viernes, 24 de julio de 2009

Niveles de conciencia: ciencia y filosofía

La filosofía es el comienzo de la ciencia. La ciencia surge de la filosofía. Los primeros filósofos griegos se ven en un mundo que quieren abarcar con la mente y, en tal dirección, comienzan a transformar sus reflexiones en palabras que configuren su opinión sobre cuanto les rodea. Este interés se dirige a la totalidad, y la apreciación que hacen es con el fin de explicar lo que es el mundo en su diversidad, visto desde la necesidad que ellos perciben de la unidad de todo cuanto existe en función de un elemento constitutivo que se multiplica en formas de presentación que dan lugar a los objetos y fenómenos del mundo. La mente que aprehende y explica el universo pasa desapercibida. El individuo que interpreta cuanto le rodea es transparente a la reflexión: se trata de explicar lo que se percibe, sin detenerse a reflexionar sobre el percipiente y la facultad que ejercita en tal explicación de lo percibido.
Solamente con Sócrates comienza a aparecer el individuo, mediante la conciencia de sus virtudes, de sus costumbres y conductas. Es así como se inicia la conceptualización de las cualidades consideradas deseables en la acción del individuo: la templanza, la bondad, la valentía, la piedad, la belleza, la sabiduría, etc. En la historia de la filosofía se toman los diálogos socráticos, escritos por Platón, como el comienzo de la conceptualización. En mi opinión, Sócrates buscaba, como Jesús de Galilea, que sus conciudadanos acogieran las virtudes como manifestación de una manera de vivir orientada por el conocimiento de lo que implicaba la práctica de las virtudes (que en griego se denomina "areté", de donde procede aristocracia como gobierno de los virtuosos, de los santos y no, como se entendió posteriormente, de los acaudalados). Adicionalmente, buscaba Sócrates contrarrestar a los sofistas, cuyo interés, según tengo entendido, se enfocaba en demostrar cualquier cosa mediante la confusión de los términos. O sea, para los sofistas el uso del lenguaje se prestaba para contradecir cualquier tesis que se les presentara como válida y, en tal sentido, se trataba de que los políticos se prepararan para vencer a sus opositores mediante el uso del lenguaje en la oratoria y la argumentación.
En todo caso, el individuo, la persona que reflexiona, no es motivo de atención en su aprehensión del conocimiento de lo que es, ni de las facultades que le permiten elaborar su apreciación del mundo personal e interpersonal. Cada pensador objeta a los precedentes y encuentra nuevos caminos de interpretación y aprehensión del contexto que le rodea. Hasta que llega Aristóteles y en una forma notable y omniabarcadora, establece un conjunto de conceptos y teorías que sirven como fundamento del conocimiento para las generaciones que le siguen, incluyendo a sus contemporáneos afines y opositores.
