domingo, 23 de septiembre de 2007

Exploraciones de la conciencia 7

La forma en la que represento la conciencia es el "Yo soy" porque, en mi opinión, tal expresión comprende cualquier otra manifestación y expresión. Cuando yo observo mi cuerpo físico y sus diversas circunstancias y experiencias, o mi imaginación, mis emociones, mi mente y mis reacciones (niveles sub e inconsciente), sencillamente me transformo en la experiencia de mi conciencia interior. Es lo que yo denomino conciencia. Tal conciencia puede adherirse a la experiencia respectiva, física, imaginativa, emocional, mental o reactiva y, en tal caso, se produce lo que yo denomino un estado de conciencia.
El conocimiento (científico y filosófico) es un estado de conciencia identificado con la mente en su apreciación de lo exterior. Incluso cuando se trata de las concepciones racionales o mentales acerca de lo exterior. Tal estado de conciencia trata de reflejar el universo que me rodea en una forma que pueda ser visualizada o compartida por la receptividad de mis interlocutores humanos. Y el conocimiento científico, en particular, se refiere única y exclusivamente aquel estado de conciencia (conocimiento) que puede ser verificado por cualquier interlocutor humano. El conocimiento filosófico conserva algo de la individualidad de cada pensador, pero se transmite en una forma tal que sea lógicamente comprensible, al menos esa es la intención de cada pensador, para los interlocutores especializados en tal tipo de conocimiento. El conocimiento filosófico se aproxima más a la conciencia que el conocimiento científico.
El conocimiento filosófico ha sido minusvalidado por la ciencia por su dificultad en ser validado por herramientas de naturaleza experimental (que se fundamentan en la receptividad humana). Es por tal motivo que, en las actuales circunstancias sociales, políticas y económicas, existen tantos problemas de naturaleza humana. En efecto, la conciencia, que apenas es vislumbrada por la filosofía en sus niveles más sutiles de pensamiento, no es parte del estado de conciencia mental. Es por esto que yo considero que la ciencia no tiene conciencia. Esta conciencia a la que me refiero es la que observa la totalidad de cuanto me rodea y no la particularidad de cada experiencia en particular. Pues el conocimiento científico utiliza como recurso fundamental el procedimiento analítico, aunque el pensamiento dirija los razonamientos (relacionamientos) en la búsqueda de leyes que unifiquen.
Nuestra manera de acceder al mundo que nos rodea es sintética. Baste recordar que nosotros no nos detenemos en las diversas cualidades constitutivas de cualquier experiencia sino que apreciamos el conjunto, la unidad de la experiencia y, a partir de tal unidad, podemos analizar los elementos que la componen con la finalidad de acceder a significaciones o comprensiones que puedan expresarse en el discurso interhumano. Es la necesidad de compartir, y nuestra limitación discursiva, lo que nos conduce al discernimiento analítico de cualquier situación, circunstancia o experiencia para integrarnos, de alguna manera, con nuestros semejantes.
