. La culminación de dicho descubrimiento fue el filósofo Inmanuel Kant (1724-1804). El paso siguiente en el desarrollo de la filosofía, G.W.F. Hegel (1770-1831), se ancló decididamente en el pensar como manera de entender el "ser" humano en sus diversas manifestaciones, y, a partir de dicho anclaje, la experiencia, que está en el corazón de la filosofía kantiana como unidad que manifiesta y permite el autodescubrimiento del "ser" humano, es dejada de lado como "conceptualización" del "ser" humano en su aprehensión del universo. En consecuencia, el "ser" humano adquiere un centralismo tal que el universo que lo rodea está condicionado por la interpretación que de él hace el "ser" humano y no como el intercambio que está implícito en la concepción kantiana entre el "Yo pienso" y la experiencia humana. Aquí reside el sometimiento de la filosofía a la ciencia y la pérdida de la universalidad que la particularización instrumental de la ciencia ha ocasionado en la concepción de valores y la consiguiente paralización de la evolución de la conciencia, que ha tenido que ser mantenida por los santos, los maestros espirituales y, finalmente, secularizada por ese otro derivado de la filosofía que fue la psicología.
La ciencia es el producto más elaborado del "Yo pienso", substituto egoico del "Yo soy" de la conciencia, que modela lo que la técnica y la tecnología descubren en el comportamiento de la naturaleza. Efectivamente, utilizando como herramiento básica la matemática en sus diversas manifestaciones (aritmética, geometría, cálculo infinitesimal y sus diversas ramas) los hallazgos propios de la observación y experimentación (técnica y tecnología) son modelados matemáticamente por la ciencia en un impresionante camino de desarrollo de teorías (software) y equipos (hardware) que rebasan cada vez más la limitación física propia del ser humano en su afán de manejar la infinitud (materia) y la eternidad (energía).
Solamente la psicología ha logrado secularizar la conciencia mediante su esfuerzo por manejar los comportamientos patológicos y limitaciones psicológicas (patologías social e individual) del ser humano en su confrontación con el mundo, cada vez más complejo, de la sociedad científico técnológica que nos envuelve. Y su manejo ha sido tan exitoso que se ha acercado en el curso de un siglo, por lo menos en la figura de sus más eminentes representantes, a la puerta de la conciencia de los maestros espirituales, pues ha constituído un cuerpo de conocimientos que permiten al individuo aproximarse a su verdadero ser interior y a un manejo consecuente con su naturaleza animal y espiritual en armónico desarrollo personal e interpersonal.
Actualmente, la conciencia está siendo desarrollada por corrientes no religiosas, surgidas del sincretismo de los preceptos místicos de las diversas religiones, en forma tal que es previsible la pronta aparición de "santos" modernos y maestros espirituales que nos devuelvan la significación trascendente que los primeros filósofos y místicos de todas las culturas tenían del universo y del hombre dentro de dicho universo, y que puedan orientar a la humanidad en su conjunto, a partir de sus individuos más influyentes, para manejar con mayor equilibrio (justicia en el más elevado sentido, en contraste con la ley del ojo por ojo y diente por diente de la tradición bíblica judeo cristiana, que es la que impera como concepto de justicia en el mundo contemporáneo) su "ser" humano dentro del contexto que lo constituye como una unidad significativa integral y vital.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Exploraciones de la conciencia 12

"Yo soy" es una manera de señalar una experiencia referida a aquel observador que subyace a toda acción y pasión propia de cada ser humano, y la denomino "conciencia" como abreviación al "yo" que se manifiesta y expresa en el "soy" que hace referencia a toda acción y pasión del individuo. En mi opinión, los primeros seres humanos, aquellos que inventaron el lenguaje, tenían un mayor "contacto" con sus experiencias, debido a que no estaban condicionados por un lenguaje que les había llegado por aprendizaje y modelaje de quienes les precedieron. Es el mismo caso de los niños, cuyas experiencias iniciales, en los primeros años de la infancia, se presentan en un contexto libre de condicionamientos. En ambos casos, la conciencia queda oculta por identificación con la experiencia correspondiente, pues el individuo está plena y totalmente identificado con su receptividad. Las experiencias internas se limitan a registrar lo externo como algo que afecta positiva o negativamente al individuo en su quehacer cotidiano, originándole complacencia o malestar.