Es notorio, en mi opinión, que todos los grandes pensadores, sin saberlo ni proponérselo, consideran al ser humano individual desde su propia potencialidad de pensamiento y reflexión. En efecto, aunque pudieran considerar que los restantes seres son, en alguna forma, menos pensantes, menos profundos en su aprehensión intelectual del mundo que les rodea, su modelo de ser humano, transparente para ellos mismos, es su propia intelectualidad y capacidad reflexiva, sin detenerse a pensar en la diferencia que existe entre una persona que domina un tema de conocimiento y otra que apenas puede acercarse a los niveles de sutileza conceptualizadora implícitos en toda obra de pensamiento. Pienso, en particular, en las matemáticas de los Elementos de Euclides y la dificultad para el individuo promedio de acceder a las sutilezas de los conceptos y sus procesos demostrativos; en la lógica, en sus diversas líneas de pensamiento, aristotélica y no aristotélica, y otros campos del pensamiento semejantes.
Apartando a los grandes científicos de principios del renacimiento, la ciencia se presenta con nombre y apellido, conocimiento científico, a partir de Francis Bacon y Galileo Galilei, quienes establecen los inicios del método científico que regirá el posterior desarrollo empírico, por contraposición a lo puramente discursivo propio de los griegos.
La ciencia es conciencia de lo material y fenoménico transformado en información mediante el lenguaje natural y matemático. Lo empírico, la experiencia, es el punto de partida para la elaboración del lenguaje (hipótesis, tesis, teoría y comprobación empírica) que transforma la información en un conjunto de variables y valores que sustentan un enunciado y modelos que pueden ser reproducidos por cualquier interesado en la validación de los modelos y teorías.
La filosofía es conciencia de lo no material, del sustento sobre el cual se cimenta cualquier ciencia para su particular área de incumbencia, e, igualmente, fundamento de sus primeros principios como enunciados que, aunque relacionados con lo físico, apuntan a conceptualizaciones metafísicas. Además, la filosofía es búsqueda de lo totalizador, de lo universal que abarca lo particular de cuerpos y fenómenos. Si nos atenemos al viejo significado de filosofía como amor (filo) a la sabiduría (sofía), la filosofía es la síntesis de la primera frase de la metafísica de Aristóteles: "Todos los hombres, por naturaleza, desean conocer". Una vez más, el filósofo toma su propia apreciación como modelo de ser humano, siéndole transparente el hecho de que la mayoría de los seres humanos son indiferentes ante la explicación del mundo que les rodea, salvo el hecho de enfrentarse a situaciones que le atañen en relación con su supervivencia y manera de vivir.
El Ser humano se hace consciente de sí mismo, como trascendente al cuerpo, mediante su acción y su pensar. Mediante su receptividad accede a la conciencia de lo exterior como saber que está en un mundo que le abarca y comprende. Todavía no se hace consciente de su naturaleza trascendente. Posteriormente, y mediante la espontaneidad de su pensar, adquiere la conciencia de su trascendencia con relación a lo material y fenoménico, pues adquiere el saber de algo que le es indefinible e inefable y que tiene que ver con su potencialidad de elevación sobre sus vulnerabilidades y apetitividad natural.
La ciencia y la filosofía apuntan a los dos elementos de conciencia extremos del ser humano: lo material y fenoménico, representado en la ciencia; y lo metafísico y trascendente, ejemplificado y practicado en la filosofía.