La ciencia se regodea en la receptividad externa y por ello considero que es un estado de conciencia exterior. La filosofía se recrea en el discurso y el razonamiento (relacionamiento) para tratar de comprender el universo y por ello lo denomino un estado de conciencia mental. Solamente la conciencia es capaz de acceder a los niveles de totalidad que la filosofía intenta abarcar con el discurso y que la ciencia intenta crear desde el discurso. De aquí nace mi opinión de que solamente los maestros espirituales y los santos son los que pueden acceder a la realidad última que nos constituye dentro del universo. Los científicos intentan alcanzar, mediante leyes y modelos discursivos, la realidad del universo. Los filósofos intentan comprender en el discurso, mediante modelaje discursivo sustentado coherentemente en conceptos, cada vez más sutiles de mentalización, el universo y sus interrelaciones con la mente humana. Los santos y los maestros espirituales simplemente experimentan su realidad individual, mediante la guía de una sabiduría acumulada durante siglos en preceptos tales como "amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo" o "no te lastimes y no lastimes a otros", "cuida de tí para que puedas cuidar de otros", "utiliza todo para avanzar, para crecer, para aprender..." o "amar y servir" o "busca primero el Reino de Dios" o "el Reino de Dios está en tu interior", y la proyectan y ejemplifican hacia quienes quieren participar en tal manera de vivenciar y eternizar en sí mismos la realidad total del universo.
En mi opinión, está por comenzar una nueva era en la que la conciencia sea, sobre la filosofía y la ciencia, sin prescindencia de sus logros y ventajas para el ser humano, como ser que se expresa en función de la materia y sus cualidades, la que predomine sobre los factores de la receptividad humana y su mentalización. Es una nueva manera de acceder a la comprensión del universo, mediante una nueva manera de integrarse participativamente en las vivencias de lo material dentro de la conciencia. Es dar a la receptividad su lugar limitado en la objetividad para recorrer un nuevo mundo de experiencias dentro de lo participativo que se integra; el soltar y dejárselo a Dios, que es, sencillamente, comprender que hay mejores maneras de experimentar lo humano que el pretendido control que queremos ejercer sobre cuanto nos rodea. Es integrar nuestra racionalidad y voluntad de hacer, dentro de un aceptar y cooperar con los resultados, de manera que podamos alcanzar una manera de vivir y experimentar armoniosa dentro del conjunto. Los santos y los maestros espirituales no controlan, y, sin embargo, son capaces de acceder a experiencias de equilibrio y justicia (comprendida dicha justicia como lo justo, lo exacto, el mayor bien, aquello que está en equilibrio con el conjunto y con la totalidad, aquello que "justifica" nuestro hacer, decir y compartir). Es probable que los científicos y los filósofos comiencen a prestar atención a aquello que se llama "milagro" como una manera de manejar los desequilibrios, desde niveles que no son los de la materia y sus cualidades accesibles a nuestra receptividad. Es posible que lo subjetivo de las personas con avanzado nivel de espiritualidad comience a ser tomado como una posibilidad de desarrollo para los seres humanos en su búsqueda de mejores maneras de convivir y compartir.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Exploraciones de la conciencia 6