La experiencia de la infancia, interpretada mediante el lenguaje que aprendemos de los adultos, nos marca y condiciona en forma tal que crea un ego que interpreta mentalmente lo que, de otra manera, podría constituirse en una fuente de aprendizaje continuo. En efecto, una vez traspasada cierta edad, probablemente una primera fase a los siete años y una segunda en el final de la adolescencia, que puedo estimar entre los quince y veinte años, el condicionamiento es tal que nuestro acontecer transcurre en un contexto intelectualmente fijado por el lenguaje con sus diversas interpretaciones internas a partir de la individualidad de nuestra formación familiar, escolar y social de infancia y adolescencia.
En mi opinión, si en nuestra infancia y adolescencia hubiera sido reforzado un conocimiento del "Yo soy" como sustento de cuanto hacemos, decimos y pensamos (acción y pasión), nuestra capacidad de aprendizaje continuaría viva y podríamos utilizar nuestra receptividad física, nuestra imaginación, emocionalidad, mente y reactividad (sub e inconsciente) como elementos de información que, "observados" desde nuestra conciencia, podrían ser utilizados de maneras más útiles para nuestro devenir individual dentro del contexto social y natural. Podríamos darnos cuenta de que nuestro bienestar está íntimamente ligado con el bienestar de cuanto nos rodea y, de esa forma, podríamos estar abiertos a la experiencia en una forma integradora de nuestra realidad con la realidad del contexto. Podríamos, tal vez, asimilar el hecho de que en una relación amistosa y amable con nuestros semejantes experimentamos agrado y que la confrontación no nos produce bien alguno. Podríamos, tal vez, darnos cuenta de que las ofensas y malos tratos de nuestros semejantes reflejan un estado interior de desajuste y desequilibrio y que nuestra mejor contribución es alejarnos y comprender que tales ofensas y malos tratos no tienen relación alguna con nuestra individualidad y, por el contrario, reflejan un sufrimiento interno que nuestro semejante no puede manejar. En todo caso, esta situación es hipotética, pues basta darnos cuenta de que la mejor experiencia que tenemos en nuestra relación con nuestros semejantes es la de la amistad, el afecto y la comprensión en contraste con nuestra habitual forma de relacionarnos mediante la confrontación y el intento de predominar o controlar, a pesar de que dicha confrontación solamente nos produce malestar y desagrado constantes. Y estas experiencias opuestas, afecto en oposición a confrontación, y sus resultados, agrado y malestar, las hemos tenido desde la infancia y, ausentes de nuestra conciencia "Yo soy", cuya observación podría modificar nuestra manera de actuar adulta, ha sido sustituída por nuestra interpretación desde el ego, cuyo condicionamiento está dirigido a buscar nuestra preeminencia y dominio (como bienes sustitutivos de nuestra capacidad afectiva fundamental) sobre nuestros semejantes, en franco menosprecio de nuestra constitución afectiva fundamental (a imagen y semejanza de la divinidad) que podría aportarnos beneficios de todo tipo en nuestra interacción con el contexto familiar, social y natural.
La conciencia, ese "Yo soy", que se hace presente como observador neutral en cada experiencia, unida con nuestras potencialidades física, imaginativa, emocional, mental y reactiva (sub e inconsciente) puede constituirse en la herramienta óptima para nuestra vida familiar, social y natural, pues la capacidad de aprendizaje de cada situación, circunstancia y medio ambiental se tornarían en una oportunidad continua para afianzar ese "cuidar de ti para poder cuidar de los demás", "no lastimarte ni lastimar a otros" y "utilizar todo para aprender, crecer interiormente y avanzar en entendimiento" o en ese más antiguo judeo cristiano "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". Puede, igualmente, transformarse en una herramienta para afianzar el hecho de que sabemos cuando hemos transformado la información en experiencia en oposición a esa creencia común de que sabemos algo cuando hemos recibido la información. En otras palabras que el comprender algo está sustentado en la experiencia y que dicha experiencia, cuando la hemos recibido por información, como saber transmitido por otros, está supeditada al ejercicio de los principios básicos, antes mencionados, en cualquier circunstancia, situación o medio ambiental que sirva de contexto a nuestro pensar, decir y hacer.