martes, 14 de julio de 2009

Niveles de conciencia: Subjetividad y objetividad

Al, ingenuamente, en mi opinión, iniciarse la filosofía griega, adoptó el marco de referencia de nuestros sentidos físicos como fuente de información (receptividad) para acceder a "lo que es" (espontaneidad del pensar). La filosofía fue evolucionando hasta llegar a la ciencia, que recoge los resultados de las artes y la tecnología, para explicar los procesos y seres de la naturaleza circundante. En ese camino evolutivo surgen los conceptos de subjetividad y objetividad para separar aquello en lo que estamos firmemente de acuerdo como expresión de la exterioridad que nos circunda de aquello en lo que tenemos puntos de vista y perspectivas diferentes que nos separan.
La subjetividad pretende ser un campo en el que cada ser humano tiene una manera de ver y de sentir que lo diferencia de sus semejantes y que, en consecuencia, lo separa de los restantes seres humanos. La objetividad se caracteriza por una cierta firmeza en plantear las características comunes que nuestra receptividad (intuición empírica) y nuestra espontaneidad pensante concretan en modelos, principios y leyes que explican la constitución y funcionamiento de cuanto nos rodea. La ciencia, con su método de hipótesis, comprobación y concreción en modelos, principios y leyes, constituye el castillo inexpugnable de la objetividad. Inexpugnable en la medida en que los paradigmas no se ven cuestionados hasta la aparición de nuevas perspectivas que, sin descartar los anteriores, hacen surgir nuevos paradigmas, dentro de los cuales caben los anteriores.
La filosofía es un ensayo de objetividad dentro de la subjetividad y, de cierta manera, involucra la espiritualidad que se ve, posteriormente, desarrollada en la psicología y la psicoterapia. En la filosofía, la subjetividad es aquello con lo que no están de acuerdo otros pensadores. Un ejemplo significativo es el de la teoría de las ideas de Platón, rechazada unánimemente por los filósofos que le siguieron en las diversas explicaciones que Platón da de dicha "teoría". En mi opinión, más bien se trata de la imposibilidad de transmitir en palabras algo que Platón vió con claridad meridiana y que, de alguna manera, está contenida en su mito de la caverna y, nuevamente en mi opinión, se asemeja al mundo de los santos y maestros espirituales, pero visto a través de una mente dotada para la expresión intelectual y verbal. Así como la subjetividad, dentro de la filosofía, hace surgir las escuelas de pensamiento, en la religiosidad se da el efecto sin retorno de una subjetividad radical por parte del santo y del maestro espiritual. Es el extremo en el que una persona "ve" (y habla de La Luz) un mundo que es intransmisible mediante el lenguaje y que, en cierta forma, le exige una manera de exponer que le permita señalar a sus semejantes un camino que pueden recorrer para acceder a la experiencia de dicha "visión" y que solamente mediante La Luz es accesible. La obscuridad viene a ser la percepción de los sentidos guiados por la sensualidad y la emocionalidad propias de nuestra constitución humana vulnerable ante tales niveles de conciencia físico y emocional.
Lo objetivo pertenece a lo subjetivo como un discernimiento que separa aquello que pertenece a lo material y fenoménico del campo mayor de conciencia que le es accesible al ser humano mediante guía y evolución personal. El campo mayor de conciencia es mucho más extenso que lo físico, imaginativo, emocional (causal), mental y sub e inconsciente (etérico). La conciencia tiene todo un territorio que recorrer en el denominado, por los maestros espirituales, nivel del alma y subsiguientes. En lo que puedo concebir de dichos niveles de conciencia, ya no se trata de niveles que pueden transformarse en información. Son únicamente niveles de participación y experiencia en los que, tanto mis semejantes como el universo que me rodean, somos una sola y única expresión. Es como llegar a la conciencia de mi brazo con respecto a mi cuerpo: mientras mi brazo se hace consciente, como imagen analógica, de su propia naturaleza y funciones, no percibe que toda su integridad pertenece a un mundo mayor que es el cuerpo del que forma parte; y cuando accede a la imagen del cuerpo como totalidad orgánica, se da cuenta de su identidad dentro de un contexto mayor que lo contiene y justifica.
La subjetividad se ve superada mediante la empatía y el ejercicio de las guías que han entregado quienes encontraron la conciencia que supera lo físico, imaginativo, causal (emocional), mental y etérico (sub e inconsciente): No te lastimes y no lastimes a otros; cuida de tí para que puedas cuidar de los demás; y, utiliza todo para crecer en conciencia y para utilizar, como escalones de ascenso, las experiencias que pudieran parecerte desagradables o placenteras. El simple darme cuenta de que "lo que es" no tiene nada que ver con mis expectativas de lo que debiera o quisiera que fuera. "Lo que es" está allí para guiarme a un mundo de conciencia más amplio al de la vulnerabilidad de mi constitución humana. Para guiarme a una conciencia de mi "Yo soy el que soy" que se manifiesta y expresa en múltiples niveles de conciencia que anuncian al "Yo soy el que soy", cuyo vehículo son los diversos niveles de conciencia que voy recorriendo en cada experiencia, hasta llegar a aquel nivel de conciencia en el que solamente existe, en las palabras de los maestros espirituales, un océano de amor y misericordia, y de comprensión del universo que me abarca en un "Yo Soy el que Soy" que integra a mis semejantes y todo cuanto me rodea.