Una vez que descubrimos el "Yo soy" como imagen de la conciencia que se manifiesta a través de diversos niveles o estados podemos iniciar un proceso de exploración personal mediante la observación de los distintos estados de conciencia presentes. En tal exploración podemos darnos cuenta de que el "Yo soy" se identifica con cada estado de conciencia, salvo que mantengamos una constante posición de observadores. El hecho de que Descartes y los filósofos que le siguieron hasta Kant, en su exposición del "Yo pienso" como manifestación de la conciencia se debe, con toda probabilidad, a que el nivel mental o estado de conciencia mental puede acompañar a todos los restantes niveles o estados de conciencia. En efecto, en el nivel de la imaginación, de las emociones, de la misma mente o de las reacciones sub e inconscientes, podemos utilizar nuestra capacidad mental de razonamiento, inducción y deducción, para elaborar los distintos estados. Tal vez hasta podríamos crear nuevas maneras de utilizar dichos niveles o estados de conciencia, pues cada estado puede estar acompañado por los restantes en formas interrelacionadas. En el nivel mental podríamos hablar de un nivel imaginativo, de un nivel emocional, de un nivel mental dentro de dicho nivel y de unas reacciones sub e inconscientes. Lo mismo podríamos hacer desde el nivel imaginativo y del mental. Así que podríamos considerar los diferentes niveles de conciencia o estados de conciencia como representaciones parciales de estados o niveles de conciencia más complejos. Pero esto requeriría de nuestra parte una facultad o capacidad de observación que, en mi opinión, solamente es accesible a los maestros espirituales, y estos no están en absoluto interesados en realizar tales experiencias, salvo que se presenten espontáneamente como parte de su desenvolvimiento espiritual.
Un aspecto importante de esta manera de concebir la conciencia es el hecho de que, constantemente, deberemos estar en posesión de nuestra capacidad o facultad de observador, y, con la guía de un maestro espiritual, seguir ampliando nuestra facultad o capacidad de acceder a estados de conciencia más elevados. Esta observación es importante para no dejarnos llevar a estados de conciencia mentales que pudieran exigir, dentro de lo simplemente humano, justificaciones o explicaciones que no pueden darse en nuestra limitación discursiva (mental). El "ser" humano se nos revela en el "Yo soy" y no en el "Yo pienso", puesto que este último está limitado a nuestra capacidad receptiva o sensibilidad humana. Hizo, en tal sentido, hincapié Kant cuando delineó la Razón Pura como una facultad reguladora que solamente puede legislar en el mundo práctico (las opciones de acción que se nos presentan en nuestra experiencia de vida), y que tiene unos ideales, como elementos de completitud del entendimiento, que dan idea de unidad y totalidad al concepto de experiencia (el alma como unidad absoluta del sujeto pensante, el mundo como unidad absoluta de las series de las condiciones de todos los fenómenos y Dios como la condición suprema de la posibilidad de todo lo que podemos pensar). La experiencia de un mundo suprasensible es accesible, solamente como tal experiencia, en formas que, solamente los santos y maestros espirituales, han podido acceder y que no se prestan para su delimitación (concepción) con los elementos del lenguaje propios del entendimiento. El entendimiento está limitado al "ser" humano en su amplio abanico de posibilidades física, imaginativa, emocional y mental, con sus consiguientes contrapartes en el mundo del sub e inconsciente (reactividad del "ser humano" o ego).

viernes, 7 de septiembre de 2007

Exploraciones de la conciencia 5

En la medida en que medito más seguido acerca de la conciencia más me doy cuenta de la necesidad de que la filosofía inicie un recorrido por el mundo interior, sin cuidarse de la fulana objetividad y avanzando cada vez más en la subjetividad mediante un simple observar que se exprese para crear una visión del mundo diferente. Es lo que hubiera podido ocurrir si los pensadores cercanos y seguidores de la filosofía kantiana hubieran profundizado en el "Yo soy" y no se hubieran adentrado en las sutilezas del pensar de los filósofos del idealismo (Fichte, Schelling, y Hegel como culminación extrema del pensar centrado en el pensamiento y no en la conciencia "Yo" "no-Yo"). Se explica así la opinión de Heidegger, ilustre seguidor de ese pensar que se recrea en el pensamiento como tal, cuando dice que, para superar la arrolladora fuerza de la ciencia, la tecnología y la técnica se requeriría de un dios.
En mi opinión, solamente una reflexión detenida desde y con la conciencia como acompañante de la expresión comunicadora puede ofrecer una visión renovada del mundo. Y, cada vez más me doy cuenta de que la conciencia está adherida a la visión que la ciencia, la técnica y la tecnología han creado, pues es muy poderoso el atractivo que dicha energía ejerce sobre la conciencia. En efecto, desde mi punto de vista, lo que tenemos ordinariamente en cada ser humano es un conjunto de estados de conciencia (estados de ánimo) consistentes en una identificación del "Yo soy" con el mundo circundante. Es curioso que Heidegger lo haya descrito tan bien en "Ser y Tiempo" pero no haya separado el "Yo soy" para darle la preeminencia que podría separarlo del contexto y hacer que iniciara la toma de conciencia de su poder modificador sobre el entorno.
Para apreciar los estados de conciencia en los que el "Yo soy" se encuentra aprisionado es ejemplificador experimentar dicho "Yo soy" en un espectáculo, en un centro comercial, en una reunión familiar y en muchos otros contextos de la vida cotidiana. Tal experiencia podría acompañarse de un "darse cuenta" mediante el cual observo que "no soy consciente de mi mismo" sino de mi estar en la multitud absorto en actividades y pensamientos propios de una situación totalmente cerrada. Podría darme cuenta de que no me doy cuenta. En efecto, esta frase de "dar cuenta" hace referencia a mi capacidad de relatar cada evento que se sucede en mi contexto como un evento en el que el pensamiento y la actividad se encuentran entrelazados de manera tal que no se distinguen como "voluntariamente discernidos" por el "Yo soy", salvo como opciones dentro de una cantidad de opciones que son, por decirlo de alguna manera, cerradas dentro de su contexto, sin consideración alguna con el universo (contexto universal de contextos) circundante a tal contexto.
La conciencia identifica al sujeto con el contexto presente de manera tal que lo que tenemos en cada momento es un estado de conciencia. Este estado de conciencia pudiera hacer referencia a un estado depresivo tanto como a un estado de entrega a un contexto comercial, o a un evento como una fiesta, un espectáculo o a cualquier otra actividad dentro de nuestro mundo social. Incluso en el acto religioso el "Yo soy" solamente se presenta como automáticamente inmerso en situaciones cuyo contexto, que intenta una conexión con los más elevados niveles de conciencia, se queda anclado en una acción externa en la que el "Yo soy" no discierne su presencia con relación a lo social y se queda prendido del estado de conciencia religioso en lugar de dejar que el nivel del Espíritu dirija su atención a lo más íntimo de la experiencia trascendente.
Los maestros espirituales señalan la experiencia interna como el núcleo de sus enseñanzas. No queriendo decir esto que los maestros espirituales prediquen el alejamiento del mundo, sino que atienden a lo externo desde lo interno. Centran su labor en señalar que el mundo exterior debe vivenciarse desde lo interior y no a la inversa, que es lo que naturalmente ocurre cuando dejamos que el mundo exterior agobie la conciencia y la identifique con lo exterior. En tal sentido, el "Yo soy" que denomino conciencia viene a ser una energía de expresión débil con relación a la energía exterior que la absorbe, salvo que pase a ser una energía de expresión firme que discierna lo exterior mediante una observación continua de los efectos que dicho exterior o contexto causa sobre la estructura del ego, pues el ego está integrado por todos los aprendizajes y forma una estructura más o menos rígida, dentro de parámetros de flexibilidad totalmente cristalizados en opciones dirigidas a repetir actuaciones de la historia personal.
En mi opinión, los términos subconsciente e inconsciente son limitantes en la medida en que apuntan a niveles de conciencia que no son parte de mi "Yo soy" en estado de vigilia. Por el contrario, para mí, son estados de conciencia reactivo (el subconsciente) y egoico (el inconsciente) que pueden ser discernidos por el "Yo soy" en una observación interior de mi decir y actuar en el mundo circundante (el contexto) y en mi mundo interno (el universo de contextos). En tal observación no intento forzar mi conducta por fuerzas que no están bajo mi control sino que sencillamente observo y, como resultado de la observación, me voy dando cuenta de lo que no me funciona en la perspectiva del mayor bien de todo cuanto me rodea. O sea en función de las tres reglas fundamentales: No te lastimes y no lastimes a otros; cuida de tí para que puedas cuidar a otros; y, utiliza todo para avanzar, aprender y elevarte por encima del nivel físico, imaginativo, emocional y mental. Es semejante al primer mandamiento de la religión cristiana: Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a tí mismo.