jueves, 9 de julio de 2009

Niveles de conciencia: Yo soy el que soy

La filosofía griega nace como un intento y un deseo del ser humano por conocer qué es y cómo está constituido el universo del que formamos parte, en el que nos encontramos. De esa manera, la mirada del hombre está dirigida al mundo que lo rodea. En ningún momento se ha planteado su ser interior. Es el comienzo de la ciencia o conocimiento científico que ha producido tantos y tan variados descubrimientos acerca de los objetos, seres y fenómenos que afectan nuestros sentidos y que, finalmente, a partir de Descartes, Hume y Kant, desembocan en la evaluación de nuestro ser interior, y accede al nivel de conciencia del "Yo soy" como unificación de la experiencia en un individuo. Posteriormente surge la psicología y la psicoterapia como disciplinas que intentan dar respuesta a las inquietudes, desasosiegos y frustraciones del ser humano individual y social.
Como contraposición tenemos el denominado mundo oriental, desde Grecia hacia el este. En dichas sociedades se centró el interés en la vida interior o invisible. El hombre de oriente se dedicó al cultivo del espíritu como un mundo que condicionaba el mundo material y que, en alguna forma, exigía del ser humano una dedicación y atención que lo llevara a superar los dolores, angustias y frustraciones propias de las vulnerabilidades físicas y emocionales individuales y sociales. Pero el interés no era especulativo, de observación, sino, más bien, de práctica y ejercicio de las cualidades propias de la meditación, aunado al uso de la sensibilidad como herramienta para apoyar el desarrollo y evolución interior del individuo. Lo que denominamos el mundo exterior, objetos, seres y fenómenos, eran manejados mediante el arte y la conciencia del orden, de la belleza y de la delicadeza en forma de artesanías y técnicas de manejo de los materiales y el entorno, en forma semejante al manejo de lo social desde la perspectiva del orden y jerarquización de los actores humanos que se involucraban en las actividades de relación y trabajo de convivencia.
En el medio de ambos mundos, e influyendo de alguna manera en ambos, se encuentra el pueblo hebreo y los pueblos cercanos, palestinos, egipcios y sumerios, entre otros que recuerdo de mis lecciones de historia universal en la secundaria. En estas poblaciones, el interés se centraba en lo religioso, entendido como la veneración y servicio a un Dios, en el caso de los hebreos, o varios, en los restantes pueblos.
Visto en una perspectiva kantiana, el occidente se dedicó al cultivo del entendimiento y la razón, el oriente al cultivo del Juicio (por supuesto con las distancias requeridas en tal afirmación, pues lo que entendemos como facultad de juzgar se aproxima al ejercicio del sentido común, como el mismo Kant asimila en su comienzo de la Crítica del Juicio), y los hebreos, en particular, se dedican al cultivo de la razón práctica, entendida como la facultad que rige con miras a una divinidad generadora de la vida en todas sus manifestaciones.
En occidente se llega al "Yo soy" después de una lenta evolución del pensamiento y la reflexión sobre el mundo, los fenómenos y la vida humana. En oriente se conserva un mundo que evoluciona poco en el aspecto material, aunque maneja los materiales en forma que resalta la belleza, la delicadeza y la gracia en forma exquisita, a la par que las sociedades evolucionan muy lentamente en sus interrelaciones, y el ser humano se ve relegado por las costumbres y patrones de jerarquización que originan diferencias en la manera de vivir que concentran en una gran mayoría las frustraciones, dolores y vulnerabilidades de la vida física y enfoca en unos pocos la evolución hacia los mundos invisibles del espíritu, dejando una porción de la población en el disfrute, si lo queremos llamar así, de los beneficios del manejo de las técnicas de producción artesanales y sociales.
Los hebreos encuentran el "Yo soy el que soy" como expresión de la divinidad que se manifiesta en los seres, objetos y fenómenos, insuflándoles vida y significación desde afuera, como si se tratara de una delegación de potencialidades para la vida material y social, instituyendo leyes y preceptos para la dirección de los asuntos sociales e individuales en forma dictatorial más que reguladora.
El "Yo soy el que soy" que encuentra la sociedad judía, y se menciona en su texto histórico religioso por excelencia, La Biblia, es el hallazgo más sorprendende de la espiritualidad, pues es el estado o nivel de conciencia que, en mi opinión, se acerca, desde la razón y el entendimiento, a la conciencia del alma, por encima del "Yo soy". En efecto, en un primer momento el "Yo soy" se hace consciente, se da cuenta, de su expresión y manifestación como ser orgánico material que tiene la potencialidad de acceder a niveles de conciencia invisibles que le hacen responsable ante sí mismo de su acción y omisión en el universo que le rodea. Es el hombre de la razón práctica kantiana, que se autoregula, se autolimita para ser libre ante su conciencia de sí mismo. Posteriormente, cuando se ejercita en la conciencia del semejante, y del universo que lo contiene, que lo complementa dentro del contexto material socio cultural y espiritual, encuentra en el "Yo soy el que soy", la manifestación de la divinidad, casi como un encuentro mágico en el que la palabra amor adquiere connotaciones alejadas de la sensibilidad, cuya primera anticipación es la empatía, y que se traduce en una necesidad imperativa de armonía, cooperación y entusiasmo ante la eternidad y la infinitud que lo integra, comprende y abarca en unidad impronunciable e inefable.