miércoles, 5 de septiembre de 2007

Exploraciones de la conciencia 4

Los maestros espirituales, a mi manera de ver, señalan el camino a sus seguidores (discípulos) para acceder a los más elevados niveles de conciencia, el alma y sobre el alma. Es tal mi búsqueda presente. Quiero experimentar el nivel del alma (la conciencia del alma y los niveles que trascienden el nivel del alma). Por supuesto que lo primero que es necesario superar es el nivel de lo físico, la imaginación, las emociones, la mente, el subconsciente y el inconsciente que, de alguna manera, mantienen la conciencia anclada en los niveles inferiores. Otro elemento que, en mi opinión, es importante de tomar en consideración es que el acceso al nivel del alma como nivel básico para la posterior trascendencia de dicho nivel, depende de una conciencia más elevada que, de una manera que no me es accesible, está presente para "otorgar" o "facilitar" el acceso al nivel del alma, y, tal acceso, depende de mi propia preparación. Es algo así, en mi opinión, como un sistema de examen que, automáticamente, da el acceso cuando la preparación garantiza que dicho acceso es apropiado para el nivel de preparación.
La conciencia, el "yo soy" que acompaña a cualquier experiencia en los niveles que me son accesibles, está presente siempre en todos los niveles. Sin embargo, solamente accedo a los diferentes niveles de conciencia cuando puedo desapegarme de dicho nivel y estar presente con mi "yo soy" que acompaña a cualquier experiencia. Es por tal motivo que no nos hacemos conscientes del nivel físico, imaginativo, emocional, mental, subconsciente e inconsciente mientras no "nos damos cuenta" de que dichos niveles de experiencias, dichas experiencias, no constituyen una identificación. O sea, que el "yo soy" puede observar las experiencias de lo físico, imaginativo, emocional, mental, subconsciente e inconsciente con plena separación. El "yo soy" no se identifica con la experiencia aunque la reconoce como propia y como creada dentro de su contexto individual.
El conocimiento intenta dar una base de comunicación entre los seres humanos acerca de lo exterior u objetivo (y, paradójicamente, de lo interior objetivo), pero solamente logra una identificación con lo observado exteriormente como realidad subsistente y no como creación en la que participan los sujetos "yo soy" guiados por un sujeto "yo soy" que toma conciencia de determinados niveles de "objetividad" dentro de su "subjetividad". En tal sentido, el conocimiento aleja, en la medida en la que identificamos lo objetivo como separado de nosotros, de la "conciencia de lo físico" como una parte irrenunciable de nuestra integridad universal. En tal caso podemos intervenir y cambiar lo físico que nos rodea en forma tal que no podemos discernir las consecuencias de largo alcance de nuestra acción modificadora. Y, como los resultados de nuestra acción no son inmediatas, no nos percatamos de la ley de causa-efecto que caracteriza el mundo que nos rodea. Esto ocurre igualmente con nuestras interacciones sobre nuestra propia corporalidad física. Sobre todo cuando nuestras acciones son de tipo imaginativo, emocional o mental (pudiendo surgir de nuestros niveles sub e inconsciente). Es tal, en mi opinión, el caso de las enfermedades que, sin darnos cuenta, proceden de nuestra propia interacción con el mundo que nos rodea y con nosotros mismos. Tal vez, en tal sentido, pudieran sanarse dichas enfermedades mediante una intervención nuestra en el nivel en el que fueron generadas, sin la necesidad de agentes externos que, en mi opinión, originan efectos secundarios que alteran nuestra organicidad básica.
La filosofía, al contrario de lo que la ciencia produce, intenta ver un panorama universalizador de nuestra experiencia del mundo. En los primeros griegos que utilizaron el pensar para tratar de comprender el mundo que nos rodea, la actitud fue integradora y, pudiéramos decir, en armonía con la divinidad (de la que formamos parte: "Yo soy" como parte de un "Yo soy el que soy"). Posteriormente alcanza los niveles más elevados con Sócrates, Platón y Aristóteles. Sócrates, en mi opinión, es la cúspide porque se dirige a la conciencia del "Yo soy" que está frente a él para darle una idea de su "Yo soy" que lo guía hacia el descubrimiento de su propio "Yo soy". Solamente unos pocos, Platón y Aristóteles en particular, estaban preparados para tal toma de conciencia. Con Platón dicha toma de conciencia es plena, pero no se transmite, por lo menos en la manera en la que el guía hace que el discípulo se haga autónomo en su reflexión. Aristóteles logra tal cosa, pero lo logra solamente en la conciencia mental, pues inaugura con su exposición el mundo de la objetividad, de lo exterior como manifestación de aquello que podemos observar como análogo desde nuestra receptividad. Después de estos tres grandes pensadores, la filosofía se transforma en algo distinto al "amor a la sabiduría" que traducía el término griego, se transforma en una manera de ver el mundo a partir del pensar. Y así se conserva hasta llegar a Descartes, quien descubre nuevamente el "yo pienso" (una particularización del "yo soy") que culmina con Kant, quien, aunque sigue el "yo pienso", discierne el "Yo" como apercepción trascendental y, de esa manera, introduce el camino para el redescubrimiento del "Yo soy", implícito en los primeros "amantes de la sabiduría".
Hoy en día, tanto filósofos como científicos, se distinguen con nombres que señalan el área de su "Yo pienso" como particularización del "Yo soy", y, en tal sentido se esconden a sí mismos, dentro de su área de conocimiento, la realidad más amplia. La conciencia desaparece. Ningún científico se hace responsable por la totalidad como parte de la que forma parte. Solamente en algunos casos se separa de su ciencia para reflexionar sobre los efectos generales del conocimiento y se reconoce sobrepasado por el peso de la ciencia, la técnica y la tecnología. Es Heidegger, como filósofo, el caso de mayor conciencia de esta posición, pues, incluso, se reconoce como no capacitado para reflexionar sobre la ética, pues no considera que pueda establecer reglas de tal naturaleza para otros "Yo soy".